«Y el siglo XXI, supongo yo, será la era de los gobernadores del mundo, del sistema científico de castas y del Mundo Feliz».
Aldous Leonard Huxley
La recopilación de una serie de notas que escribió Aldous Huxley en el periódico neoyorquino Newsday dio lugar en 1958 a la publicación de un volumen que dio en titularse Nueva visita a Un Mundo Feliz.
Era una revisión de su Brave New World de 1932. Desde esa fecha hasta el 58 había pasado mucha agua bajo los puentes del turbulento siglo XX. La Segunda Guerra Mundial, la consolidación del Imperio comunista, la publicación de la distopía de Orwell en 1949 y la de Bradbury en el 53, la muerte de Stalin, el Sputnik 1 orbitando la Tierra…
Era ese Mundo Feliz, una antiutopía donde no existía la familia, un mundo que había superado los oscuros tiempos de la «grosera reproducción vivípara». Donde la eugenesia y la disgenesia estaban a cargo del sistema, simplemente seleccionando los óvulos biológicamente mejores y cruzándolos con los mejores espermatozoides. Los productos eran clasificados como Alfa Plus, Alfa y Beta.
En otros recipientes se cultivaban los óvulos inferiores, manipulándolos de tal modo que generaran una especie de subhumanos, que se asignaban a las funciones serviles de la sociedad. Estos óvulos se bokanowskificaban (procedimiento atribuido a Bokanoswsky) para producir hasta 96 embriones iguales (Gamma, Delta y Épsilon). El método era conocido como uno de sus más eficaces instrumentos. Algunos autores dicen que esta alusión al supuesto científico se refería a un político francés que bregaba por la eficiencia estatal. El hombre no se enteró de que Huxley le había asegurado la fama, sino por el prosaico hecho de haber fallecido cuatro años antes de la publicación.
El secreto
Claro que no eran los únicos medios. También lo era el libre y frecuente acceso al sexo, una variada gama de entretenimientos gratuitos y, para completar, la píldora mágica: la ingesta diaria de soma, también gratuita y, por supuesto, laica y virtualmente obligatoria. De ese modo se aseguraba que cada ser estuviera conforme con su posición y así lograra la ansiada estabilidad social: «que cada uno ame el destino social del que no podrá librarse». Porque ese es «el secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que hay obligación de hacer».
La sociedad del Mundo Feliz ha erradicado los conflictos bélicos y la ocupación primaria de los gobernantes es mantener la paz en sus dominios. Otro de los medios para ese fin era la hipnopedia o aprendizaje durante el sueño. La idea es grabar en la mente de los niños determinados conceptos. En el libro, el ejemplo es la conformidad con la clase social asignada: «¡Qué contento estoy de ser un Beta!», palabras repetidas «ciento veinte veces por semana durante treinta meses». Este procedimiento existía en 1932, aunque se dudaba de su eficacia, como el propio autor satiriza. La fecundación in vitro de humanos no se materializó hasta 1973.
Lo que se conseguía con el sistema en el mundo de Huxley era controlar la población humana, con la única manera eficaz: produciéndola en laboratorio en vez de a la clásica usanza.
¿Es realmente un problema el exceso de población mundial? Teniendo en cuenta que esa sociedad huxleiana había suprimido las guerras y las enfermedades, que, desgraciadamente, provocan muchas pérdidas de vidas humanas, pero que miradas con fría mentalidad aritmética eran uno de los mecanismos para el objetivo, solo quedaba el control de los nacimientos.
Ahora bien, uno de los deseos del ser vivo consciente es el de perpetuarse. ¿Qué abuelo no se refleja en sus nietos? ¿No es acaso la sensación más llena de plenitud ver a los hijos sanos, jugando, creciendo y saliendo adelante en la vida? Por supuesto que no pensamos que en 2022 la población mundial llegó a los ocho mil millones. Veamos cuál era la mirada de Huxley en esa Nueva visita en el 58.
Nueva visita
En esa revisión que él hace treinta y dos años después de su conocida obra, el primer tema que aborda es justamente el de la superpoblación en relación a los recursos, porque cree que esa es la relación condicionante. La comparación de su trabajo la hace con la concepción del también británico (nacido en la India) Eric Arthur Blair, conocido como George Orwell, en su también famoso 1984.
La interpretación de Huxley es que Orwell describe una dictadura comunista. Lo cierto es que se refiere a un estado totalitario que controla a su población por el miedo y la propagada.
En 1984 la ética sexual es extremadamente estricta. Lo interesante es que, en una nota al pie, Huxley cita un caso real. Dice: «Bajo Mao Tse-tung, en las nuevas Comunidades Populares, ha quedado abolido el estado conyugal […] maridos y esposas son alojados en pabellones separados y sólo pueden dormir juntos en alternadas noches de sábado». (En el Mundo Feliz, las mujeres llevan un «cinturón maltusiano» para estar a salvo de cualquier error).
Insiste en que no solo estamos superpoblando la Tierra, sino que, gracias a los adelantos de la medicina, «la mayoría de los niños nacidos con defectos hereditarios llegan a la madurez y se multiplican». Por consecuencia, acarrea «una declinación en el nivel medio de la inteligencia humana». (En 2018 se realizaron estudios en Europa demostrando que el IQ había disminuido en forma apreciable con respecto a mediciones anteriores. Uno tiene esa percepción observando los comportamientos y los gustos actuales).
Huxley no es ajeno al dilema moral que produce la tensión entre el deber de ayudar a los infortunados y el inconveniente de trasmitir «mutaciones desfavorables», pero se pregunta: «¿Por cuánto tiempo podrá una sociedad así mantener sus tradiciones de libertad individual y gobierno democrático»? Supone que un siglo después, los habitantes de la Tierra lo sabrán.
No ha pasado un siglo, pero si como dice: «La tecnología moderna ha llevado a la concentración del poder económico y político y al desarrollo de una sociedad gobernada (implacablemente en los Estados totalitarios y cortés e invisiblemente en las democracias) por la Gran Empresa y el Gran Gobierno», y eso sucedía en su época, es natural que no confiara en la supervivencia de la democracia. Él observa que cada vez más, el modelo de 1984 es dejado de lado por el del Mundo Feliz. ¿Es preferible al que pintara Orwell dieciséis años después? Hay una diferencia esencial entre ambos modelos: en el de Orwell se sabía que la opresión del sistema era un mal. En el de Huxley los cuestionadores son escasos, todos están demasiado entretenidos, y siempre el remedio se encuentra en la evasión química. Consideremos que cuando Huxley describe su mundo, no había la oferta diversionista de nuestros días. Ya en 1958, las cosas habían cambiado mucho, pese a lo cual no se comparan con la realidad de este siglo XXI, en que la tecnología avanza incontenible mientras los bordes éticos se desdibujan a ese ritmo.
¿Es que nosotros nos damos cuenta?
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