La raza cósmica. José Vasconcelos. Editorial Porrúa, 164 págs. 1948.
En épocas signadas por la xenofobia y el desprecio soterrado a los pueblos sojuzgados durante siglos, es bueno abrevar en una fuente poco frecuente: José Vasconcelos.
El “Maestro de América” nació en Oaxaca, México, en 1882, fue abogado, político, escritor, educador, rector de la UNAM y filósofo definitorio en la construcción del pensamiento latinoamericano. Su longeva vida atravesó lo que, habitualmente, se denomina una “época interesante”, en el proceso de consolidación de la República de México y todas las contradicciones ideológicas y geopolíticas de su tiempo.
Educado en la frontera mexicana, asiste a la escuela en Texas, experiencia de la cual logra un perfecto bilingüismo y asumir el hecho de una patria “demasiado lejos de Dios, demasiado cerca de Estados Unidos”. Pocos años más tarde, con otros jóvenes, cuestionará los excesos de la educación positivista impuesta por Porfirio Díaz, rechazando el determinismo y el mecanicismo del positivismo comtiano y spenceriano. Desde el Ateneo de México llaman a generar un proyecto educativo más amplio, que rechaza el determinismo biológico del racismo y que asumiese como objetivo central enfrentar los costos sociales generados por los procesos de cambio, como la industrialización y la concentración urbana. Por lo tanto, proponen la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento y, antes que nada, la reafirmación de los valores culturales, éticos y estéticos por los cuales América Latina pasa a tener una identidad propia. Esto, obviamente, era una crítica demoledora a los presupuestos ideológicos del porfiriato, que al igual que un Mitre o un Sarmiento, definidos por un no tan subyacente desprecio a lo nacional y su contracara; el embelesamiento con lo europeo y, especialmente, con lo norteamericano, visto como meta y camino a esa Meca, que es el progreso utilitarista.
Su compromiso con lo social lo lleva a participar, de forma activa, en la campaña de Madero, tras el escandaloso fraude de 1910. Se suceden los diversos eventos de la Revolución mexicana, y Vasconcelos debe marchar sucesivamente al exilio, recién en 1920 puede retornar para asumir, ahora sí, el rectorado de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Yo no vengo a trabajar por la universidad, sino a pedir que la universidad trabaje por el pueblo”. La tan necesaria reconstrucción de la sociedad mexicana solo podía ser posible por medio de la educación y la acción social. Y comienza con su prometeico proyecto de humanizar a la comunidad universitaria, y por el cual los mexicanos deben difundir su propia patria, con la gran patria hispanoamericana, como una nueva expresión de los destinos humanos: de ahí el lema, que hasta el día de hoy permanece, de la UNAM: por mi raza hablará el espíritu.
Como secretario de educación se implementa una enorme transformación educativa, por el cual cada maestro rural se convierte en un “apóstol de la educación”, generando lo que se llamaron las Misiones Culturales de alto impacto allende fronteras. Su apoyo a la cultura en sus más diversos ámbitos implicó el apoyo a los muralistas Siqueiros, Orozco, Rivera, a la poetisa Gabriela Mistral o al insigne filósofo y político peruano Luis Haya de la Torre. Pero el fraude vergonzoso del 29 lo empuja nuevamente al exilio. Una etapa fermental en su obra filosófica, pero signada por equívocos ideológicos. Dolido por sus confrontaciones con cierta izquierda (la cual atentó contra su vida), aunado a su animadversión, no al pueblo, pero sí a la continua injerencia imperialista norteamericana en nuestro continente, tuvo una etapa de acercamiento a las potencias del eje. Y es una paradoja por la cual el gran filósofo del mestizaje y de la raza cósmica bordeara esas aguas sórdidas. El propio Vasconcelos cierra esa etapa con una fuerte declaración rechazando el horror del totalitarismo de signo racista.
Dentro de la frondosa elaboración teórica del maestro, cabe destacar La Raza Cósmica, pues vertebra un discurso redentor a los pueblos iberoamericanos. La tan vituperada mezcla racial deviene en redención para la humanidad, allí donde latinos, africanos, amerindios y asiáticos convergen en una sola raza, en donde se generará nueva civilización. Vasconcelos es terminante; la civilización comienza a decaer cuando se encierra en sí misma, negándose a contactar con el exterior. Quien quiera oír, que oiga.
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