En el artículo pasado hablaba de la conservación y la importancia del folclore, empezando por una breve descripción del fenómeno basada en el libro “Esquema del folklore” de Raúl Cortázar. Hice un ligero hincapié en lo que significa la escuela como fuente de conservación y difusión de varios aspectos del folclore, pero no pude adentrarme todo lo que hubiera querido.
De los puntos destacados retomo dos, el hecho de que el folclore no es institucional y la idea de que es una creación colectiva viva, vigente y continua. Las canciones, los romances, las danzas y los juegos forman parte de rituales de socialización que podemos ver en todas las escuelas. La idea de que estas manifestaciones sean catalogadas como rituales tiene que ver con su existencia limitada a ciertos lugares con ciertas personas y su significado social. Es difícil ver a niños jugando en sus rondas o con sus canciones fuera del ámbito escolar, también es difícil verlos jugando a estos juegos con niños extraños a su contexto escolar. Las canciones que solo se cantan junto a esos juegos están limitadas a ser ejecutadas junto al juego y la danza, solo junto a los compañeros que comparten esas canciones.
Puede que algunos lectores recuerden que varias de estas danzas y canciones también se veían en los barrios, con los niños jugando en la vereda. Esto al igual que muchas otras costumbres se han ido perdiendo y aquí es donde entra la importancia de las escuelas como lugar donde estas tradiciones siguen vigentes.
De la misma manera, los niños no dejan de modificar los juegos y las canciones, la institución no funciona como un conservatorio sino como un lugar donde las tradiciones pueden seguir su rumbo de vigencia. No hay problema con que modifiquen lo que les enseñó la madre, el padre o la abuela, se sobreentiende que las modificaciones son fruto del respeto a las obras colectivas y que en ellas se encuentra la primera propiedad, aunque sea colectiva, que tienen los niños.
Aunque no solemos considerar a los niños a la hora de pensar en el folclore, tenemos que tener en cuenta que el aporte de ellos al folclore más elemental de nuestra nación es el que valida en muchos casos la idea del folclore como la describen Cortázar y varios otros, es lo que demuestra su vigencia e importancia.
Pericón Nacional
De la misma manera podemos ver lo opuesto, en el caso del folclore revisado o el seudofolclore. Todos los que fuimos niños en este país tuvimos que bailar una representación de un supuesto folclore en la escuela, el famoso Pericón Nacional. Esta obra con autor y partitura es muy bella, pero no debemos pensar que es más que una representación plástica de un supuesto folclore ancestral. Aunque hay un pequeño espacio para la modificación, la obra se mantiene generación tras generación casi igual y resguardada por la instalación.
Tampoco vemos que la gente continúe bailándolo después de haberlo aprendido, lo único que lo sostiene es una convicción institucional de cómo debería verse el folclore, y esta visión, aunque no sea nociva, puede llegar a serlo cuando olvidamos que el verdadero folclore sigue vivo y vigente incluso en los más jóvenes de la sociedad, sin necesidad de ninguna intervención institucional, sino de la familia y la tradición oral que nos envuelve a todos.
Creo que el folclore es muy liberador, nos interpela desde lo creativo y desde las tradiciones, nos invita a respetar y a crear, y a compartir la creación, y creo que eso también puede ser la razón por la que sonreímos al recordar nuestros juegos de escuela y muchas veces evitamos los recuerdos del pericón nacional, o por lo menos lo enterramos en nuestra memoria. No somos necesarios en su camino, es una tradición que va a seguir viva sin nuestra necesidad ni voluntad.
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