Andrés Aspiroz es director del Museo Histórico Nacional, que tiene ocho sedes en la ciudad de Montevideo. En conversación con La Mañana, opinó sobre el rol de los museos y la actividad de los historiadores actualmente.
Desde 2012, Aspiroz trabaja en el Museo Histórico Nacional, cuando el mismo era dirigido por Ariadna Islas. Ella “me abrió las puestas mientras realizaba una investigación en Facultad de Humanidades”, recordó. Luego se sumó formalmente al equipo de trabajo, específicamente en el departamento de antecedentes e inventario.
“Cuando me hicieron el ofrecimiento de asumir la dirección. Para mí fue una sorpresa porque mi formación es de historiador; después hice la tecnicatura en museología, una maestría en historia, es decir tengo un perfil académico, pero siempre me interesó la divulgación, buscar que los temas de historia puedan circular y que sean discutidos en ambientes más amplios, porque algo que ocurre muchas veces con la academia es que se hace difícil generar esos diálogos más allá de nuestros colegas”, dijo.
Aspiroz remarcó el potencial social del Museo Histórico Nacional (MHN). “Para mí el museo tiene un potencial enorme, porque a la gente le gusta ver las cosas”, señaló. “Hay un atractivo especial en entender procesos históricos que a veces parecen tan distantes, y a través de un objeto personal, un cuadro o escultura, de un documento escrito, pareciera que puede transmitir estos temas que investigamos”.
Al asumir la actual administración y ser designado director, enfrentó la tarea de la creación y la consolidación del equipo técnico, “que es lo fundamental, porque como en todo, solo de cabezas no se puede hacer las cosas. Uno de los desafíos importantes fue conformar un equipo solvente y creativo”.
El rol educativo de los museos y su vinculación con la juventud
Entre de los aspectos que se han trabajado desde el MHN es el programa educativo del museo. “El acercamiento a niños más chicos fue un desafío muy grande porque nosotros teníamos una experiencia en el museo donde la propuesta educativa estaba un poco lejos de los públicos, que tenía un problema de desfasaje con la investigación histórica y eso era un problema serio. Era una pena no poder decir más, incorporar lo que los historiadores han avanzado”.
Ese fue un primer desafío, “cómo acercar la historia a públicos que no son historiadores”. “Eso implicaba una adecuación de las propuestas y de las herramientas pedagógicas didácticas”, contó Azpiroz. “Ahí empezó a aparecer otra herramienta que es el juego, porque en la edad de los niños (y también adultos) el juego es un instrumento fundamental para acercarse al conocimiento, entonces muchas de estas actividades que tenemos implica hacer una ‘cacería’ extraña en el museo”.
De esa manera se han generado propuestas donde a partir de un juego terminan conociendo sobre la vida cotidiana del Montevideo colonial, por ejemplo, o a través de una serie de experiencias los adolescentes terminan conociendo sobre el trabajo de los técnicos de un museo.
“La experiencia del museo es distinta de la del manual de historia. Esto no es una clase de historia y aquí los bienes culturales tienen un protagonismo especial. Nuestro métier justamente es investigar sobre las colecciones, entonces nos interesa que el público sepa sobre cómo llegaron, cómo se fabricaron, sobre los autores; eso también habla de una forma de entender el pasado”, reflexionó.
“A los niños de cinco años no les puedo hacer las mismas visitas que a los de sexto de escuela”, expuso. Y en ese sentido el museo realizó el esfuerzo de establecer un programa educativo con una serie de actividades con objetivos y guiones.
La objetividad en la historia
Haciendo referencia a la tarea del historiador, Aspiroz aseguró no se tiene el “monopolio sobre el pasado”. “Sí tenemos una forma de acercarnos al pasado”, dijo, “que tiene unas reglas, métodos y técnicas, y eso es lo que a nosotros nos interesa que el público conozca, que cuando vienen los visitantes a nuestras exposiciones, detrás de ellas hay un proyecto de investigación”.
Si bien en Uruguay no están consolidadas todas las carreras específicas para los oficios que se requieren en el Museo, trabajan veintinueve personas entre los que se encuentran bibliotecólogos, historiadores, restauradores, fotógrafos, comunicadores, montajistas y traductores, entre otros. Pero al mismo tiempo para cada proyecto en específico suelen haber equipos ampliados.
Recientemente, el Museo Histórico Nacional presentó una exposición sobre la historia de los duelos en Uruguay. Al respecto, el director dijo que “fue un desafío porque es un tema complejo, y que, si bien hay investigaciones, falta investigar mucho más. La idea surgió el año pasado, cuando el Estado compró las armas del duelo Batlle-Beltrán, y a partir de ahí la Directora Nacional de Cultura tuvo la idea de hacer una exposición vinculada al tema”.
Ahí comenzó la tarea de armar la exposición desde el museo y en conjunto con el Instituto de Letras, a pedido del ministro, se organizó una arena de debates para discutir los duelos, “pero sin quedarse en el pasado”.
“Fue necesario llenar algunos vacíos. Sobre los últimos duelos que protagonizó Sanguinetti con Flores Mora, Batlle con Flores Mora, Seregni con Rivas, teníamos muy poca información, por eso le hicimos una entrevista a Sanguinetti que se puede ver y es muy interesante”, contó el director. “Y dimos también con un programa que se había hecho en el 2002 y se llamaba Uruguay de Duelo y recuperamos esa historia”. Ambos audiovisuales están expuestos al público como parte de la muestra.
La experiencia de la arena de debates, aseguró, “fue muy interesante y muy rica por todo lo que allí se expuso. Había saberes muy distintos. Estaba la mirada de Sanguinetti como protagonista de duelos, pero también de alguien que conoce mucho la historia, un coleccionista de armas como Lestido, Eleonara Navatta que le dio una actualización a la temática desde una mirada del periodismo, y Juan José Arteaga que tenía más que ver con una mirada hacia el pasado”.
“Para nosotros estaban los duelos criollos que tienen otra forma de manifestarse a la del duelo caballeresco, son enseguida de la ofensa, pero al mismo tiempo muy vinculados a nuestra historia del Río de la Plata, muy presentes en la literatura, en Martín Fierro, Borges, pero encontramos la presencia de dos duelos, uno en 1870 y otro en 1875, en un contexto de guerras civiles, que tenían que ver con duelos a caballo, donde los protagonistas llevaban lanzas, parecidos a lo que era una justa medieval, pero con testigos que eran los ejércitos de los contendientes”, contó.
La colección del museo nuevamente les dio sorpresas a los investigadores, puesto que habían recibido una lanza en donación en el medio de la pandemia y tenía que ver con el tema.
Dirimir los conflictos ayer y hoy
La Ley de duelos fue entonces un objeto de estudio principal para el museo a raíz de la exposición. Consultado al respecto, Aspiroz comentó: “A mí me cuesta mucho defender la ley de duelos, quizá por una cuestión generacional. Pero más allá de eso me resulta, como tema de estudio, muy interesante esta ritualización y esta forma de superar los conflictos personales en una forma de justicia privada, donde dirimimos un conflicto por fuera de las herramientas que el Estado propone”.
“Es interesante como esta sociedad fue buscando los caminos para regularizar una práctica, y esa práctica se extendió tanto tiempo, porque el año 1992 es ayer en términos de hondura histórica (cuando fue abolida la ley). Lo interesante es estudiar qué motivaba a las personas a batirse a duelo, quiénes eran, qué cosas estaban en juego, cuáles eran las prácticas que estaban detrás”, expresó.
Al respecto, Aspiroz destacó aspectos al honor, de clase social, género, que son históricos. “Si la ofendida es una mujer, quienes reparan su honor son los varones, eso responde a una idea social de la ubicación de esa persona en una sociedad. A los cuadros políticos en el siglo XX, contaba Sanguinetti, se los formaba en estos aspectos, y para los historiadores es muy interesante”.
Realizando un paralelismo entre los duelos de aquel entonces y los embates que se ven a diario en las redes sociales, Aspiroz reflexionó: “No sé hasta qué punto se termina de reparar el honor. A veces son discusiones que son como en un espiral, en cambio aquí los códigos –y ese era el lugar de los padrinos– establecían con mucha claridad, una vez que el duelo se terminaba y si las partes se reconciliaban o no, el asunto quedaba allí resuelto, no se seguía en el agravio”.
“Lo otro que es interesante en cuanto a aquellos duelos es cómo el debate periodístico es una extensión del debate político. Esta idea de que todos estos duelos muchas veces son consecuencia de una opinión vertida en un editorial de prensa, son políticos que son periodistas, directores de medio de prensa, que tienen un posicionamiento muy claro. Y quizás hoy en día cuando uno habla de redes sociales es más complejo, porque hay cuentas anónimas, uno no sabe necesariamente frente a quién está discutiendo, en eso quizás aquellas discusiones eran más honestas, no lo sé”, matizó.
Los temas en agenda
Con respecto a la elección de los temas de investigación y si la financiación condiciona esta elección, el director aseguró que “siempre han existido temas que son de mayor interés historiográfico”. “En mi caso estudio temas vinculados a la historia del siglo XIX y tengo colegas que estudian un montón de temas que no tienen a simple vista un interés especial”, especificó. “Pero han ido cambiando los intereses; no necesariamente por razones de las financiaciones económicas de temas particulares, porque los llamados son más bien generales”.
“Lo que ha cambiado tiene que ver con el desarrollo del campo académico, es decir, cuando Bauzá escribía la historia estaba muy vinculada a la historia política, después con algunos procesos que se dieron en Francia, empezaron a aparecer otros temas de investigación, la historia social, demográfica, de la inmigración, entonces hoy en día si uno ve la diversidad de los intereses de los colegas, es enorme, y tiene que ver con este proceso de profesionalización que han tenido todas las carreras”, explicó el historiador.
Aspiroz aseguró que el rol de los museos ha cambiado, pasando a ser un lugar que, además de la investigación, el aprendizaje suma el disfrute y el ocio. “La Unesco dice que un museo es un lugar placentero, donde la gente viene a disfrutar además de aprender, y desde esa mirada nos paramos”.
“Nos pasó con la exposición sobre la salud y la enfermedad. Ver cómo habían sido otras epidemias en la historia del Uruguay, cómo los uruguayos se habían parado frente a determinadas situaciones, que no quiere decir para buscar las mismas soluciones, pero generar herramientas para entender algunas cuestiones que tienen que ver con nuestro presente y nos trascienden, sumando las preguntas del presente, y esto tiene que ver con la investigación de la historia”, concluyó.
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