Los arreos de ganado desde la Banda Oriental a las Misiones jesuíticas comenzaron en el año 1680, décadas después de que Hernandarias introdujera la ganadería. Entonces los primeros gauchos, mestizos de sangre guaraní y española, realizaban cientos de kilómetros a caballo, para tropear las vacas que se criaban a poca distancia del mar.
Hemos dicho en otra oportunidad, y lo repetimos, que estos arreos […] realizados en la vieja Banda Oriental, deben haber sido los más gigantescos registrados por la historiografía mundial.
Esteban Campal
La historia de la ganadería y de los primeros grandes arreos de ganado en este continente sudamericano están ligados a la labor de Hernandarias, obviamente, y al importante papel que realizaron los padres de la Compañía de Jesús en las Misiones. Estos pueblos organizados fueron indudablemente uno de los proyectos más exitosos de integración entre la población europea y la indígena.
Sin embargo, la ganadería en nuestro país no hubiera tenido el desarrollo que tuvo sin la notable visión de futuro que poseía Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) que, tras explorar la Banda Oriental, vio el potencial de nuestro territorio especialmente para la ganadería y la agricultura en general. A la vez, fue el primero en proponer la construcción de un puerto en la bahía del cerro de Montevideo, antes de que se fundara esta ciudad, tal como lo expresa en una carta de 1607 refiriéndose a la Banda Oriental:
“También tendría por muy acertado y muy del servicio de Dios y de S. M. R. se fuesen poblando algunas ciudades y villas y lugares de aquella banda del norte, poblando primero los puertos más principales y de más utilidad, porque el enemigo no se apodere de ellos, pues la provincia es grande y fertilísima para grandes crianzas y labranzas y capacísima para un nuevo y gran gobierno”.
De ese modo, cuando Hernandarias introdujo la ganadería en nuestro país, no sólo cambió el destino económico de este territorio, sino que también sembró la semilla que daría a luz a nuestra identidad cultural. Porque “en el rincón que forman con el Uruguay, los ríos Negro y San Salvador (la mitad del ganado vacuno de la segunda introducción de 1617, constituida por 50 vaquillonas y 4 toros), se produjo en total sosiego hasta 1680, fecha del establecimiento por los portugueses, de la Colonia del Sacramento. Al cabo de esos 63 años, el ganado que poblaba el sur y el este de la Banda Oriental, pudo haber totalizado cinco millones de cabezas” (Esteban Campal).
Las vaquerías
La soberanía alimenticia de las Misiones jesuíticas estaba basada principalmente en la ganadería, pues el consumo de carne vacuna era muy apreciado por los guaraníes. Los padres jesuitas habían realizado varios ensayos de cría, pero con poco éxito a causa de la mala calidad de los campos de las Misiones.
Pero a principio del año 1680 una partida de vaqueros tapes del pueblo de Yapeyú que comandaban los padres de la Compañía de Jesús, Gerónimo Delfín y Domingo Rodiles, descubrieron la existencia de abundante ganado cimarrón en el sureste de la Banda Oriental, en las rinconadas que se formaban en la cuenca del río Cebollatí. A este criadero natural le llamaron: la vaquería del mar.
Así, después de haber descubierto la vaquería del mar, los guaraníes misioneros se dedicaron a vaquear, realizando arreos de estos ganados hacia los pueblos y las estancias misioneras, como la de Yapeyú y San Miguel.
Mencionaba el jesuita José Cardiel acerca de la vaquería del mar: “Esta era la dehesa y estancia de los Treinta Pueblos y aunque se perdiesen las cosechas, en ella hallaban auxilio para todos” (Breve relación de las Misiones del Paraguay).
Probablemente, la estancia de Yapeyú estaba ubicada a lo largo del arroyo Cuaró hasta su desembocadura en el Río Cuareim, en el actual departamento de Artigas. Y la estancia de San Miguel, en las inmediaciones de la actual ciudad de Bagé (R. G. del Sur). Y de ese modo, estas dos estancias fueron el germen del modelo de organización de los establecimientos ganaderos del Uruguay.
Nos informa José Cardiel: “La estancia del pueblo de Yapeyú se dilata cincuenta leguas de largo y treinta de ancho y estaba llena de vacas, no mansas sino cimarronas, pero propias del pueblo que las metió en aquellas tierras sacándolas de la vaquería del mar y que las guardaba con sus indios por los confines para que no se vayan a otras tierras”.
