Mi campaña hispanoamericana. Manuel Ugarte. EDITORIAL PUNTO ENCUENTRO. 165 págs., $380.
Manuel Ugarte (1875-1951), político socialista argentino, fue el gran precursor de la Patria Grande. Su nombre estará por siempre asociada a los de José Vasconcelos, al de José Enrique Rodó. Nacido en una auténtica cuna de oro, desde muy joven se radicó en París. Allí se pudo codear también con la flor y nata de la intelectualidad latinoamericana. Podría haber optado por disfrutar de la buena vida y de la bohemia parisina. Pero otro era su destino.
Acontecida la Guerra de Cuba, viaja a EE.UU. para entender el tema. Queda claro que la explosión del Maine ha sido un atentado de “falsa bandera”. También que la guerra por la cual México fue mutilado a prácticamente la mitad de su territorio también partió de un “casus belli” fraguado. A partir de ese momento su compromiso será el de la denuncia de la expansión imperialista norteamericana.
Junto con Leopoldo Lugones, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Macedonio Fernández y Manuel Gálvez perteneció a la llamada generación argentina del 900, pero de todos estos grandes intelectuales solo él fue silenciado. Esto se debió a que fue el único que ensambló la influencia nacional-latinoamericana que venía del pasado y la combinó con las nuevas ideas socialistas para enfrentar conjuntamente la cuestión social y la cuestión nacional. Cabe acotar que no tan lentamente los diversos partidos socialistas habían optado por una política de conciliación con las respectivas oligarquías. En Europa abrazan de forma más o menos disimulada las aventuras colonialistas siempre que garanticen alguna mejora relativa de la condición de los trabajadores. En Latinoamérica quedaron habitualmente entrampados en una visión inicialmente europeísta y luego atlantista. La trayectoria de Juan B. Justo y Alfredo Palacios justificando lo injustificable en Argentina fueron ejemplos por demás claros.
En síntesis, tanto sus antiguos compañeros de militancia como los personeros de los sectores financieros de la metrópolis se conjugaron para silenciarlo: la maquinaria de la clase dominante logró apartarlo de la Academia, sus libros no circularon, sus ideas fueron omitidas.
Rescatemos algunos conceptos: explica la revolución americana como parte integrante de la revolución democrática española de 1808. Para él, América se emancipó del absolutismo español, no de España. Afirma que las revoluciones americanas no eran antiespañolas y que la lucha no era entre peninsulares y americanos, sino entre absolutistas y antiabsolutistas.
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