En la nota anterior nos referíamos a la insatisfacción que producía en el compositor Tomás Bretón no haber obtenido con sus óperas el éxito de su zarzuela. Produjo el maestro español con su La Verbena de la Paloma su obra más perdurable. No obstante, seguía buscando con tenacidad. Así, en junio de 1907 es entrevistado en Barcelona por el periodista Juan José de Soiza Reilly, para Caras y caretas (Buenos Aires).
Allí confiesa al periodista y escritor argentino que está obsesionado por transformar en ópera un trabajo de un escritor rioplatense. Parece ser que el compositor había trabado conocimiento con el autor de un poema recitado en el Ateneo de Madrid en 1892. La lectura del ejemplar que le había sido dedicado le había fascinado. El autor que tan honda impresión había producido en Bretón era Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931) y el poema: Tabaré.
Declara el compositor salmantino que “Juan Zorrilla de San Martín ha puesto en su obra no solo su entusiasmo de charrúa, sino toda la vibración moral y fisiológica de esa enérgica raza de almas indias, tan malas y tan buenas, tan crueles y tan dulces, que amaban el sol, la luna, y las mujeres… Yo quisiera ir a América para recorrer esas campiñas donde los charrúas tuvieron sus aduares…”.
Acota Soiza, con razón,“que poco podrá estudiar en la población más cosmopolita de las patrias del sur”. Pero Bretón no pretendía encontrar tolderías de indios, sino “oír los cantos de la tierra. Pero no de labios de artistas. Quiero oír cantar tristes, vidalitas y décimas a las criollas legítimas que viven en los ranchos y aman a Juan Moreira”, dice.
Más allá de sus deseos por conocer estas zonas del planeta, la realidad le marcaba lo contrario. Todas las veces que le habían invitado a viajar al Río de la Plata había ocurrido algún impedimento. Relata que, luego del éxito de La Verbena,se había encontrado accidentalmente con un empresario. El hombre estaba exultante. “Oh, maestro. En Buenos Aires su obra ha obtenido un triunfo completo, fenomenal. La Verbena de la Paloma se ha dado cuatro veces por noche en cinco teatros distintos. Se ha ganado mucho dinero. Nosotros hemos hecho imprimir su obra en un folleto. Tome usted un ejemplar. Se lo regalo”. Y agrega con amargura: “Ese folleto de mi propia obra es el único producto que he conseguido en América”. Parece que los derechos de autor no eran demasiado respetados por esos tiempos.
El impulso
Ese “tengo que ir allá”, que expresara con convicción a Soiza, se hizo realidad. Tres años después de la publicación de la entrevista el músico estuvo en Brasil y luego en la Argentina. Desde Buenos Aires escribe a Zorrilla. Sigamos el relato del propio Poeta de la Patria.
“El maestro Bretón me hacía saber en su carta, fechada en Buenos Aires, que, de muchos años atrás, abrigaba el propósito de escribir una ópera sobre mi poema Tabaré. Propósito se había convertido, para él, en obsesión; la música de su obra ‘era un perpetuo ensueño de su oído’; había venido a América, a la tierra de Tabaré, con ese objeto principal; a ver si oía sonar su soñada ‘música en la naturaleza y en el espíritu popular’. En resumen: me pedía autorización, y también concurso, para llevar a ejecución su pensamiento. Yo le contesté inmediatamente que sí, ¿cómo no?, que era suya toda la riqueza de sonidos que pudiera hallar en las entrañas de Tabaré, y que yo, por mi parte, no dudaba de que en él había algo que sonaba armoniosamente.Y eso fue lo que hizo que encontrara en mi poema algunas personas sonoras, tan nuevas para mí, que parecía que mis estrofas habían retoñado con el tiempo; me hallé con cosas puestas allí por otro que no era yo propiamente; que se habían puesto a sí mismas”. Pero esas “personas sonoras”, y cita: “el árbol, el grillo, el camalote, el lirio, la hoja seca, no ha de ser en la orquesta, sino en la escena donde deben sonar” (Mundial magazine, edición de Navidad de 1912, con Rubén Darío como director literario).
Como fuere, potenciado por su visita a estos lares y la anuencia de Zorrilla, Bretón se encargó no solo de la música, sino también del libreto. De regreso de su aventura americana, en noviembre de 1910, se dedicó al libreto, finalizándolo a fines de ese año. Luego atendió a la composición musical, tarea que le llevó hasta mediados de 1912. Por fin estuvo todo listo para su estreno en el Teatro Real la velada del domingo 26 de febrero de 1913. Hubo un par de representaciones adicionales el 2 y el 5 de marzo, recibidas con éxito. Los intentos de reponer la obra fueron inútiles. Tampoco hubo insistencia. La obra cayó en el olvido. Debió aguardar hasta 2022 para subir nuevamente a escena en el Teatro de la Zarzuela.
Una relectura política
¿Qué es Tabaré? Más allá de lo que Bretón haya querido hacer con el libreto, es lícito preguntarse qué fue lo que quiso hacer Zorrilla. ¿Por qué ahora aparecen cuestionamientos? “El tema puede resultar conflictivo en estos tiempos –dice Víctor Sánchez Sánchez, profesor titular de Musicología de la Universidad Complutense de Madrid– en estos tiempos de revisiones de la conquista”. Y agrega: “Cuando Juan Zorrilla de San Martín escribió su poema, se presentaba con un enfoque conciliador”. El catedrático lo plantea como un tema de interpretación: la conquista, así, es vista como “un momento de encuentro”.
La crítica es mucho más dura por parte del comentarista español Rafael Valentín-Pastrana, quien observa en la obra de Zorrilla “numerosos ejemplos negrolegendarios, como producto antimperialista que es”. Y sigue:“Al inicio de la historia, los nativos uruguayos acuden con inocente curiosidad a recibir a esos extranjeros que se han adentrado por el Río de la Plata en ‘altivas naves’, portándoles obsequios…”.
La historia no comienza así. Cuando los españoles desembarcan los charrúas los aguardan escondidos en la maleza y de pronto: “Entre inmenso alarido, / Una lluvia rabiosa de saetas / Parte del matorral, y de salvajes / Un enjambre fantástico tras ellas. / La bola arrojadiza / Silba y choca del blanco en la cabeza, / Cae al sepulcro el español herido / Amortajado en su armadura negra, / Y los guerreros blancos / Huyen despavoridos por las breñas, / Dejando sangre en la salvaje playa / Y una mujer en la sangrienta arena”.
Pero esos detalles no parecen tenerse en cuenta para el furibundo acusador. Señala otro “cliché de la imperiofobia: el fanatismo católico” es Doña Luz, la otra hermana de Orgaz, “pero que representa la intransigencia”. Y cita, cuando Luz dice “esa estirpe feroz no es raza humana”. Y sí, el personaje está puesto para eso: representar la intransigencia. Blanca, por su parte, le reprocha a su hermano: “¡Qué! ¿Solo duelo y muerte / ha de obtener América de España?” Y esto, que Blanca dice pensando en Tabaré, es visto como un juicio general sobre la acción española.
Y concluye en que Zorrilla “estaría encantado de haber captado para la causa antiespañola al compositor de la zarzuela española más célebre de todos los tiempos”.
¿Usted qué piensa, querido lector?
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