La historia no siempre tiene un sentido lógico o predecible, sino que muchas veces el modo en que se relacionan los hechos puede ser de algún modo fantástico o insólito. Esto sucede con la historia de la producción de la yerba mate en Sudamérica, en la que pocos sospecharán que Friedrich Nietzsche, el filósofo alemán y autor de la reconocida obra “Así hablaba Zaratustra”, estuvo a punto de verse involucrado en una empresa agrícola en Paraguay.
La razón de ello fue que detrás de ese proyecto agrícola estaba una colonia alemana “Nueva Germania”, en la que tuvo un papel activo y fundacional su hermana Elisabeth Nietzsche y su marido Bernhard Förster. A través de las cartas que enviaba Elisabeth, podemos ver los deseos que ella tenía de que Friedrich Nietzsche viajara a Paraguay para participar en el proyecto productivo de la colonia, que años más tarde pasaría a la historia por ser los pioneros, después de los expulsados jesuitas, en el desarrollo de la germinación de la semilla de la yerba mate.
Yerba mate
Sin embargo, para comprender esta historia mejor, será necesario ir al principio y ver un poco cómo fue el devenir de la yerba mate. Los antecedentes sobre la yerba mate (Ilex paraguariensis) muestran que tenía mucha importancia en la cultura de los guaraníes que vivían entre las tierras circundantes a los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay. El hábitat de generación natural de la yerba mate se encontraba en la cuenca selvática del río Paraná. También era posible hallarla en otros espacios más secos como el nordeste argentino, en el este de Paraguay y en el oeste de los estados de Paraná y Santa Catarina de Brasil.
El nombre que se le daba a la yerba era “Caá” (guaraní: yerba) y “Matí” (palabra quechua que designa a la calabaza en la que se bebe la infusión). Ruíz Díaz de Guzmán le adjudica al criollo Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) el descubrimiento del uso de las hojas de yerba mate en 1592, reconociendo que su consumo era un estimulante contra la fatiga. Pero luego las posturas fueron cambiando y el hábito de consumo del mate fue tenido por un vicio mal visto por la comunidad de Asunción hasta que en 1596, el propio gobernador Hernando Arias de Saavedra prohibió su consumo. Los primeros jesuitas establecidos en Paraguay hacia el 1600 también tuvieron la misma postura en principio. Pero pasado un tiempo la comunidad en general consideró que el consumo de yerba mate no era tan malo y 60 años después habrían comenzado a implantar yerbales en las cercanías de cada pueblo de las Misiones Jesuíticas. Desde entonces se daría comienzo a una gran transformación en lo que respectaría a la yerba mate, pues se pasaría por primera vez de un modelo extractivista, pues los guaraníes consumían la yerba que crecía en los yerbatales naturales, pasando a un modelo productivista, mediante la agricultura, haciendo que la especie inicie su proceso de domesticación.
Los primeros yerbales que se lograron implantar fueron a partir de plantas traídas de sus lugares naturales de crecimiento, pero fueron clérigos jesuitas misioneros, José de Arce y Bernardo Nusdorffer, que lograron la germinación de semillas y las primeras técnicas de su cultivo. Este no es un dato menor y hay que otorgarle la importancia que merece pues toda la historia de la producción de la yerba mate depende del conocimiento de la germinación de su semilla: “Este hecho debe ser atendido con especial consideración; haber logrado la germinación de las semillas de yerba mate, una especie prácticamente desconocida para quienes la manipulaban por primera vez, que presenta un alto nivel de dormancia asociada a su embriogénesis tardía, muy bajo poder germinativo (23% en promedio) y una tolerancia intermedia a la deshidratación”. (Yerba mate. Reseña Histórica y Estadística. Producción e Industrialización en el siglo XXI, Coord. y Ed., Capellari, Pablo Leandro).
Tanta relevancia cobró el cultivo que con el paso del tiempo las Misiones Jesuíticas pasarían a depender económicamente de su producción, convirtiéndose la yerba mate en un codiciado bien que funcionaba como moneda de cambio tanto para pagar tributo al Rey de España como para comerciar con otras ciudades coloniales.
