Memorándum pastoral del Exmo. y Rmo. Señor arzobispo de Montevideo a los católicos de la república. Consideraciones sobre la crisis religioso social. Montevideo, 1901, 126 págs.
En pocas horas se conmemorará nuevamente el Día de los Trabajadores. El 1 de Mayo implica una pausa para recordar a los “Mártires de Chicago”, trabajadores de origen anarquista que fueron ejecutados en 1886 por realizar reclamos laborales.
Y no tan paradójicamente es bueno recuperar unos escritos del Dr. Mariano Soler, un sacerdote uruguayo que honra nuestra mejor historia. Primer arzobispo, científico, teólogo, político, polemista infatigable, dio la mejor de las batallas en que la Iglesia era acosada desde todos los frentes. Amigo personal de León XIII, creció bajo el influjo del extenso papado de Pío IX.
Quizás, como pocos, comprendió que ciencia y fe debían ser aliadas, que el último baluarte de dignidad humana en el voraz y turbulento siglo XIX seguía siendo la Santa Madre Iglesia. A un mundo crecientemente laicizante, signado por el lucro como único norte y por un torbellino de violencia creciente por otro lado, Pio IX (1864) promulga la Encíclica “Quanta Cura”, condenando el socialismo y el liberalismo económico, abriendo el camino a las enseñanzas que León XIII desarrollará.
Denunciaba conjuntamente la pretensión del socialismo de sustituir la Divina Providencia por el Estado y por otra parte, el carácter materialista del liberalismo económico que excluye el aspecto moral de las relaciones entre capital y trabajo. Más tarde, la Encíclica “Rerum Novarum” (1891) dejó patente su apoyo al derecho laboral de “formar uniones o sindicatos” pero también se reafirmaba en su apoyo a la propiedad privada, proponiendo un articulado distinto entre gobierno, empresas, trabajadores e Iglesia.
Y es este el mensaje de la Doctrina Social que defenderá Soler en la sociedad uruguaya: “Y aunque es verdad lo que dice Víctor Hugo; sin embargo la caridad cristiana hace algo más por el pobre que enseñarle resignación; procura de todos modos mejorar su suerte, como lo enseña al mundo León XIII en sus Encíclicas, tan celebradas, sobre la condición de los obreros y la democracia cristiana; en las que indica que la cuestión social no ha preocupado como debía a los gobiernos, descuidando la suerte inmerecida del proletariado ante las pretensiones indebidas del capital.”