Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial. Henry Kissinger. DEBATE. 2022. 645 págs. $1090.
A los 99 años Kissinger está vivo. Y escribiendo. Y pensando. Sólo eso amerita acercarse a su última obra, la cual tiene la enorme capacidad de sintetizar el pensamiento real del intelectual detrás del trono imperial de EE.UU. a lo largo de décadas.
Y lo que elige Kissinger es brindar una larga clase de historia desde una perspectiva poco frecuente. No es, obviamente, un manual de autoayuda sobre cómo construir liderazgos en diez días y ser feliz en el intento. El propósito esencial es mostrar cómo cambiaron a lo largo del siglo XX los mecanismos de selección de líderes y cómo el derrumbe de un modelo milenario abrió paso a otro con muchas luces y esperables sombras. Pero Kissinger lo ejemplifica desde su paradigma preferido, la “realpolitik”, ese enfoque del accionar político despojado de toda consideración ética o política. Manteniendo la herencia de Maquiavelo, Richelieu, Metternich y tantos otros, Kissinger es el modelo viviente de dicho enfoque. Y es desde ese lugar filosófico que se perpetraron políticas como el acercamiento a Mao Tse Tung y a la China comunista o haber digitado el atroz “Plan Cóndor” en América Latina.
Y para ejemplificar cómo ciertos líderes han moldeado la historia, su tiempo y a sus pueblos, procede a elegir Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Richard Nixon, Anwar Sadat, Lee Kuan Yew y Margaret Thatcher. Todas personalidades con las cuales Kissinger estableció vínculos personales, pero mucho más que eso, líderes que jamás titubearon en asumir posiciones contrarias al “espíritu de su tiempo”. Esto es, en aras de un proyecto político de largo plazo, jamás claudicaron frente a las demandas coyunturales.
Pero, asimismo, están hermanados por otros aspectos; todos ellos implicaron la objetivación de la evolución del liderazgo como categoría política, transformaron sus respectivas sociedades y contribuyeron al surgimiento de un nuevo orden mundial.
Europa, a principios del siglo XX, estaba llegando al fin de un ciclo de prácticamente cuatro siglos en el que el modelo de liderazgo hereditario y aristocrático dio paso a uno de clase media y meritocrático. Pero eso no es todo, Europa había consumido su esencia en dos guerras mundiales (con demasiadas características de guerra civil europea, dicho sea de paso). “Entonces, repentina e inesperadamente, la Primera Guerra Mundial puso de manifiesto la incongruencia entre, por un lado, los decadentes valores aristocráticos y, por el otro, las nuevas realidades tecnológicas. Si bien los primeros habían subrayado el imperativo de la moderación y la evolución pacífica, las segundas magnificaron la destructividad de la guerra. El sistema se vino abajo en 1914, cuando las crecientes pasiones nacionales dejaron de lado salvaguardas previas, permitiendo que la tecnología proporcionara los medios para un nivel de conflicto en constante aumento, que durante más de cuatro años de guerra de desgaste socavó las instituciones existentes”.
Cada uno de los líderes analizados encarnó una épica especial para su nación. De Gaulle no sólo encarno la Resistencia, asumió la tarea de un camino propio para Francia más allá de Indochina y Argelia. Sobrellevó la confrontación de la Guerra Fría desde una perspectiva insólitamente independiente. Pero Konrad Adenauer dedicó sus ímprobos esfuerzos a la rehabilitación de una Alemania devastada por la guerra y mancillada por la perversidad nazi. Anward Sadat, luego de Gamel Nasser, logró lo imposible: la paz con Israel, aunque a costa de su martirologio. Lee Kuan Yew es un líder fuera de cualquier modelo, al igual que la Ciudad Estado de Singapur, su peculiar creación en la cual el más estricto orden se entremezcla con mandatos de excelencia. Margaret Thatcher no sólo fue la “Dama de Hierro”. Junto con Ronald Reagan encarnaron la versión más vitriólica de cierto modelo ideológico. Pero Richard Nixon, el gran amigo de Kissinger, encarna demasiados universos: el inicio de la retirada de Vietnam, el acercamiento a China, el golpe de Estado contra Allende, Watergate. Cosa curiosa, no hay una sola línea sobre el “Plan Cóndor”, del cual aún hoy nuestras sociedades siguen pagando sus consecuencias.
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