Ya Rodó en su Ariel preveía lo que desde hace varias décadas en nuestro país como en el resto de Sudamérica se ha incentivado a través de diversos organismos internacionales, como también por medio de agentes nacionales especializados en educación y cultura la cuestión sobre cómo educar o enseñar a las nuevas generaciones los conocimientos o saberes que deberían ser indispensables para vivir en el mundo contemporáneo.
“¡La orquesta está sonando hermosa! Cantan los violines y las arpas, el órgano pone sus bajo profundos, flautas y trompetas vuelan airosas por lo alto […] Estamos disfrutando un exquisito concierto del 1700. Lo único extraño es que no nos rodea una ciudad de Europa, sino la más espesa selva del río Paraná. Estamos en algún pueblo de las Misiones, en San Miguel tal vez […] Los expertos músicos que tocan no son rubios de ojos azules. Son cobrizos, de oscuros ojos y pelo muy lacio. Son indios guaraníes… Un viajero europeo que los escuchó tocar y cantar, opinó: ¡No tienen nada que envidiarle a Viena!”
Prof. Jesús Perdomo, “La tropeada más grande de la historia”, Revista histórica rochense.
Vocablos como educación, instrucción, enseñanza, pedagogía han suscitado todo tipo de especulaciones, y hasta finos académicos han hurgado sustanciales diferencias entre esas palabras, aunque en el fondo tales distinciones sólo los condujeron a una pérdida de foco del objeto real de estudio del que se trataba, que era: cómo aprender, qué aprender.
Por ello me parece importante rescatar la ejemplar labor que desarrollaron los jesuitas particularmente en Paraguay y las Misiones orientales y occidentales del río Uruguay, donde no sólo trajeron una historia sagrada, la cristiana, sino que además introdujeron y proporcionaron a los nativos americanos un sistema universitario basado en los clásicos griegos y latinos. Hay que tener en cuenta que los jesuitas fueron los fundadores de la Universidad de Córdoba en 1621, de la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca en 1624 en Sucre, Bolivia, La Real Universidad de San Ignacio de Loyola en 1622, en Cuzco, Perú. Además, en este último funcionaría la primera imprenta en el colegio jesuita de Lima. Además, desarrollarían un nuevo tipo de sociedad en la que los pueblos originarios y europeos vivieron una experiencia única en la historia de las culturas.
La República de Platón y los guaraníes
Las misiones Jesuíticas fueron creadas y promovidas por Hernandarias y constituyeron uno de los ejemplos más exitosos de convivencia entre europeos e indígenas guaraníes, siendo fundamental para estos últimos, la protección que significaron las misiones frente a las amenazas de la esclavitud y de los abusos de los encomenderos. Por otra parte, las misiones funcionaron como un muro de contención para las bandas portugueses que rapiñaban y asaltaban esos territorios. (José María Rosa, Historia argentina, T.1).
La organización social, política y económica que desarrollaron estos jesuitas misioneros fue un tipo de estado socialista en el que el trabajo y los frutos del mismo se dividían por igual entre todos los integrantes de la comunidad. Esto permitió a cada integrante de estas aldeas vivir mejor que cualquier europeo promedio de la época (ya que cada adulto guaraní recibía por día un kilo de carne y los niños medio kilo de carne, además de hortalizas y otros productos alimenticios). A todo esto, hay que sumarle la educación en los oficios, que alcanzó un nivel de excelencia en sus distintos rubros, disponiendo de completos talleres de carpintería, de herrería, de luthería, de hilandería, y de hornos de cerámica.
El jesuita Juan Manuel Peramás editó en 1793 en Florencia, Italia, La República de Platón y los guaraníes. En sus viajes había visitado las misiones y estaba impresionado de lo que había visto, realizando una comparación punto por punto con el Estado ideal de Platón.
Para los jesuitas la idea de ciudad estaba basada en el concepto de San Agustín de “La ciudad de Dios” en la que vivir en comunidad tenía que ver con el respeto a ciertos principios como la caridad, la fe, y la justicia.
