¿Cuál es el principal y más sagrado puesto según los dioses?
Junto al fresno Yggdrasil, allí se reúnen los dioses todos los días.
¿Qué se dice sobre ese fresno?
Yggdrasil es el mayor y más hermoso de todos los árboles; sus ramas se extienden sobre todo el universo y se elevan por encima del cielo. Está sostenido por tres raíces, que se prolongan muy lejos.
Los Eddas
El culto a los árboles tenía una enorme importancia en la Europa arcaica. Hace 5000 años el viejo continente estaba cubierto por frondosas selvas, de las cuales algunas todavía perduraban al inicio de la era cristiana.
Por ejemplo, en el siglo I a.C., la selva herciniana se extendía hacia el este del Rin y no se conocían sus límites. Aquellos germanos que la habían explorado contaron a Julio César que viajaron meses a través de ella sin ver jamás su final.
En Inglaterra, por ejemplo, los bosques de Kent, Surrey y Sussex fueron vestigios de la selva andérida, que en un tiempo ocupó la totalidad del sureste de la isla. Y tal como explica George Fraser, “en el reino de Felipe II los londinenses todavía cazaban al jabalí y al toro salvaje de los bosques de Hampstead”.
En Italia los arqueólogos que han excavado restos de los antiguos pobladores del valle del Po, consideraron que, en tiempos anteriores a la fundación de Roma, el norte de Italia estaba cubierto por una espesa e intransitable selva, en la que se erguían principalmente robles y en menor medida castaños y olmos.
De esa manera, los antiguos pueblos indoeuropeos que llegaron miles de años atrás desde las estepas asiáticas a Europa, como los celtas, por ejemplo, consideraban que los árboles no sólo tenían un espíritu sino también un poder benéfico. Pues, como explica Fraser: “Para el salvaje, el mundo en general está animado y las plantas y los árboles no son excepción de la regla. Piensa él que todos tienen un alma semejante a la suya y los trata de acuerdo con esto”.
Por otra parte, la severidad con la que las antiguas leyes germánicas sancionaban a aquellos que se habían atrevido a cortar un árbol de un bosque sagrado, son testimonio suficiente del valor que tenía el culto de los árboles para estas tribus. “Era vida por vida, la vida de un hombre por la de un árbol. En Upsala, la vieja capital religiosa de Suecia, había un bosque sagrado en el que todos los árboles estaban considerados como divinos […] unos reverenciaban robles notables, otros grandes árboles umbrosos de los que recibían respuestas de oráculos, y otros cuidaban bosquecillos sagrados cercanos a sus casas o aldeas, donde el quebrar una simple ramilla de ellos hubiera sido pecado” (Ibidem).
Por ello, es interesante observar que la etimología de la palabra “Templo”, la cual viene del latín “Templum” y esta, de la raíz indoeuropea “Tem” que significa: “cortar”, “talar”, haría referencia a que los primeros templos eran claros en los bosques hechos artificialmente mediante la tala de árboles, los cuales tenían forma de círculo. La importancia del claro en el medio de la selva, para la noción arcaica de templo, tiene que ver con que los antiguos recintos religiosos eran a cielo abierto o sea el rito, sea cual fuere, sólo podía celebrarse contemplando las estrellas.
De hecho, la noción de templo a cielo abierto permanece todavía de manera simbólica en la mayoría de los templos católicos como basílicas e iglesias. El “oculus” (lat. “ojo”), desde el punto de vista arquitectónico, es una ventana circular u ovalada que está en la cúpula del templo que cumple la función de establecer la conexión con el cielo, o sea de mantener una estructura a cielo abierto.
Esta concepción arquitectónica de templo está íntimamente ligada a la idea de que –para los antiguos– el cuerpo humano, el templo y el universo guardaban analogías y semejanzas entre sí.
El culto del roble
Robert Graves sostiene que el oráculo más antiguo de Grecia fue el de Dodona, que consistía en un santuario en el que se erguía un viejo roble consagrado a Zeus. Según la leyenda, “hace muchísimo tiempo, dos palomas negras volaron desde Egipto; una fue a Amón, en Libia, y la otra a Dodona, y cada una de ellas se posó en un roble, al que declararon oráculo de Zeus. En Dodona las sacerdotisas de Zeus escuchan el arrullo de las palomas, o el susurro de las hojas de roble, o el tintineo de las vasijas de bronce colgadas de las ramas e interpretan el porvenir (Robert Graves, Los mitos griegos).
