NACIONALES 8 de octubre de 1951
“El día de hoy nos separa un siglo de uno de los episodios bélicos más culminantes de nuestra historia…”, comenzaba recordando La Mañana sobre el fin de la llamada Guerra Grande, conflicto que se produjo en el área del Río de la Plata entre el 10 de marzo de 1839 y el 8 de octubre de 1851.
Se trató de un conflicto internacional desarrollado en territorio del recientemente creado Estado Oriental. Por un lado, el depuesto general Oribe tenia el apoyo del gobierno de Juan Manuel de Rosas, y por otro lado, la intervención extranjera anglofrancesa que se apoyaba en los unitarios argentinos, buscaba afanosamente el apoyo del general Fructuoso Rivera. El astuto caudillo oriental en algún momento se dió cuenta que dentro de los muros de la ciudad denominada por Alejandro Dumas “La Nueva Troya” ya no se hablaba ni siquiera castellano. Cuando quiso poner fin a la guerra fratricida y buscó concertar la paz con su compadre Oribe, los “prohombres de la Defensa” decidieron hacerlo prisionero y lo enviaron en un barco francés a la prisión de Santa Cruz en Río de Janeiro, de donde regresaría para morir turbeculoso en 1854. Se aprovechó esta ausencia para que Andrés Lamas negociara el nuevo tratado de límites con el Imperio de Brasil renunciando a las Misiones Orientales.
Enfrentamiento de divisas
Tras la elección como presidente de Manuel Oribe en 1835, éste designó a Rivera como Comandante General de la Campaña, cargo que le permitiría a Rivera mantener una fuerte gravitación política, lo que a la postre lo llevó al enfrentamiento con Oribe. Removido del cargo, Rivera se alzó en armas en julio de 1836, en Carpintería (Durazno), lugar en el que por primera vez los bandos enfrentados utilizarían los colores que los identificarían para siempre (blanco y colorado), perfilando definitivamente los partidos que se venían insinuando desde las guerras por la independencia.
Rivera volvió luego al gobierno, aunque el conflicto con Oribe continuó, degenerando en la Guerra Grande (1839-1851), conflicto que se internacionalizó mediante el apoyo que franceses, brasileños y unitarios argentinos.
Realizadas nuevas elecciones parlamentarias en diciembre del mismo año, fue electo nuevamente presidente constitucional el 1º de marzo de 1839, esta vez con el apoyo de veintiocho legisladores en veintinueve presentes. Este segundo mandato estuvo signado por la Guerra Grande, que había formalmente comenzado el 10 de febrero de 1839 cuando Rivera declaró la guerra a Rosas, que seguía reconociendo a Oribe como Presidente constitucional. Derrotado por Oribe, jefe del ejército rosista, en la batalla de Arroyo Grande, Entre Ríos, el 6 de diciembre de 1842, en febrero de 1843 se inició el sitio de Montevideo.
Sus diferencias con los dirigentes doctorales de Montevideo y su derrota en India Muerta, llevaron a Rivera al exilio en 1845, del que regresó en 1846. Los intentos del líder colorado por acordar la paz con Oribe lo enfrentaron al gobierno de la Defensa. Tras el levantamiento de 1853, que terminó con el gobierno del presidente Juan Francisco Giró, Rivera fue convocado para integrar un triunvirato junto a Juan Antonio Lavalleja y Venancio Flores.
Actos de concordia encaminados a cicatrizar heridas de la guerra
En su obra “Anales Históricos del Uruguay”, Eduardo Acevedo relataba los acontecimientos luego del levantamiento del sitio. “Describiendo el movimiento que se produjo a uno y otro lado de los muros de la plaza el 8 de octubre, la prensa de la época escribía: «Apenas fue conocido por el pueblo de Montevideo que el sitio se había levantado y que estaba franca la comunicación con el campo sitiador, fue inmenso el gentío que se dirigió fuera de la ciudad, del mismo modo que el que entraba a ella.
Era sublime ver como en una hora se habían olvidado todas las desgracias e infortunios de nueve años, todas las rivalidades de partido, ante una idea santa: somos todos orientales; seamos, pues, hermanos. No se encontraban sino parientes y amigos de la infancia que la guerra había separado»”.
