Manuel Ugarte. La reconstrucción de Hispanoamérica. EDITORIAL COYOACAN. 1961.
La historia tiene páginas sorprendentes. Hoy Manuel Baldomero Ugarte (1875 Argentina-1951 Francia) es casi desconocido en el Río de la Plata, mientras que en otras tierras iberoamericanas su nombre es prácticamente una consigna de lucha
Escritor y político de origen socialista y marcado por Jean Jaurés, Ugarte forja paradójicamente su pensamiento en sus diversas estadías en el exterior. Durante un viaje a Estados Unidos en 1898, estudia las invasiones a México, Cuba y Nicaragua, que cataloga de imperialistas, lo cual lo lleva a adoptar una posición decididamente antiestadounidense y antiimperialista.
En 1902 inicia una gira continental de conferencias por toda América Latina, agotando en ella su fortuna personal, despertando la aversión de los cipayos de izquierda y derecha, siendo expulsado del Partido Socialista por la camarilla de Juan B. Justo a raíz de su “nacionalismo latinoamericano”. Cabe acotar que cada pieza de oratoria en las diversas naciones hispanoamericanas fue entusiastamente recibida por el público, pero crecientemente censuradas por las distintas administraciones, hasta llegar a intentar batirse a duelo con un embajador norteamericano.
Sus principales libros “El destino de un continente”, “Mi campaña hispanoamericana”, “El porvenir de América Latina” y “La Patria Grande” fueron editados únicamente en España y Francia. Ningún editor argentino, con la excepción de Editorial Indoamérica en 1953, consideró de interés un libro de Ugarte.
Este hecho asombroso, aún en nuestros días en que cierta pátina de “antiimperialismo” ha logrado convertirse en una actividad lucrativa con viajes pagos y en algún momento incluso con el turismo revolucionario, permite medir la importancia de Ugarte que, trascendiendo eslóganes, devino en un real combatiente por la unidad nacional de América Latina.
Representó a la República Argentina como embajador en el período de 1946-1948, ante Nicaragua en 1949 y ante Cuba en 1950 bajo la administración justicialista.
La visión de Ugarte se apoya en las ideas de José de San Martín y de Bolívar respecto a la unidad de las excolonias de raíces españolas en una federación latinoamericana. En contraposición, la visión panamericana propuesta por el departamento de Estado de Estados Unidos postulaba un origen y un destino común de todas las naciones americanas desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Ugarte veía esta idea como una maniobra para establecer pequeños países de escaso peso político y someter a toda América a la supremacía norteamericana.
Therese Desmard de Ugarte, su compañera de toda la vida, escribe: “Célebre en Hispanoamérica y en Europa, el escritor es prácticamente desconocido en su propia tierra por la que vivió y luchó. ¿A qué razones obedece este hecho extraordinario? La contestación que yo tuve que dar fue la siguiente: el desconocimiento deliberado de la obra del gran latinoamericanista es el resultado de una confabulación del imperialismo, contra el que luchó Ugarte durante toda su vida. En su propia patria fue aislado y perseguido de tal modo que se vio obligado a asumir un destierro voluntario de más de cuarenta años”.
El presente texto escrito en 1945 mantiene un mandato ético y político inalterable:
“No puede interesarnos elegir entre los imperialismos. El imperialismo inglés, el imperialismo alemán, el imperialismo norteamericano, el imperialismo japonés, el imperialismo ruso, son igualmente contrarios a nuestro desarrollo, prosperidad y destino”.
“En medio de sus dolores, la guerra tuvo la virtud de revelar a Iberoamérica su situación. Trajo una luz nueva que ayuda a discernir matices, a revisar globalmente la idea apocada que tuvimos de nosotros mismos, completando o eliminando certidumbres. Al resplandor del incendio surgieron perspectivas nuevas que ponen de relieve errores endémicos y ofrecen, en cierto modo, una radiografía de nuestro estado”.
“Los imperialismos que nos supergobiernan tienen una verdad para ellos y otra para los pueblos que aspiran a seguir mediatizando”.
Acostumbro a recomendar lecturas. En este caso estoy más cerca de implorar, especialmente a las nuevas generaciones, que lean lo que alguien vislumbró hace prácticamente un siglo.
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