Hace muchos años que trabajo en la docencia. Tengo una enorme cantidad de anécdotas sobre hechos que sucedieron en las aulas, tanto en escuelas como liceos; vivencias que ilustran cómo está la vida del alumno y su entorno.
En el aula los docentes aprendemos a leer y a comprender los comportamientos de los alumnos, sus reacciones y su conducta, para luego accionar de acuerdo a lo que hemos aprendido durante la formación y según nuestras experiencias personales.
Tantas anécdotas vividas, las divertidas y de las otras, me hicieron escribir hace un par de años un pequeño libro con veinte cuentos sobre distintas situaciones en las aulas. Este libro se llamó “Lo mal pensé, profe”, frase rescatada de un niño de segundo grado que trataba de explicar una reacción muy poco adecuada que había tenido en clase.
Llegó un momento del año en que la mayoría de los niños de ese colegio se justificaban con la referida frase. En las charlas que teníamos con los maestros y profesores, tanto en sala como en los recreos, buscábamos crear una estrategia conjunta para abatir el error en la construcción de la citada oración.
Recuerdo el caso de un niño, a principio del año lectivo y nuevo en la escuela, que se negó a entrar al salón en la clase de música. Cuando pasé la lista, noté que había una ausencia a pesar de que el niño en cuestión figuraba como que había asistido en las otras materias. Fui a la dirección, le comenté a la directora y salimos a buscarlo en el amplio recreo. Lo encontramos sentado bajo la sombra de una gran acacia, jugando con piedritas y haciendo dibujos en la tierra.
La directora, con gesto adusto, le pregunta:
—¿Por qué no estás en la clase que corresponde?
—Porque no me gusta —contestó.
—¿La música no te gusta?
—No me gustan las canciones —replicó.
—Pero, ¿cómo que no te gustan las canciones? ¿Las escuchaste? —preguntó la directora.
—No —respondió.
—¿Conocés al profesor? Es muy simpático —dijo ahí, con una cómplice sonrisa.
—No —dijo el niño, con énfasis.
Yo escuchaba atentamente sin intervenir, esperando el cambio de actitud del educando.
—¿Alguna vez tocaste un instrumento, la guitarra o la flauta? —repreguntó la directora.
—No, ni idea —contestó.
—Pero entonces, si no conoces al profe, no sabes las canciones y nunca tocaste un instrumento, no es que no te guste la música, vos no querés estar en clase, querés quedarte a la sombra sin hacer nada.
—Lo bien pensó, maestra —dijo el párvulo.
Yo creí que ahí a la directora le daba algo.
Volviendo a la realidad, siempre hay historias que se parecen a otras.
Hace poquito leí en un muro un diálogo que decía así:
—¿Haces paro el 12?
—Sí.
—¿Leíste la ley de Urgencia?
—No.
—¿Se presentó en el parlamento?
—No.
—¿Se estudió a fondo?
—Tampoco.
—Entonces lo que vos querés es no trabajar. Estás politizando el paro.
Ante tan cruda realidad, a estos muchachos educadores militantes, les cabe la frase del título.
Lo mal pensaron, profes. ¿No lo encuentran parecido?