La amenaza portuguesa
Sin embargo, por esos mismos días el portugués Manuel Lobo estaba haciendo construir los primeros edificios de la Colonia del Sacramento, coincidencia que merece señalarse, dado que con la amenaza de los lusitanos en la Banda Oriental se comenzó a dificultar el acceso a las minas de ganados cimarrones por parte de los guaraníes misioneros.
Recordemos que los portugueses utilizaron en muchas ocasiones a los minuanes, charrúas, yaros y guenoas contra los pueblos misioneros. Ya que los portugueses, a través de dadivosos obsequios acentuaron esa enemistad, al punto de que el arreo de ganados de la vaquería del mar se hizo muy difícil a los vaqueros yapeyuanos, por la hostilidad permanente de los minuanes y guenoas, que controlaban la zona este de la Banda Oriental.
Por si fuera poco, una alianza ofensiva de estos pueblos indígenas atacó e incendió el pueblo y la estancia de Yapeyú, en el año de 1701. Pero en febrero de 1702 la represalia no se hizo esperar, y el ejército que mandaba Alejandro de Aguirre derrotó en el río Yí a este grupo compuesto por indígenas, españoles renegados y portugueses de Colonia del Sacramento, de donde habían salido las armas que usaban los indígenas.
Pero, aunque los lusitanos serían provisoriamente expulsados de Colonia en 1705, la extracción de ganados de la vaquería del mar seguía siendo difícil, y debía realizarse mediante el pago de tributos de yerba, tabaco y caña, que exigían las tribus rebeldes mencionadas.
El arreo más grande que la historiografía haya registrado
La toma de Colonia del Sacramento por parte de las fuerzas hispánicas necesitó del auxilio de los pueblos misioneros que consistió en “4.000 indios, 6.000 caballos, 2.000 mulas (cargueros), 8.000 arrobas de yerba del Paraguay, 2.000 de tabaco, 4.000 fanegas de maíz y varios géneros de legumbres”. A este importante aporte de recursos, hay que agregarle el que habían realizado tres años antes con motivo de la represalia efectuada a los asaltantes de Yapeyú. El riesgo de que hubiese una hambruna era inminente y por ello comenzaron a realizarse los grandes arreos de ganados cimarrones por parte de trece de los pueblos misioneros tributarios del río Uruguay. Estos se iniciaron seis meses después de la expulsión de los portugueses de la Colonia, y de ello nos informa el diario de viaje del Hno. Silvestre González, quien participó en esta expedición.
El diario del viaje del año 1705 que hacen de la vaquería del mar el padre Juan María Pompeyo y el hermano Silvestre González –y del que no se tenía la menor noticia hasta que Baltasar Luis Mezzera lo publicara transcribiéndolo de una copia del original existente en la Colección de Manuscritos del Museo Histórico Nacional– es un testimonio invaluable sobre el arreo de vacas más grande del que hay memoria. Él mismo inicia así: “El fin de este viaje es resguardar a las tropas de los Pueblos del Uruguay, que están vaqueando, de los infieles yaros y otras naciones que se han juntado con ellos para vengar las muertes que en los suyos hicieron los nuestros ahora cuatro años”.
Esta tropa de los trece Pueblos Misioneros estaba compuesta por mil indígenas guaraníes y los dos padres anteriormente mencionados, quienes tenían como objetivo trasladar desde los campos recostados al mar todo el ganado que pudiesen arrear para repoblar las estancias de Yapeyú, San Miguel y conformar una nueva estancia, la de los Pinares, actualmente en territorio brasileño.
“Solamente estos habilidosos padres jesuitas pueden planificar semejante colosal tropeada, solo sus increíbles jinetes Tapes, maestros de los futuros gauchos, pueden conseguir ejecutarla” (Jesús Perdomo).
La expedición fue todo un éxito, pues la cifra de vacunos que lograron arrear impresiona, situándose alrededor de 400 mil cabezas de ganado. Según Jesús Perdomo, los cowboys norteamericanos de Texas trasladaban a lo largo de todo un año 300 mil reses, por lo que los arreos de nuestros guaraníes tapes fueron muchísimos más grandes. Y tal como insinúa el historiador rochense, es probable que si los vaqueros tapes hubieran hablado inglés el mundo cinematográfico les hubiera prestado más atención.
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