El pasado 11 de julio, la noticia de la muerte en Paris del autor checo, radicado en Francia durante casi medio siglo, volvió a captar la atención mediática que él había logrado evitar en sus últimos años de retiro voluntario. Milán Kundera, que pasó gran parte de su vida bajo la opresión de un régimen comunista, se destacó como poeta, ensayista y dramaturgo, y a partir de su forzado exilio, logró consagrarse como novelista, con obras tan fundamentales como “La insoportable levedad del ser”.
Los años duros
Nació en Brno, capital de Moravia, el 1 de abril de 1929. Hijo del pianista y musicólogo Ludwik Kundera, tuvo una temprana formación musical, que, si bien no determinó su destino profesional, hizo que la música estuviera muy presente en su obra literaria. En el año 1952 egresó de la Facultad de Cine de la Academia de Praga. Ejerció durante años la docencia en la Academia de Música y Arte Dramático y en el Instituto de Estudios Cinematográficos de Praga.
En 1949 el joven Kundera se había afiliado al Partido Comunista, el que un año antes había tomado el poder tras un golpe de Estado que dejó a Checoslovaquia en manos de la Unión Soviética. En “La Broma”, su primera novela publicada en 1967, Kundera ironiza sobre el despotismo de Stalin, lo que le valió, en el año 1970, la expulsión del Partido, a lo que también contribuyó su participación en el movimiento conocido como “la primavera de Praga”, intento de suavizar las férreas restricciones vigentes en la libertad de expresión y de movilidad, que fue rápidamente sofocado por el Ejército ruso.
Debido a estos comportamientos inaceptables para el régimen, Kundera perdió el trabajo y sus obras fueron prohibidas. El contraste en su situación fue brutal, ya que pasó de ser un intelectual respetado, afín al gobierno, que llegó hasta otorgarle la condecoración asignada a sus adeptos, a ser una figura anónima y despreciada, que a duras penas se ganaba la vida tocando el piano en grupos de jazz.
En 1975 logró emigrar a Francia junto con su esposa, la periodista Vera Hrabankova. Apenas llegado se instaló en la universidad estatal de Rennes, en donde impartió un curso titulado “Kafka, sus intérpretes, la novela y la Europa central”, que tuvo gran éxito y continúa siendo un referente en la materia.
En 1980 se muda a Paris, le es retirada la nacionalidad checa y recibe la francesa de manos del presidente Francois Mitterrand. Se inicia entonces una nueva etapa de enorme importancia para su carrera artística.
Su obra
Los años en que reside en Francia coinciden con los de su mayor productividad literaria. Dejando atrás el tiempo en que vivía sumido en problemas y contradicciones, se dedicó a escribir, rehuyendo de su papel de disidente, en el que decía no sentirse cómodo. En cualquier caso, la totalidad de su obra va mucho más allá de cualquier orientación ideológica. El mismo ha aseverado que “la condena al totalitarismo no merece una novela”. Su interés se centraba en la estética, en la belleza y en el poder del lenguaje a nivel de las emociones.
Los temas recurrentes de la memoria, el exilio, el paso del tiempo y la fragilidad de la condición humana aparecen ya en sus primeros escritos. Kundera es además un innovador en la estructura narrativa. En su novela “La vida está en otra parte”, que se había publicado en Francia en 1973, donde obtuvo el Premio Médicis a la mejor novela extranjera, cada capítulo presenta distintas formas de narración, continua, onírica, o polifónica, y la acción del protagonista interactúa con episodios de la vida de personajes del pasado, como el poeta Rimbaud.
“El libro de la risa y el olvido”, publicado en 1981, es un claro ejemplo de la difícil adscripción genérica de algunas de sus obras, ya que en ella confluye la novela con una colección de relatos y reflexiones.
En 1984 Kundera recibe el Premio Europa de Literatura y dos años después escribe la que es considerada su obra maestra: “La insoportable levedad del ser”, novela ambientada en la Praga de 1968, bajo la opresión del régimen comunista.
Todo el universo de Kundera se concentra en esta obra de gran contenido filosófico, plena de reflexiones sobre el eterno retorno, que ha sido, además de su mayor éxito comercial, un gran referente de la narrativa contemporánea.
“La inmortalidad”, publicada en 1990, es su última novela escrita en lengua checa. A esta siguieron “La lentitud” (1994), “La identidad” (1998) y “La ignorancia” (2000) que fueron escritas en francés.
Su última obra, que, si bien tiene la forma de novela, ha sido considerada como un ensayo de introspección y teología es “La fiesta de la insignificancia”, publicada en el 2014.
La relación de Kundera con su país natal no logró reconstruirse del todo. Si bien, restablecido el régimen democrático, allí le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura, no acudió a recibirlo ni aceptó la devolución de su nacionalidad checa que le fue ofertada por las autoridades.
Aunque estuvo varias veces postulado, Milán Kundera nunca recibió el Premio Nóbel, pero tampoco lo necesitó, al igual que Jorge Luis Borges, para llegar a ser, antes de su muerte, una figura literaria con reconocimiento universal. Tuvo sí una distinción quizá de mayor categoría, como la publicación de su obra en La Pléiade, la colección de clásicos de Gallimard.
Algunos de los secretos de su creación se explican en la colección de ensayos “El arte de la novela”, publicado en 1986. Además de sus explicaciones sobre la evolución de la novela a través de los distintos autores y períodos históricos, el ensayo alerta sobre este tiempo en “que nada de lo que ocurra en el planeta será ya un asunto local y que por tanto estamos cada vez más determinados desde el exterior por situaciones de las que nadie puede evadirse”.
En ese mismo ensayo Milán Kundera declara su profunda admiración por Miguel de Cervantes, cuyo humor y arte narrativo tuvo influencia en su propia obra. Considera al autor del Quijote “el creador de la Edad Moderna, junto con Descartes” y a continuación se pregunta: “¿A quién o a qué me siento ligado? ¿a Dios? ¿a la patria? ¿al pueblo? ¿al individuo? Mi respuesta es tan ridícula como sincera: no me siento ligado a nada salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes”.
Madrid, julio 2023
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