“El gobierno de Suárez concurría con manos llenas a esa obra de pacificación. Decía en su mensaje a la Asamblea Nacional: «La guerra ha terminado y la República está en pacífica posesión de su independencia»”.
Por un decreto de esos días, se dividió a la campaña en cuatro grandes comandancias militares, dos de las cuales fueron confiadas a jefes del partido blanco, los generales Juan Antonio Lavalleja y Servando Gómez, con el fin de asegurar el orden y la libertad interior de la campaña, según consignaba el Ministro de Guerra general Batlle.
«El Gobierno desea que uno de los bienes que el país reporte sea el olvido absoluto de las opiniones anteriores y la unión de todos sus hijos». Además, quedó prohibido el uso de las divisas colorada y blanca y solo se permitía como distintivo político la escarapela nacional. También fueron disueltas las legiones extranjeras.
Beatificación de la Madre Rubatto
INTERNACIONALES
11 de octubre de 1993
“En una ceremonia celebrada ayer en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, Juan Pablo II proclamó beata a la religiosa italiana María Francisca Rubatto, fundadora de las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano”, relataba La Mañana sobre la conocida como Madre Rubatto, “la primera beata uruguaya”, por su extensa labor de más de 12 años en nuestro país entre 1892 y 1904. La beata Rubatto nació en 1844 en Turín, al norte de Italia, y murió en 1904 en Montevideo, donde reposan sus restos mortales. Comenzó trabajando y realizando obras de caridad en su ciudad natal, y luego se trasladó a Loano, donde vistió el hábito religioso de las hijas de San Francisco fundando el Instituto de las Hermanas Capuchinas.
“En 1891 comenzó, ya implantada su obra, a mirar a Iberoamérica, tierra de promisión para muchos italianos de la época, llevando su obra a Montevideo”. La Madre Rubatto trabajó con mujeres, niños y adolescentes en barrios periféricos, y en Belvedere fundó un taller de corte y confección que luego se transformó en el Colegio San José de la Providencia. La Agencia EFE informaba para La Mañana sobre la ceremonia: “En la homilía de la misa de beatificación, Juan Pablo II manifestó que ‘hizo de su existencia un servicio continuo a los últimos, testimoniando el especial amor que Dios tiene para con los pequeños y humildes’. El pontífice pidió que la nueva beata ‘continúe su testimonio de la caridad aún hoy, en los campos de apostolado de la Congregación, contribuyendo a hacer alcanzar a todos, en particular a los que sufren, la invitación universal al banquete celestial’”.
Orson Welles, un auténtico genio del cine
INTERNACIONALES
11 de octubre de 1985
El Diario despedía en su tapa del viernes al actor, director, guionista y productor de cine estadounidense: “El mundo del espectáculo despide acongojado a otro gigante de la escena que muere. Ayer, víctima de un paro cardíaco, dejó de existir Orson Welles, uno de los últimos genios del escenario, que revolucionó con su técnica el lenguaje cinematográfico de toda una época”. “Prodigioso genio dramático, que fue catalogado como el ‘niño malo’ de Hollywood, a pesar de haber realizado ‘El Ciudadano’ (Citizen Kane), murió ayer aparentemente de causas naturales. Tenía 70 años de edad”.
“El actor-director, cuyo tamaño era casi tan grande cómo su genio, había estado bajo tratamiento por un mal cardiaco y diabetes. En una reciente entrevista, Welles -quien vivió la vida hasta el límite- dijo sobre la muerte: ‘Yo me regocijo ante la presencia de la muerte, pues pienso que es lo que hace que la vida sea brillante y bella’. Además de su logro monumental con El Ciudadano en 1941 (que protagonizó y dirigió), considerada por gran número de críticos de cine como el mejor filme jamás hecho, Welles era conocido por su adaptación a la radio en 1938 de La guerra de los mundos, de H. G. Wells. A pesar de haber advertido que el programa era una ficción, la realización fue de un realismo tal que muchos habitantes del país se lanzaron aterrorizados a las calles para huir de ‘la invasión de los marcianos’. La repercusión del incidente fue tal que le abrió las puertas a Hollywood, siendo invitado a realizar películas”.
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