Pero habiendo sido expulsados los jesuitas, los yerbales cayeron en abandono, y se perdieron los conocimientos en cuanto a sus técnicas y sus modos de cultivo, especialmente toda la información relativa a la germinación de su semilla. Entonces habrá que esperar hasta finales del siglo XIX, a la llegada de esos colonos alemanes que fundarían “Nueva Germania” para que la producción por medio de germinación vuelva a reanudarse.
De los jesuitas a “Nueva Germania”
En 1886, tras haber pasado por la ciudad de Montevideo, llegaron a Asunción del Paraguay unas 40 familias provenientes de Alemania, con el propósito de fundar una colonia “Nueva Germania”, inspirados por las ideas de Elisabeth Nietzsche, hermana de Friedrich Nietzsche, el filósofo alemán que por ese entonces había publicado “Más allá del bien y del mal” y un año antes había concluido la cuarta parte de “Así hablaba Zaratustra”.
Elisabeth Nietzsche, junto a su marido Bernhard Förster, veían en Europa una decadencia económica y moral propia de la antesala del siglo XX, por lo que querían fundar un espacio en el que la cultura alemana se preservase de cualquier contaminación foránea y pudiesen vivir de la tierra, manteniendo una dieta estricta a base de vegetales. Sus ideas eran inspiradas por Richard Wagner, al cual admiraban con devoción, y también estaban influidos por la lectura de “Utopía” de Tomás Moro.
Tras haber pasado dos años en Asunción, el 5 de marzo de 1888, Elisabeth (Nietzsche) Förster pudo hacer su entrada en la colonia, situada a 200 kilómetros al norte de la capital. Ella desde un principio quiso convencer a Friedrich de invertir en Paraguay y asentarse allá con ellos. Sin embargo, Nietzsche tenía grandes desavenencias ideológicas con el marido de ella y se lo expresó en varias cartas. Además, él sentía que su lugar era en Europa, como lo expresó en una carta del 3 de noviembre de 1886: “Por nada en el mundo me mudaría a un lugar donde, si no estoy mal informado, no existe ni siquiera una buena biblioteca. Dicho entre nosotros, querida hermana, dada mi posición en relación con la vida y la tarea que debo cumplir, necesito a Europa pues es la sede de las ciencias en este mundo, además hasta ahora no he encontrado razones que me quiten el gusto de quedarme; y justamente aquellos grandes movimientos y cambios que quizás tengan lugar en los próximos veinte años encuentran en mí a un observador muy bien preparado y profundamente involucrado”, (Nietzsche y Paraguay, Heinz Schneppen).
De todos modos, Nietzsche adquirió algunas propiedades en Paraguay a las que nunca llegó a visitar, pero durante un período anterior a su enfermedad, por medio de sus cartas, sabemos que Paraguay estuvo presente en sus pensamientos. Después de la muerte de Förster en 1889, Elisabeth vendió su propiedad y en 1895 se despidió definitivamente de “Nueva Germania”, alegando que desde entonces se dedicaría al cuidado de su hermano ya enfermo, y a promover el legado de su obra. En definitiva, fue su hermana la que durante años convirtió en mito la obra de Nietzsche, teniendo un papel esencial en su promoción.
“Nueva Germania” siguió existiendo y fue Federico Neumann, uno de sus integrantes, quien luego de muchos años de intentos fracasados pudo obtener la germinación de semillas de yerba mate en 1896. E implantó yerbales racionales en 1901, obteniendo por primera vez después de más de un siglo desde la expulsión de los jesuitas, un producto elaborado a partir de plantas cultivadas.
Así, en “Nueva Germania” la yerba mate y la filosofía alemana mantuvieron un encuentro, y en Paraguay hasta la actualidad es tema recurrente en el aula de Filosofía. De hecho, en 2019 se estrenó una película llamada “Un suelo lejano” sobre un profesor de filosofía que viaja con sus alumnos a la actual “Nueva Germania”. Imaginarnos por un instante los últimos años de Nietzsche habitando en su terruño paraguayo no carecería de interés, al menos desde lo puramente literario, y acaso nos lleve al recuerdo de aquellas palabras de Borges cuando llamó a Funes, “Zaratustra cimarrón”.
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