Es interesante observar que, según el folclore rural europeo, el roble es el árbol del rayo. Y para los antiguos griegos, Zeus era el dios del rayo, pero no sólo del rayo, sino, mejor dicho, era el dios de la lluvia. De ese modo el culto del roble estaba relacionado con las lluvias tan necesarias para la agricultura. Por ello, las sequías, los incendios y otros avatares del clima han estado presente en las poesías religiosas de los pueblos arcaicos, por ejemplo, en los vedas. Ya que tanto los celtas, los griegos, los latinos, los germánicos e hindúes pertenecieron a los pueblos indoeuropeos, que como es sabido tenían un panteón dividido en una lucha eterna entre los dioses de las sombras, de la aridez, contra los dioses de la luz, del sol y de la fertilidad. Los dioses, tanto en los antiguos vedas, tanto en los griegos como romanos, etc., personificaban distintos aspectos de la naturaleza.
Los druidas
Así, los sacerdotes en el mundo celta eran los druidas. Ya el nombre hace una referencia directa al culto del roble. La palabra “druida” proviene de la raíz aria “dr-“, que justamente significa: roble; y la raíz “weid” que designa: saber; por lo que “Druida” sería algo así como “El sabio del roble” o “sabiduría del roble”.
Los druidas eran astrólogos, médicos, magos, profetas, poetas y hasta músicos, en definitiva, eran los encargados de guardar las tradiciones. Pertenecían al tiempo pagano, como hemos visto, donde el prototipo de sabio era aquel que conocía el bosque.
El muérdago y el mito de Balder
El culto del roble realizado por druidas estaba también ligado al muérdago. Desde tiempo inmemoriales el muérdago fue objeto de una veneración supersticiosa en Europa. De hecho, para los druidas no había nada más sagrado que el muérdago que crecía en un roble. Lo recogían con un solemne ritual en el sexto día de la luna. Después del debido preparativo con un festín sacrificial bajo el árbol, traían al lugar dos toros blancos cuyos cuernos no habían sido uncidos nunca. Un sacerdote vestido de blanco trepaba por el árbol y con una hoz de oro cortaba el muérdago, que recogía en una tela blanca. Creían que una poción preparada con muérdago haría fértiles a los animales estériles y consideraban también que la planta era un remedio contra todos los venenos (George Fraser).
Sin embargo, el muérdago también tenía una significación más profunda vinculada al mito escandinavo de Balder. Según las antiguas leyendas nórdicas, Balder era el más hermoso de los dioses y era la mismísima personificación del sol. Pero, según los augurios, su vida iba a ser muy breve, por lo que Odín hizo jurar a todas las criaturas, los animales y los vegetales que no le causarían ningún daño a su hijo. Pero el muérdago, como entonces era muy pequeño, no realizó el juramento. Para celebrar que Balder era invencible, los otros dioses se divertían con un juego en que todos podían lanzar lo que quisieran contra él. Pero Loki, que sabía que el muérdago no había hecho el juramento, se disfrazó de anciana y fue en busca del brote de muérdago con el que hizo una flecha. Así, se lo dio al hermano ciego de Balder, llamado Hodur, quien, con su ayuda, lanzó contra Balder el proyectil, matándole en el instante.
La idea tras esta leyenda es que, durante el invierno, cuando los robles quedaban sin follaje y el muérdago permanecía verde a causa de sus hojas perennes, los adoradores del árbol lo consideraban como un signo de que la vida divina, que había cesado de animar las ramas, sobrevivía aún en el muérdago. Por esto, cuando tenían que quemar o cortar al árbol sagrado, era necesario empezar arrancando el muérdago, pues mientras el muérdago permaneciera el roble sería invulnerable (Ibidem).
Por otra parte, en el mito escandinavo de Odín, el árbol Yggdrasil cumple la función de ser por un lado un axis mundi, o sea un eje del mundo por el cual se puede viajar desde las profundidades de la tierra hasta el cielo y, por otro, un árbol iniciático. De hecho, Yggdrasil quiere decir: “el caballo de Ygg”, que es uno de los nombres de Odín. Por ello, tras quedar colgado de este árbol durante nueve días y nueve noches, Odín resurge de la muerte con el conocimiento de las runas y de los cantos mágicos.
TE PUEDE INTERESAR: