Moral para intelectuales. Carlos Vaz Ferreira. Homenaje de la Cámara de Representantes de la República. 211 págs., 1957.
Al decir del Prof. Horacio Bernardo, tanto Rodó como Vaz Ferreira fueron pensadores definidos por la libertad. Superaron las etiquetas fáciles y si bien es cierto que podemos rastrear influencias tanto del espiritualismo como del positivismo, las superaron apostando por una síntesis nueva, un pensar desde el sur.
En demasiadas ocasiones han sido presentados como filósofos con posiciones con sesgos antagónicos, pero sus caminos tuvieron mucho más en común de lo que se supone.
Y siempre es una buena oportunidad de volver a acercarnos a uno de los exponentes claves del Uruguay que construyó cultura y un modelo de convivencia excepcional.
Vaz Ferreira (1872-1958) fue abogado, filósofo, escritor, rector, pero antes que nada un profesor comprometido con la enseñanza y con la pasión por transmitir saberes. Gran parte de su obra, de hecho, son conferencias recopiladas por sus alumnos, siendo “Moral para intelectuales” la recopilación de versiones taquigráficas de un curso de 1908.
Olvidemos una presunción aristocratizante de la labor intelectual. Luego de definir al intelectual por su producción a partir del raciocinio más que por la producción manual, pasa a mostrar cómo (más que privilegio), el ser intelectual implica una responsabilidad ante la sociedad toda. Distingue al intelectual de talento del intelectual de genio: el primero es el más abundante, es aquel en el que prima lo racional, la conciencia de sí mismo, la ponderación, el orden y la tendencia analítica. El intelectual definido por lo genial, es más que nada un ser dominado por lo inconsciente, por lo intuitivo y por lo visional. Es, habitualmente, un inadaptado y un incomprendido, que goza y sufre por sus limitaciones, que se vuelve insufrible por su intolerancia y su unilateralidad. Vaz Ferreira maneja ambas categorías como ideales, esto es, los tipos puros prácticamente son inexistentes, lo habitual es una combinación de ambos caracteres.
“Moral para intelectuales” es un clásico en el mejor sentido del término, generación tras generación es interpelada por ejemplos claros y concretos sobre cómo desarrollar una vida signada por lo ético.
“Difícilmente la enseñanza puede crear, propiamente crear, sentimientos morales, pero en cambio puede –además, naturalmente, de aumentarlos y robustecerlos en algo–, puede sobre todo enseñarnos a hacer un mejor uso de los que ya existen en nosotros. Justamente con esta distinción se relaciona un equívoco que existe a menudo en las obras o en las conversaciones sobre moral, cuando se habla de deberes difíciles, o, en general, de dificultades morales. En tales casos, puede hablarse en dos sentidos: en uno de ellos decir que un deber es difícil, significa que, para cumplirlo, se necesita una energía moral o sentimientos morales de una intensidad poco común, en otros casos, dificultad de un deber, significa, no falta de fuerza para cumplirlo, sino dificultad para verlo, para distinguirlo, para comprenderlo, para establecerlo claramente. Dar la vida por la verdad o por una causa noble y elevada, es, por ejemplo, un deber claro: cualquiera lo ve, pocos, sin embargo, son capaces de cumplirlo. Esa es la dificultad del primer caso. En cambio, hay otros deberes, obscuros, que son los que se relacionan con los problemas morales. El deber puede ser, en tal caso, muy fácil de cumplir, una vez que lo hemos visto, y la dificultad estará justamente en verlo, en fijarlo con claridad, en saber cuál es. La obra se propondría, sobre todo, utilizar sentimientos morales ya existentes, esto es, aclarar la moral, facilitarla”.
Cual sea el ámbito de actividad de cada uno de nosotros, es bueno retornar a las fuentes claras del pensamiento del profesor Vaz Ferreira.
TE PUEDE INTERESAR