La trama delictiva descubierta hace un par de semanas que gestionaba pasaportes uruguayos para extranjeros al parecer rusos mediante documentación adulterada no es algo nuevo en nuestro país, ni tampoco es algo que exclusivamente nos suceda, ya que desde el origen de los pasaportes, organizaciones delictivas de diversa índole han buscado la forma de evadir los controles fronterizos y de identificación civil para continuar y expandir sus actividades ilícitas.
Los pasaportes surgieron en un mundo dividido por la guerra siendo uno de los períodos más convulsos en lo que se refiere a los movimientos poblacionales.
Así, la historia de los “pasaportes”, en el sentido actual, comenzó en el siglo XX, y forma parte de las consecuencias que tuvo la primera guerra mundial. En efecto, la Sociedad de Naciones de 1920 instrumentó el pasaporte con sus debidos parámetros como medio para realizar un control más efectivo de dos problemas que debían enfrentar los estados miembros de aquel entonces: las migraciones, y el espionaje. Del mismo modo, las vidas de las personas que vivieron y actuaron durante este período histórico no se podrían entender sin ahondar en estos dos fenómenos tan característicos de la época.
En Europa en ese momento la emigración era un problema a causa de la crisis económica y obviamente de la guerra, la población se iba hacia otros destinos como América, siendo que desde finales del siglo XIX hasta la crisis del 1929 habían emigrado un número aproximado de 60 millones de europeos.
Por otro lado el espionaje comenzó a instrumentarse sistemáticamente en los primeros 50 años del siglo XX, estableciendo los llamados servicios de inteligencia. Es más, resulta difícil identificar estructuras de inteligencia consolidadas antes del período comprendido entre 1914 y 1945. En ese contexto de guerra, de espionaje y de migración aparecen unos pasaportes uruguayos que hicieron historia.
El primero de ellos fue el de Galeazzo Ciano (1903-1944), el cual fue un prominente político italiano, ministro de relaciones exteriores de Italia durante los años 1936 y 1943. Ya desde joven comenzó rápidamente a trabajar como diplomático, debido a su conocimiento de idiomas, y realizó diversas misiones en el Río de la Plata, Brasil y China. Pero el éxito decisivo en política se debió a su matrimonio con Edda Mussolini, la hija consentida del Duce. De ese modo escaló rápidamente en las esferas del partido Fascista y se convirtió en el ministro más joven de toda Europa al frente del Ministerio de Prensa y Propaganda en 1935, y luego a mediados de 1936 estuvo a cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Sin embargo Galeazzo Ciano pasó a la historia por haber rechazado desde un inicio una alianza con Alemania, oponiéndose activamente a entrar en un conflicto que no tendría ningún rédito para Italia. La economía italiana estaba creciendo después de años de estancamiento pero no estaba en condiciones de afrontar una guerra, ni tampoco la quería el pueblo italiano. Además una vez que Alemania en 1940 tras haber a Francia e Inglaterra había alcanzado una posición hegemónica en Europa, Ciano pensaba que Italia corría el riesgo de perder su soberanía frente a la avasallante fuerza germana. Su posición generaba desconfianza en la cúpula del Tercer Reich, y tanto Hitler como el ministro de relaciones de Alemania, Joachim von Ribbentrop dudaban de sus intensiones.
Hacia 1942 Ciano secretamente buscaba la paz para Italia pero ante la fuerte presión que ejercía el Tercer Reich sobre Mussolini fue cesado de su cargo como ministro de relaciones exteriores, y pasó a ser embajador en la Santa Sede. En el Gran Consejo Fascista de 1943, Ciano votó por la destitución de Benito Mussolini en su último intento por detener la guerra. Mussolini fue puesto en prisión y los fascistas fueron perseguidos. Ciano marchó con su familia a Baviera, y es hospedado en un castillo donde aguardó el devenir de los acontecimientos. Al principio se piensa un huésped de lujo, para luego saberse prisionero del Tercer Reich. Ciano temía lo peor de sus captores y en un intento desesperado por buscar una posible vía de salida para él y su familia comenzó la historia de unos pasaportes uruguayos falsificados.
