“Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero”
Ramiro de Maeztu y Whitney fue asesinado un 29 de octubre de 1936. El periódico gaditano Isla lo recuerda en su número 9, en los primeros meses de 1937, bajo el título Galería de Honor y Martirio, Escritores españoles víctimas de la furia roja. Se trataba de un medio cultural, su norte eran verso y poesía. Pero a nadie escapa que la guerra que se libraba en la península ibérica no era solo militar, sino cultural. Y la cultura podría verse como la continuación de la guerra por otros medios. Así, dice Isla, refiriéndose al escritor, un “titán del pensamiento evolutivo hispano […] martirizado y fusilado en la Cárcel Nueva de Mujeres, en Las Ventas, barriada de Madrid”.
La guerra inspiraba a los poetas sentidos versos. El gran poeta gaditano José María Pemán (1807-1981), en marzo de ese mismo 1937, dedica a Maeztu los versos de un poema al que corresponde este fragmento:
Ramiro de Maeztu,
Señor y Capitán de la Cruzada:
¿Dónde estabas ayer, mi dulce amigo,
que no pude encontrarte?, ¿dónde estabas?,
¡para haberte traído de la mano, a las doce del día,
bajo el cielo de viento y nubes altas, a ver,
para reposo de tu eterna inquietud, tu Verdad
hecha ya Vida en la Plaza Mayor de Salamanca.
Tal vez, las mejores obras de Maeztu sean Hacia otra España, La crisis del humanismo y Defensa de la Hispanidad, pero la intención de esta nota es otro aspecto de la vida del notable pensador vasco. En 1259 san Buenaventura (1221-1274) escribió su Itinerarium mentis in Deum, donde analiza los niveles por los que, quien los recorriera, lograría ascender desde lo creado hasta Dios. En algunas traducciones vemos que el título se convierte en Itinerario del alma hacia Dios. ¿Mente y alma significan lo mismo? Mentis, anima, animus… A los efectos importa el resultado. Algunos alcanzan su apocalipsis personal, su propia experiencia mística, como Saulo rumbo a Damasco. Otros deberán recorrer una larga ruta.
Converso
En 1976 el entonces cardenal Carol Wojtyla relata una experiencia fruto de la discusión con un científico ateo sobre la existencia de Dios. En una de esas cartas el científico le confiesa que, como tal, no ve que los argumentos del prelado “tengan ninguna posibilidad”, no obstante, admite: “Ante la majestad de la naturaleza, de las montañas, ¡siento que Él existe!”. Agrega otro ejemplo: un soldado ruso, terminada la Segunda Guerra, se presenta ante las puertas del seminario de Cracovia y expresa su voluntad de ser seminarista. Si bien el militar había oído durante toda su vida adulta afirmar constantemente la inexistencia de Dios, dijo: “Pero yo siempre supe que Dios existe…”.
El diccionario de la RAE define la palabra converso, en su primera acepción: “Dicho de una persona: convertida a una religión distinta de la que tenía”. ¿Y si no tenía religión alguna? Si no tenerla supone, de todos modos, una religión, se entiende la definición.
En el caso de Maeztu, él mismo lo explica. En 1934, la revista Acción Española, que a la sazón dirigía, publicó su texto titulado Razones de una conversión. Se refiere a un hecho ocurrido durante la Primera Guerra Mundial. Maeztu se desempeñaba como corresponsal de guerra y esa experiencia le produjo una profunda impresión. Y dijo: “No creo que pueda llamarme converso, porque nunca se rompieron del todo los lazos que me unían a la Iglesia”. Tenía 62 años y a juzgar por la biografía que publica la Real Academia de la Historia, en su juventud “se aferró a un anticlericalismo militante que le llevó a involucrarse en el famoso estreno de Electra de Galdós”. Como fuere, después de esa experiencia, ya trabajando para el diario El Sol, fue enviado a la URSS en 1919, de donde volvió persuadido de lo peligroso que resultaría la expansión del comunismo.
Reconoció los extravíos de su juventud y señaló un hecho interesante. Reflexionó que, por lo menos, en la clase que practicaba, “el periodismo es dispersión del alma, y a fuerza de ocuparme cada día de temas episódicos, se me pasaba el tiempo sin reflexionar nunca en los centrales”. Podría deducirse que el antídoto estaba en dejar el periodismo. Sin embargo, no lo hizo, “por lo que habré tardado unos veinte años en buscar el camino que San Agustín hizo de un vuelo en diez minutos”. El camino no es la recompensa, como suele decir un pseudo filósofo uruguayo, para regocijo de cierta prensa. El camino es un medio, y si es remunerado, cuanto más largo mejor.
Gracias a Kant
A primera vista, parece curioso que de la lectura del filósofo prusiano pueda surgir un fortalecimiento de la fe católica. Como señala Maeztu: “Es la lógica de Kant lo que ha creado en el mundo la confusión entre el espíritu y el no espíritu”. Pero razona: “A mí me enseñó que el espíritu no puede proceder del no espíritu”. Y agrega: “Las matemáticas y la lógica no puedan ser reflejo de la naturaleza material, sino que son, y tienen que ser, creación del espíritu. Al cerciorarme de ello tuve que decirme que el espíritu es original, y no derivado de la materia, y con ello me limpié para siempre de todos los restos de doctrinas darwinianas que en mi ánimo quedaran, aunque, a decir verdad, no había estudiado nunca el darwinismo; pero lo había respirado del aire de mi tiempo”. Respirado darwinismo del aire de su tiempo: un efluvio bastante familiar, y que bien puede decirse, seguimos respirando.
Si el espíritu no puede venir más que del espíritu, aunque esto sea muy elemental, sería bueno que se repitiera y difundiera. Así, no habría tantos incrédulos. Porque, “entre nosotros, incredulidad y materialismo suelen ser una misma cosa”. Y, además, “los hombres tienden a empeorar cuando se mejoran sus condiciones de vida”, si no se les educa para mejorar sus virtudes. Es secundario mejorar el mundo. A quienes hay que mejorar es a los hombres para que sean “más fuertes, más inteligentes y más buenos”. Toda mejora en los servicios públicos supone virtudes cívicas en los funcionarios, sin ese requisito, es inútil aguardar buenos resultados.
La riqueza del pensamiento de Ramiro de Maeztu obliga a continuar esta nota en el próximo número. Conocer sus ideas nos llevará a deducir las razones de su muerte.
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