Así, la idea de pueblo-ciudad misionero jesuítico era un espacio urbano-rural, que no excluía a la tradición cultural indígena, y se sustentaba en el eje antiguo y común a todos los pueblos que era el respeto por lo sagrado. De ese modo para los pueblos guaraníticos de la cuenca de los ríos Paraná y Uruguay, no hubo una ruptura entre lo anterior y lo nuevo que llegaba a instalarse. Porque los jesuitas buscaron desde un principio que el uso del suelo y de la naturaleza continuara siendo armónico, integrando la cosmovisión guaraní que consideraba al hombre formando parte de la naturaleza. Y comprendiendo aspectos que eran comunes a ambas religiosidades.
Pedagogía jesuita
Las órdenes religiosas, establecidas en América durante los siglos XVI y XVII, realizaron una labor no solamente en el campo evangélico, sino en diferentes actividades: salud, educación e investigación de la naturaleza, la geografía, la historia, la lingüística y otras áreas. Al comprender los patrones culturales de las poblaciones aborígenes, al explorar y comprender el alma india, la meritoria labor educativa de entonces fue originando la llamada por Mariano Picón Salas “pedagogía de la evangelización” o “pedagogía misionera” (Elmer Robles Ortiz, La pedagogía misionera de José de Acosta).
El método educativo de los jesuitas no sólo consideraba a los libros como única fuente de conocimiento, sino que también practicaron el método de observación de los fenómenos naturales y sociales. Aun así la edición de libros por parte de los jesuitas fue inmensa llegando a editar 9000 obras de los cuales 1000 estaban escritas en guaraní.
La idea de fondo de la pedagogía de los jesuitas era que la población nativa debía “ser instruida de modo distinto” al de otros grupos humanos de otras partes del mundo.
Los jesuitas consideraban que era indispensable para ellos aprender el guaraní para poder transmitir esos conocimientos, por lo que las misiones fueron una comunidad plenamente bilingüe, ya que los jesuitas aprendieron el guaraní como los guaraníes aprendieron castellano, y el latín en algunos casos. Esto hizo que el enriquecimiento cultural fuera mutuo.
Así, esta plasticidad educativa que hoy en día está en boca de muchos pero que pocos saben practicar, fue la base del éxito de los jesuitas en el territorio misionero.
“Para un maestro malo, todos los discípulos son estúpidos”
La frase pertenece al pedagogo jesuita José de Acosta. Sus ideas que eran una síntesis del humanismo del siglo XVI y de las ideas educativas de San Ignacio de Loyola. Fue un hombre clarividente con el cual coinciden en líneas importantes, diversas teorías psicopedagógicas y humanistas de amplia repercusión en la actualidad. En sus textos también se encuentran aportes sobre el diseño y ejecución del proceso de enseñanza-aprendizaje, tales como: trato cordial a los alumnos, propósitos, motivación, métodos, medios y evaluación del rendimiento (Ibidem). Su trabajo se basa en que es fundamental para desarrollar un efectivo proceso educativo, que el maestro se responsabilice en hacer llegar su mensaje del modo más apropiado posible según la forma de ser de sus aprendices. Pero en ningún caso recomienda no enseñar un conocimiento por considerar que el alumno sea incapaz de aprenderlo.
Así llegamos a entender, por qué el concierto de los indios guaraníes del que nos hablaba J. Perdomo al principio, era un bello ejemplo de algo que hoy en pleno siglo XXI parecería imposible. Sin embargo, mediante la organización y la fe en casi 200 años la comunidad jesuítico-guaraní alcanzó la excelencia educativa.
Lastimosamente, el hombre occidental en su creencia de un progreso ilimitado sigue demoliendo los cimientos de su casa que es, a pesar de todo lo que se diga, la tradición grecolatina. Entonces nuevas ideologías políticas, identitarias, étnicas han desplazado un modo de enseñar que tenía más de 2000 años, si nos remitimos como antecedente a la famosa Academia de Platón.
En definitiva, deberíamos aprender más de aquellos misioneros que ante el desafío de transmitir sus saberes a un pueblo cuya cultura era completamente diferente a la suya, se aplicaron con humildad a su labor, fomentando un intercambio cultural verdaderamente exitoso y que fue el germen de nuestra esencia sudamericana.
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