La muerte tendrá tus ojos. Mercedes Rosende. TUSQUETS. Mayo 2022. 396 págs., $890.
Lo policial es un género infrecuentemente abordado en nuestra literatura. Pero lo excepcional de esta obra deviene de su autora que ha desarrollado una sólida trayectoria; Demasiados blues, Mujer equivocada, El miserere de los cocodrilos, Que ganas de no verte nunca más. Aquí hay una apuesta sistemática a construir una literatura inteligente, mordaz con todas las categorías de lo hipotéticamente correcto y que recupera algunos de los preceptos de los maestros de la novela negra. Esto es, lo que quizás sea demasiado arriesgado poner en un ensayo de tintes sociológicos quizás subrepticiamente pueda explicitarse en una trama hipotéticamente policial. Bajar a los sótanos de la sociedad y adentrarse en los demonios individuales puede ser un buen ejercicio para tener una visión más acabada de la buena sociedad, habitualmente barnizada con un sacro manto de hipocresía.
Rosende, nacida en Montevideo, pero con residencia en España, es asimismo una magister en Derecho. De la confluencia con su pluma periodística surgen heroínas bastante más reales a las habituales. En esta instancia, la trama nos lleva a un lugar y una temática ominosamente cercana.
“¿Qué sucede si tu superior jerárquico te encarga un informe, delicado y comprometedor, que definirá la licitación de un puerto? Una trama de intereses contrapuestos, un peligroso negocio de muerte y de crimen medioambiental pondrá en riesgo el sentido de la ética y la integridad física de Lía, la protagonista”.
“Una novela con los ingredientes del género negro; intriga, crítica social, acción. Una protagonista que se ve inmersa en el mundo del delito, en una relación inconveniente, en sus propios miedos y su rabia, una narración en la que hay humor e ironía, violencia y deseos de venganza, una visión crítica de la lacra imparable de la corrupción, de la delgada línea que nos depara a todos de la inmoralidad”.
“La cortina de la ducha era gruesa y opaca, no dejaba traslucir en interior. Tendría que acercarme, tendría que correrla. Respiré profundamente, traté de no pensar. ¿Por qué tenía miedo? Había revisado el resto de la casa y no había nadie”.
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