¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio). Pablo Stefanoni. SIGLO VEINTIUNO EDITORES. 2021. 224 págs., $890.
Dos eventos concomitantes centran la atención en la arena política: las izquierdas, en especial en su versión “progresista”, han perdido su impronta de rebeldía, desobediencia y transgresión que aparentemente hacían a su definición política y, por otra parte, esa capacidad histórica para capitalizar la indignación social quedó en manos de derechas diversas que, definidas tradicionalmente como defensoras del statu quo, pasaron a ser las propulsoras de vías para transformar la realidad.
Se pueden estudiar fenómenos con cierto paralelismo en los años 20 y 30 del s. XX, pero la situación es radicalmente distinta. Al decir del británico Mark Fisher, el problema actual de las izquierdas no reside solo en su dificultad para llevar adelante proyectos transformadores, sino en su incapacidad para imaginarlos. Y Tony Judt, teórico socialdemócrata, lo redefine de un modo casi caustico: “Estamos intuitivamente familiarizados con los problemas de la injusticia, la falta de equidad, la desigualdad y la inmoralidad –solo que hemos olvidado cómo hablar de ellos–. La socialdemocracia articuló estas cuestiones en el pasado, hasta que perdió el rumbo”.
De hecho, parte del uso impreciso y descafeinado del término “progresismo” está directamente relacionado con estas crisis de las izquierdas reformistas. La creciente certeza que inunda a estos sectores es el quiebre de la idea misma de progreso. “Ahora vemos cómo se terminan los recursos, el agua, el petróleo y el aire limpio, y cómo se extinguen los ecosistemas y su diversidad”.
Pablo Stefanoni nos introduce en un mundo en el que las categorías clásicas son muy poco operativas. De hecho, ilustra cómo las llamadas derechas tradicionales quedaron estupefactas frente las derechas llamadas alternativas. Algo de esto estamos presenciando en la vecina orilla, donde los llamados libertarios han asumido un discurso muy distinto al de los sectores liberales de antaño, en especial por su radicalismo (“quemar el Banco Central”) y por su auditorio. El enemigo ya no es ni siquiera el marxismo, sino muy en especial el sistema político en sí (la casta política) y cualquier atisbo de presencia estatal y política económica de cuño keynesiano.
Un texto ineludible para pensar nuevas realidades.
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