La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó la identidad de la clase trabajadora. Daniel Bernabé. AKAL. 2018.
Un trabajador social, librero, periodista y marxista español se atrevió a perpetrar un ensayo en el que varias de las vacas sagradas de lo políticamente correcto quedan en entredicho. Y en algo no tan frecuente ya lleva 10 ediciones. Las respuestas desde el Olimpo han sido tronantes.
“Llegaron a España las guerras culturales, conflictos en torno a derechos civiles y representación de colectivos que situaban lo problemático no en lo económico o lo laboral y mucho menos en lo estructural, sino en campos meramente simbólicos. El matrimonio homosexual, la memoria histórica, el lenguaje de género o la educación para la ciudadanía empezaron a copar portadas de los medios y a crear polémica.
¿Estamos afirmando que los ejemplos mencionados carecen de importancia? En absoluto. Es importante que un grupo social pueda tener los mismos derechos civiles que el resto o reconocer desde las instituciones nuestra historia y la dignidad de los republicanos olvidados. Lo que decimos es que estos conflictos culturales tenían un valor simbólico, en tanto que permitían a un gobierno que hacía políticas de derechas en lo económico validar frente a sus votantes su carácter progresista al embarcarse en estas cuestiones”.
La izquierda históricamente presentaba un discurso emancipador, liberador, dirigido a lo universal. Esto es: se luchaba por una sociedad más justa para todos. Con el auge de los enfoques relativistas, postmodernos, se abandonó crecientemente un gran relato que uniese a personas diferentes en un objetivo común y se pasó a un modelo que privilegia demarcar las especificidades para calmar la angustia de un presente ominoso.
“Cuando los independentistas catalanes convocaron una butifarrada festiva… un sector vegano protestó al tratarse de una comida con carne que no contemplaba su dieta. Existe un movimiento, los antinatalistas, que indignados ante el “capitalismo terrible y despiadado” que vivimos, propugna no luchar política y organizadamente, sino no tener hijos para así acabar con la especie humana. Cuando un periodista tituló “Mierda animal sobre los restos de las víctimas” para denunciar que sobre las fosas de la época de la Guerra Civil se había establecido un establo con ganado, fue acusado de “especista”, esto es, de discriminar a los animales por considerarlos especies inferiores”.
Un libro que impulsa a una actividad poco tradicional: pensar.
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