Los católicos, la política y el dinero. Pierre-Henri Simon. SUR .1938, 159 págs.
En tiempos oscuros, algunos hombres valientes son los que hacen la diferencia. Pierre-Henri Simón, un católico francés, publicó la presente serie de artículos que luego devinieron en este libro con el objetivo de generar caminos de acción y de toma de conciencia de los dilemas que se debían afrontar.
Uno de los aspectos centrales de la reflexión teológica es su perennidad. Europa estaba atrapada por la confrontación de totalitarismos de hipotético signo distinto y la panacea liberal seguía siendo tan devota de su dios particular, el capital. Pero estas reflexiones surgidas a la luz de dichos incendios, hoy son más necesarias que ayer.
“Dos problemas de una importancia capital están constantemente planteados frente a la conciencia del Católico. Uno atañe a su vida interior y moral; como miembro de la Iglesia tiene una fe que conservar, un dogma que conocer, ritos y mandamientos, que observar, virtudes que poner en práctica y, sobre todo, una llama espiritual que alimentar. El otro atañe a su vida exterior y social; como miembro de una ciudad terrestre debe comportarse al igual de cualquier otro buen ciudadano y cumplir con sus deberes hacia la comunidad y hacia el Estado, pero con una sobrecarga, con un acrecentamiento particular de las dificultades, dado que, siendo cristiano, necesita confrontar y poner de acuerdo las exigencias de su conciencia social con las de su conciencia religiosa”. El cristiano aislado en tierra hostil se ve expuesto a la traición espiritual, a la dimisión frente al mundo. Un claro ejemplo es aquel católico que practica sin escrúpulos las reglas de la “moral de los negocios”, en tanto que esa pretendida moral, por admitida que esté socialmente, no implica menos la negación violenta de las virtudes cristianas de justicia y caridad.
A cuarenta años de la Rerum Novarum, otro Papa, otro tiempo, brinda la encíclica Quadragésimo Anno con las mismas certezas: los abusos del gran capital y la mirada inquebrantable en lo humano. Denuncia sin ambages la explotación de las personas y la dictadura económica: “la acumulación de un enorme poder, de un poder económico discrecional, en las manos de un pequeño número de hombres…”. Este despotismo del dinero, incluso fuera despotismo ilustrado, resultaría anormal, ofensivo para la dignidad de los pueblos y para la soberanía de las naciones.
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