La Peste Negra (Yersina pestis) fue el nombre que se le otorgó a una pandemia que llegó a Europa en el siglo XIV, se da como fecha 1348, y que en siete años ocasionó en el continente una gran mortandad, casi un tercio de su población total. Es una enfermedad transmitida por zoonosis, es decir por animales, a partir de un bacilo que era transmitido a los seres humanos por las pulgas y otros parásitos de las ratas grises y negras, así como de ardillas y roedores de campo.
Estaba constatado que la Peste Negra, casualmente como hoy día con el Coronavirus, tuvo su origen en Oriente, unos afirman China, otros India, expandiéndose a través de la ruta de la seda, llegó hasta la península de Crimea y de ahí a través del flujo del transporte marítimo alcanzó a Italia, a Sicilia, Génova y Venecia como principales focos, y luego a otras ciudades portuarias como Marsella, extendiéndose más tarde a los países nórdicos. Se sabe que la peste estaba presente en la meseta central asiática por 1338-39, pues se han hallado restos de un cementerio nestoriano alrededor del lago Issik-kul, donde se detectó una gran mortandad por ese tiempo, y por el hallazgo de unas lápidas que especifican en sus inscripciones la causa de la muerte.
Los barcos en aquella época eran la forma más segura y rápida de transportar bienes, mercancías, y enfermedades a distancia, hoy en día la transmisión del coronavirus se da a través del transporte aéreo, principal medio de transporte y foco de contagio internacional.
El siglo XIV fue un siglo de crisis en todos los sentidos, y para algunos historiadores la peste tuvo un terreno fértil para expandirse a causa de la guerra, recordemos que en 1336 comenzó la guerra de los Cien Años.
Además hubo una crisis agraria importante por lo que había escasez de alimentos. Ante este escenario la Peste era lo peor y normal que podía suceder para el ser medieval. Recordemos que en el Apocalipsis la peste viene junto al hambre y la guerra.
El porcentaje de mortandad de esta pandemia era elevadísimo, en Marsella murieron más del 60% de sus habitantes, un cronista de la época que se encontraba en la ciudad refiere que se enterraban alrededor de 500 cuerpos diarios. En la península ibérica según los reinos la mortandad variaba, 20% en Castilla y León, Aragón y Cataluña el 35%, y en Navarra un 50%. Esto determinó que los cementerios no dieran a vasto, y que no se pudieran realizar normalmente las exequias fúnebres. Además por miedo al contagio los enfermos no disponían de muchos cuidados.
El Decamerón de Bocaccio es una obra que describe a un grupo de personas que encerrados en una casa a causa de la Peste, deciden relatar historias divertidas para entretenerse.
¿Quién o qué era la causa de la peste negra?
La medicina medieval era muy precaria por lo que los médicos de la época desconocían el modo de transmisión de la enfermedad, y por lo tanto comenzaron a florecer en el imaginario colectivo todo tipo de hipótesis y creencias acerca de su causa y sus modos de contagio. Para la mayor parte de la población o mejor dicho el relato oficial era que la peste había sido enviada por Dios como castigo. Otros prefirieron una explicación xenófoba, otros a la contaminación del aire en la ciudades, algunos llegaron a decir que se contagiaba por medio de la mirada o a través del miedo. Y con el miedo a su vez, vino la discriminación como sucede actualmente hacia los chinos.
Esta pandemia como la del coronavirus provocó un miedo generalizado hacia la enfermedad y hacia la muerte en general, causando una profunda impresión en la sociedad de aquella época. La peste negra afectaba tanto a ricos como a pobres, y nadie estaba a salvo de contraerla, por lo que había una situación igualitaria ante la muerte. De todos modos en éste período florece todo un arte que tiene a la muerte y a lo macabro como tema principal. El relato folclórico del Encuentro entre los tres vivos y los tres muertos es un ejemplo, en el que se cuenta como tres personas de diversa condición en una encrucijada del camino se encuentran con tres muertos, los muertos recobran momentáneamente la palabra para advertir a los vivos: Éramos lo que sois, lo que somos seréis. Un ermitaño que es testigo de la escena, les advierte a los vivos de la caducidad de los bienes terrenos. Los vivos, impresionados por la visión, cambian de actitud existencial y, desde ese momento, cuidan de sus almas, temerosos de la cercanía de la muerte.
Unos abrazan la idea del buen morir a través de una vida profundamente religiosa, otros, abrazan la idea de que la vida terrena es efímera por lo que debe uno disfrutarla hasta que llegue la muerte sin avisar.
El Decamerón de Bocaccio es una obra que describe justamente a un grupo de personas que encerrados en una casa a causa de la Peste, deciden relatar historias divertidas para entretenerse. En el principio de la obra se da una descripción de cómo a pesar de los esfuerzos por contener la enfermedad la ciudad sucumbe ante ella: “¡Oh, cuántos memorables linajes, cuántas opulentas herencias, cuántas célebres riquezas no tuvieron sucesor! ¡Cuántos hombres ilustres, cuántas bellas mujeres, cuántos jóvenes gallardos, a quienes Galeno, Hipócrates o Esculapio hubieran juzgado sanísimos, almorzaron por la mañana con sus parientes, compañeros y amigos, y cenaron por la noche con sus antepasados, en el otro mundo.”
Salvando las diferencias entre la Peste Negra, la cual tenía alrededor de un 90% de mortalidad entre el total de los contrayentes, y el Coronavirus que tiene alrededor un 4%, estamos en condición de afirmar que ante una pandemia las sociedades han actuado mediante ciertos patrones de comportamiento humano que se mantienen en el tiempo y podemos decir que la historia se repite a través de los siglos. Las cuarentenas, el cierre de fronteras para evitar la propagación de la enfermedad, la discriminación, la crisis económica, la paralización, el miedo y la psicosis son las mismas de hoy y como de ayer.
Por más avances tecnológicos que tiene nuestro mundo globalizado, esta pandemia actual nos demuestra la fragilidad de nuestra condición humana y de nuestra supuesta “avanzada” civilización, y cómo en pleno siglo XXI, a través de teorías conspiratorias y otros cucos, como el temor al desabastecimiento que provoca largas colas en los supermercados, le damos forma al fantasma del miedo que nos acosa desde siempre ante la cercanía de la muerte.