Libertad y esclavitud del hombre. Nicolas Berdiaev. EMECE. 1955, 336 págs.
Nicolás Berdiaev (Kiev, 1874-París 1948) fue un escritor y filósofo ruso, cuyas profundas convicciones religiosas y su oposición al autoritarismo marcaron su obra y vida. De origen aristocrático, se acercó a los grupos de intelectuales críticos al zarismo. Un temprano acercamiento al marxismo entra en contradicción con su búsqueda de la verdad espiritual. Apresado y deportado a Rusia central por unos tres años, viaja a Berlín donde realiza estudios de posgrado. Retorna, se radica con su familia en San Petesburgo y es nuevamente deportado. El triunfo de la revolución bolchevique va a encontrar en él a un crítico. Sin embargo, pasa a ser catedrático en la Universidad de Moscú hasta 1920 cuando es destituido conjuntamente con más de un centenar de intelectuales disidentes.
Berdiaev observaba que las ideas de aquella casta de intelectuales revolucionarios, germen de la nomenklatura soviética, tenían el mismo desprecio por la libertad que el que existía en el régimen previo. Y partiendo precisamente de la libertad, siguió su camino propio. Esa independencia de pensamiento le valió el exilio. Mas una vez en Occidente reaccionó también, tanto contra los elementos rusos emigrados, como contra la sociedad burguesa y capitalista.
“En las épocas históricas agitadas, en épocas de revolución espiritual, el filósofo no puede confinarse en su gabinete, en medio de sus libros, sin tomar parte en la lucha espiritual. Pienso, por lo demás, que la filosofía, en el verdadero sentido de la palabra, ha sido siempre una lucha”. “Cuando la tiranía niveladora hiere mi concepción de la dignidad humana, mi amor de la libertad y de la actividad creadora, me sublevo contra ella y estoy pronto a expresar mi rebelión bajo las formas más violentas. Pero cuando veo a los partidarios de la desigualdad social defender impúdicamente sus privilegios, cuando veo al capitalismo oprimir a las masas trabajadoras, transformar a los hombres en cosas, experimento el mismo sentimiento, la misma necesidad de rebeldía. Tanto en un caso como en el otro, niego los fundamentos del mundo moderno”.
Berdiaev constituye en un exponente clave del existencialismo cristiano, con grades puntos de contacto con Tolstoi, Unamuno y Henri Bergson, en el cual las personas concretas son el centro de la reflexión. “El reconocimiento de la primacía de la persona implica el de una desigualdad metafísica, de una diversidad, el de distinciones, la desaprobación de toda mezcla, la afirmación de la calidad en oposición con la cantidad. Pero esa desigualdad metafísica y cualitativa no lleva en sí, de ningún modo, una desigualdad social, una desigualdad de clases. La libertad que ignora la piedad se hace demoníaca.El hombre no debe sólo subir, también debe saber descender. Ninguna persona humana, ni siquiera el último ser humano, debiera en cuanto portador del ser Supremo, servir de medio para una cosa, sea la que fuere, que cada persona posee un centro existencial y tiene derecho, no solo a la vida –lo que la civilización moderna le niega–, sino a la participación en el contenido universal de la vida”.
La perspectiva cristiana de la ética de Berdiaev tiene como síntesis el siguiente imperativo: “Obra como si oyeras la llamada de Dios y como si estuvieras invitado a cooperar en su obra, con un acto libre y creador, descubre en ti la conciencia pura y original, disciplina tu persona, lucha contra el mal en ti y a tu alrededor, no con miras de crearle un reino, rechazándolo al infierno, sino con el propósito de triunfar realmente de él, contribuyendo a iluminar y a transfigurar a los malos”.
En el centro de sus reflexiones se encuentran los conceptos de creación y libertad, en manifiesta oposición a una “sociedad colectivista y mecanizada”, distantes del paraíso revolucionario marxista como del eventual triunfo de un individualismo acérrimo que separa la espiritualidad de la justicia social. La realización del ser de la persona pasa por la realización de la esencia creativa del hombre en una comunidad verdadera (sobornost), es decir en un grupo de personas cuyos fines sean la realización de los propósitos de Dios.
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