Para el escritor y periodista Luis M. Pérez, en cultura no puede haber homogeneidad. En entrevista con La Mañana, señaló que las semejanzas no hacen al arte y no crean seres sensibles. “Por el contrario, son productores de un atolondramiento de las masas y un atropello de sus libertades”.
Poeta, narrador, ensayista, periodista, editor, gestor cultural y activista social. Luis M. Pérez es dueño de una obra que se ha editado en catorce países y traducido al portugués, italiano, alemán, inglés, gallego, filipino, chino y japonés.
Desde su experiencia y trayectoria, ¿qué opina de la situación cultural que vive Uruguay hoy?
Más allá de la pandemia, seguimos en el mismo deterioro social que nos han dejado la educación y la cultura en las últimas décadas. Vamos cada vez más hacia la estupidización generalizada. Pareciera que haya entrado con fuego en cada uruguayo aquello que decía sin sentido el expresidente Mujica, que estudiar no servía para nada. Y abrió una catarata de agravios barbáricos hacia los profesionales. Nadie se animó en su momento a poner el freno.
En cultura no puede haber homogeneidad. Las semejanzas no hacen al arte, no crean seres sensibles. Por el contrario, son productores de un atolondramiento de las masas y un atropello de sus libertades. Es inaceptable las diferentes propuestas que los canales de televisión abierta ofrecen. ¿Acaso algún jerarca se ha sentado a negociar con los directivos de los canales privados que usan una concesión pública para que mejoren y desarrollen una propuesta más amplia y variada? A veces, pareciera, que no nos diéramos cuenta que al aceptar la palabra rebaño, estamos aprobando mucho más que una estocada de una aguja.
En este marco, ¿qué visión tiene con respecto al lugar que ocupa la poesía hoy en Uruguay?
Uruguay es un germinador de poetas; en cada vuelta de baldosas te topas con un creador. Uno viaja por todo el país y siempre se encuentra con poetas o aprendices de poeta. Todo suma a la sensibilidad, a las emociones, a la pureza del ser. Uruguay es también, en temas literarios, un país de referencia. Internamente puede haber un viento desinteresado por el género que se puede visualizar fácilmente, por ejemplo, cuando vas a una librería y te encuentras a estas publicaciones en la estantería contra el piso o en un rincón olvidado.
¿Cómo evalúa la producción nacional actual?
Se está produciendo cada vez más. Yo soy lector de poesía, la busco y encuentro mucha diversidad. Eso es muy positivo para todas las partes involucradas, los creadores, editores y lectores. Además, tengo dos receptores directos, la editorial, a la que llega mucho material inédito y la radio, que los despachan recién salidos de imprenta; con ese perfume que me envuelve.
Está desde hace 23 años al frente del programa cultural El Mural que se emite en las radios públicas, siendo testigo de distintos cambios de gobiernos y, por supuesto, de hechos históricos y sociales. ¿Cuál es su experiencia al respecto?
En la administración pública, cada asunción de gobierno trae consigo mucho desasosiego por la intranquilidad laboral y la ansiedad de escuchar las nuevas propuestas. En estas más de dos décadas y media de permanencia con programas, yo tengo tres años más con otra propuesta en las radios públicas, he visto pasar a todos los presidentes democráticos y a un sinfín de directores. Han sido maravillosos todos estos años. No los cambio por nada. Mi vida es la radio, sus tiempos y sus personajes.
En otro orden, su último libro se adentra en la vida y obra de Julio C. da Rosa. ¿Cómo surgió la inquietud de escribir sobre él?
Sentí que era necesario homenajear a un hombre que en todo lo que se ocupó lo hizo con claridad, disciplina y belleza. Respetando su encargo, habían temas tratados en las conversaciones que me pidió expresamente que los revelara después de su fallecimiento y segundo, ya en lo estrictamente personal, requería sentir la distancia necesaria para poder abordarlo. No fue fácil. Entre uno y otro, pasaron dos décadas, pero por fin, asumí el compromiso. Con Da Rosa, la única distancia entre ambos era la generacional, pero sobre todo había una bellísima red de complicidades que rondaban los temas políticos, filosóficos, además de lo literario y lo musical.
Julio C. da Rosa pertenece a la generación del 45. ¿Cree que no logró la misma difusión o reconocimiento que otros de sus colegas integrantes de esta corriente?
Es perteneciente por cronología, no por decisión personal. Es más, el punto más alto y esclarecedor de su actitud y de su expresión de distanciamiento fue cuando se presentó en una reunión conmemorativa realizada en el departamento de Florida en el año 1995, para manifestar públicamente que nunca se consideró integrante de ella. Recordemos asimismo, que siempre fue visto como la oveja negra. ¡Qué rebatimiento le dio la vida! ¡Mientras que ellos contraponían el regionalismo supuesto de Da Rosa, ante su universalismo, hoy sus herederos y la editorial Banda Oriental recibieron una petición de una editorial griega para editar los libros de Julio C. da Rosa!
¿En qué se encuentra hoy? ¿Cuáles son sus próximos planes?
Ahora me encuentro en medio de la edición uruguaya de mi poemario “Laberintos del depredador”. Continuo con un lejano proyecto, un libro al que le dedico mis primeras cinco décadas con anécdotas, reflexiones y pasajes de todas mis nutridas temporadas; alguna que otra cosa más editorial que estoy trabajando lentamente y por supuesto, muy ansioso y con muchas expectativas por los nuevos contenidos de las radios públicas.
Este próximo 15 de julio se conmemorarán los 150 años del nacimiento de José Enrique Rodó. Desde su experiencia, ¿qué valoración realiza de su figura tanto en Uruguay como en el exterior?
Aquí pasa casi desapercibido, a no ser por el nombre que les ha brindado a los parques de todos y cada uno de los rincones de nuestro país. Montevideo y el país entero tienen indicios palpables de la magnitud de la obra de Rodó, pero si consultamos a los más jóvenes, seguro no podrán profundizar su conocimiento sobre la persona y su obra. Ahora, si posamos nuestra mirada al mundo, no ha faltado un país que yo haya pisado, tanto en nuestro continente como en Europa, que no haya estado la mención de Enrique Rodó. Sigue siendo Rodó el autor uruguayo más publicado en el mundo.
A su entender, ¿cuál fue el gran aporte de Rodó a la cultura?
Lo central de Rodó conceptualmente hablando es el arielismo. Él recuperó las raíces greco latinas, humanistas que lo hace contemporáneo. Por otra parte, rescató el cultivo del sujeto, su interioridad, lo que él llamaba el ocio noble. También reconquistó los valores de la democracia, la libertad individual y la tolerancia; y por último, el latino americanismo, la integración desde los valores humanistas.
Los planes para la casa de Rodó
El pasado 7 de julio el escritor se reunió con la ministra de Vivienda y Ordenamiento Territorial, Dra. Irene Moreira, donde se intercambiaron ideas, sugerencias e posibles acciones inmediatas para la Casa de Rodó en Montevideo. Al respecto, Pérez contó que entre las propuestas presentadas se encuentra la de utilizar el espacio bajo la casa para resguardar su obra literaria y mobiliario, que abrirá la posibilidad de que investigadores puedan acercarse. Para las plantas superiores, se prevé su utilización para viviendas de alquiler con posibilidad de compra a ofrecer a creadores de arte y cultura. “Creemos que van a valorar por su propia condición y por estar en conocimiento de la relevancia del espacio que habitarán”, señaló el entrevistado.
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