Nacional
6 de agosto de 1920
“Por el Parlamento”. Así titulaba La Mañana una crónica de las peripecias referentes a la ley de práctica de duelo. Se informaba que, por moción del señor Canessa, se había resuelto tratar sobre tablas el proyecto sancionado por la otra Cámara que suprimía las penas al duelo. En discusión general pidió la palabra el doctor Jiménez de Aréchaga, quien manifestaba “que consecuente con opiniones expresadas por él en la misma Cámara y en otras oportunidades, deseaba fundar su voto negativo al proyecto”.
Se indicaba que “los daños sociales que causa a la sociedad lejos de mover a los legisladores a suprimir las penalidades debería llevarlos a sancionar nuevas y más enérgicas”. El proyecto decretaba la impunidad del ilícito, representaba “la negación de una doctrina social que tanto se precia nuestro Parlamento de haberla contemplado”. Había palabras de indignación: “No se explica cómo nuestro Parlamento que quiere prohibir que los hombres se maten envenenándose en las tabernas permita que impunemente en el terreno llamado del honor”. A su juicio, la norma no daría los resultados que se buscaban pues, para que los tribunales de honor pudieran ejercer su misión con imparcialidad y garantía, debían ser una institución del Estado.
No aseguraba que “quien quede muerto en el terreno de honor sea el que no tenga razón y es por esa causa que se constituye en una práctica bárbara e injusta”. Si la “ley actual no ha sido capaz de impedir la realización de los mismos, menos lo hará lo que se discute, que los difundirá aún más haciendo que los hombres sigan ese prejuicio social al quedar impune”.
Se destacaba que Canessa acompañaría a los partidarios del proyecto “si se concretaran a conceder amnistía a procesados por delito de duelo, pero estableciendo penas severas a los magistrados judiciales que no cumplan con su deber aplicando severamente sus sanciones”.
“No es cierto que el duelo sea una institución social, pues solo la acepta y la practica una determinada clase social”, expresaba el orador. Agregaba: “Y un Parlamento de un país democrático como el nuestro dicta una ley que deja sin castigo a esa práctica y mantiene el que la ley aplica a los incultos e ignorantes que matan por ofuscación, en el calor de un incidente”. Por tales motivos, se señalaba que votaría en contra del proyecto.
Dicha ley, promulgada el 6 de agosto de 1920 y derogada el 6 de julio de 1992, tuvo un antecedente: el duelo entre el abogado Washington Beltrán y el político José Batlle y Ordóñez que se realizó el 2 de abril de 1920 (Viernes Santo) en el Gran Parque Central a las 11 de la mañana. En el episodio murió el doctor Beltrán. “La lesión de órganos esenciales hizo que el doctor Beltrán falleciera sin haber podido pronunciar una sola palabra, a los pocos segundos de recibir la herida”, publicaba La Mañana el 4 de abril de aquel año.
Fallecimiento de Alejandro Graham Bell
3 de agosto de 1922
“El telégrafo acaba de traernos la noticia del fallecimiento de Alejandro Graham Bell, eminente físico norteamericano, ocurrido recientemente en Sidney (Nueva Escocia)”, destacaba La Mañana. La personalidad de este sabio “era ampliamente conocida, no solamente en los altos círculos científicos, sino también en todos los centros culturales del mundo, por su inmensa y valiosa contribución a los progresos de la humanidad”. Se recordaban algunos datos biográficos y se subrayaba una de sus primeras grandes invenciones: el teléfono.
Visita de Clara Luz de Gómez de la Torre a La Mañana
4 de agosto de 1944
En aquel número se expresaba: “Anoche nuestra casa se vio honrada con la presencia de Clara Luz de Gómez de la Torre, grata mensajera de la intelectualidad peruana, que desde hace un tiempo se encuentra entre nosotros en misión cultural, de la cual están enterados los lectores, por haber dado cuenta en diferentes oportunidades de sus actividades en el Uruguay”. La literata ofreció un recital poético de despedida en el hall de La Mañana “ante la presencia del personal de redacción y taller, que aprovechó su descanso para escuchar sus expresivas interpretaciones”.
Término de la Conferencia de Potsdam
2 de agosto de 1945
El periódico anunciaba que la información acerca del resultado de las negociaciones sería dada a conocer al día siguiente “simultáneamente en Washington, Moscú y Londres”. Agregaba que “los dirigentes de las tres naciones más poderosas de la tierra han establecido los planes de una política internacional común, en relación, al parecer, lo mismo con la guerra del Pacífico que con la pacífica reconstrucción del devastado continente europeo”. El presidente Truman, el general Stalin y Mr. Clement Attlee se habían mantenido fieles “hasta el último momento a las normas de discreción que establecieron desde la iniciación de la conferencia, el 7 de julio”.