Los nombres propios. Emir Rodríguez Monegal. Hugo Fontana. ESTUARIO, 294 págs., abril 2021, $790.
Una novela policial en la cual, más que resolver el peculiar asesinato acaecido en un hotelucho de la Ciudad Vieja, la clave será develar quién fue realmente Emir Rodríguez Monegal.
Para el gran público, un intelectual casi olvidado en la memoria de las generaciones precedentes. Pero es, quizás, la figura clave de la llamada Generación del 45 (nombre acuñado por él mismo), condenado al ostracismo en el fragor de la Guerra Fría.
Hugo Fontana (Canelones, 1955), periodista, crítico literario y novelista con una veintena de títulos publicados, aborda el desafío de narrar con ritmo vertiginoso el universo cultural y político del Uruguay en el cual se derrumba todo el tinglado de la hipotética “Suiza de América”, centrándose en los silencios ominosos generados alrededor de la figura de Emir Rodriguez Monegal. Para ello abordará desde la Generación del 900, hasta el cisma que propició la Revolución Cubana, desde la labor del Semanario Marcha hasta el juego geopolítico que arrastró al Uruguay al abismo, en un enorme friso en el cual queda recreada la sociedad nacional toda.
Considerado por Carlos Real de Azúa como “el más importante de nuestros jueces culturales”, y “el escritor uruguayo con más enemigos”, Rodríguez Monegal (1921-1985) fue silenciado en nuestro país durante años, siendo víctima de aquello que Lisa Block de Behar ha caracterizado como la ejecución de una muerte nunca anunciada, una especie de “crimen perfecto” en el que nunca se menciona ni el crimen ni los victimarios ni sus víctimas, y el delito cuenta a su favor con el silencio, “con un silencio de muerte”.
Una de las plumas más filosas de las columnas emblemáticas de “Marcha”, participó entre otras en “Número” y “Escritura”. En 1966 funda en París “Mundo Nuevo”. Dos años más tarde renuncia por discrepancias con la Fundación Ford, financista de dicho emprendimiento. La denuncia que dicha publicación recibía financiamiento de la propia CIA fue el detonante de un enorme debate en los círculos intelectuales. Pero a dicha situación debía agregarse la ya tradicional rivalidad con el otro gran crítico de esa generación: Ángel Rama, rivalidad que atravesó décadas y los más variados escenarios.
Sin trabajo en Uruguay (también había perdido su cargo docente), emigra a EE.UU. Años más tarde, en la dictadura, queda imposibilitado su retorno acusado de enviar dinero a su hija, la cual había sido apresada por integrar aparentemente el MLN–Tupamaros.
De una muy abarcativa obra, en la que no se pueden soslayar sus estudios sobre Jorge Luis Borges, un título llamativo es: “Ariel versus Calibán; antropofagia y canibalismo en las letras latinoamericanas”. “Emir retoma la idea de Calibán en el Ariel de Rodó, que él conoce a la perfección, pero el artículo es también un ajuste de cuentas con Roberto Fernández Retamar (connotado intelectual cubano), quien en 1971 había publicado un ensayo titulado precisamente Calibán, y que Emir desglosa y critica con dureza: “Debido a las lagunas de su formación sobre asuntos latinoamericanos, las observaciones de Fernández Retamar sobre Rodó en su Calibán son inútiles. Su trabajo viene a sumarse al cementerio de la falsa ensayística latinoamericana”.
Hugo Fontana logra algo excepcional: recuperar el fragor de la Guerra Fría en esta patria, recuperando una historia que no podía quedar en el olvido. Ni por la más elemental justicia y porque las nuevas generaciones deben emprender la marcha con paso seguro a partir de la comprensión de lo acaecido.
Los Nombres Propios es la novela que se merecía la literatura uruguaya.
TE PUEDE INTERESAR