Alemania estaba llevando a cabo un plan para provocar el crack de la banca británica, mediante la Operación Bernhard, la cual consistía en inundar los mercados internacionales con libras esterlinas perfectamente falsificadas. Para ello habían contado con la mano de obra de algunos especialistas que estaban prisioneros en distintos campos concentración, y que tras largos trabajos habían logrado hacer un producto indiferenciable del original. La libra esterlina había sido hasta entonces la principal moneda de referencia internacional, a causa del predominio comercial británico. Por lo que Alemania propuso hacerle no sólo una guerra en el frente de combate, sino también económica y monetaria, generando que la libra perdiera valor y confianza en los mercados.
Así Ciano propuso a Wilhelm Höttl, el jefe de las operaciones de las S.S. en el sur de Europa, convertirse en una pieza de la Operación Bernhard en el Río de la Plata. Su plan era llevar él mismo personalmente, enormes sumas de libras falsificados para las verterlas en el mercado de Argentina y Uruguay, lugares en los que contaba con amistades como la de Alberto Guani (vicepresidente en aquel entonces), y de distintas personalidades de la Argentina. El plan se puso en marcha y contó con el beneplácito del alto jerarca alemán.
Ahora bien, Ciano y su familia debían llegar a destino en calidad de incógnitos ya que toda la operación se llevaba a cabo con el mayor de los secretos. Así que las autoridades alemanas facilitaron a él, esposa e hijos, pasaportes uruguayos que habrían sido creados por aquellos mismos falsificadores de las libras esterlinas. En su pasaporte uruguayo Galeazzo Ciano lucía gafas (como años después luciría el Che Guevara en su pasaporte también uruguayo) y bigote. Sin embargo con el armisticio firmado por Italia y las fuerzas angloamericanas el 8 de setiembre de 1943, toda la operación caería y Ciano terminaría siendo reenviado a Italia y condenado a muerte a instancias de Hitler en 1944.
Otro caso renombrado fue el del famoso Ernesto Guevara de la Serna, el Che, el cual viajó en octubre de 1966 de Madrid a Montevideo con un pasaporte uruguayo a nombre de Ramón Benítez Fernández, y de Montevideo a Santa Cruz de la Sierra con otro pasaporte uruguayo cuyo titular era Adolfo Mena González, siendo así que el icónico revolucionario contaba en su haber con dos pasaportes emitidos por nuestro fiable país mediante documentación adulterada. En el caso del Che Guevara parece ser que fue el Partido Comunista Uruguayo quien le facilitó los medios logísticos para la obtención de la documentación necesaria para los mismos.
Con la identidad de Ramón Benítez Fernández (un comerciante montevideano que había nacido el 25 de junio de 1920, y había pasado un año antes de su muerte, por Madrid) el Che Guevara, con la cabeza calva y luciendo gafas aterrizó en el Aeropuerto de Montevideo, pasando totalmente desapercibido. Lo más interesante del caso fue que ni la CIA ni los servicios de Inteligencia de nuestro país, ni internacionales de ningún tipo, pudieron reconocer a uno de los hombres más buscados de aquel tiempo, siendo este probablemente uno de los casos de espionaje más destacados en la historia del Uruguay, y fue motivo de que los pasaportes uruguayos fueran noticia en el mundo.
En conclusión podemos decir que desde la instrumentación de los pasaportes, las redes trasnacionales mafiosas han sido capaces de introducirse no sólo en nuestro sistema de identificación civil sino también en el de distintos países con supuestamente altos grados de seguridad nacional. En esa misma línea, nuestros pasaportes han vuelto a hacer noticia. Quedando demostrado así que nuestro país difícilmente pueda ser inmune a los intereses del espionaje interno y externo.
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