Los departamentos de Paysandú y Salto contarán con un clavecín cada uno para uso didáctico y concertístico. Se trata de dos instrumentos que, además de enriquecer la oferta de conciertos, abrirá nuevas oportunidades para la formación de músicos. La Mañana dialogó con el organero uruguayo Mario D’Amico, quien vive y trabaja en Europa, desde donde es uno de los impulsores para nutrir a Uruguay con instrumentos históricos de primer nivel.
El clave es un instrumento musical de cuerdas que se puede definir como el “abuelo” del piano moderno. Las primeras referencias datan de finales del siglo XIV y su máximo esplendor fue en el siglo XVII y mitad del XVIII, cuando empezó a ganar terreno el piano forte que, luego, se convirtió en el piano contemporáneo. Toda la música anterior a la mitad del siglo XVIII realizada por los grandes compositores barrocos fue escrita para teclado de órgano o el cémbalo (el clave o clavecín), el piano surgió después.
El clave fue perdiendo fuerza con la llegada del piano, pero no desapareció con el surgimiento de este, sino que pasó de ser un instrumento muy costoso a menos caro y coexistió con el piano. Por ejemplo, en el siglo XIX todavía se utilizaba en la ópera, en la parte de los recitativos con un sonido más ligero. Luego fue desapareciendo y a finales de ese siglo, cuando Félix Mendelssohn recuperó la música de Bach, hubo un interés creciente por la música antigua y se empezaron a construir instrumentos de nueva inspiración, no copiando a los claves antiguos, pero sí reinventándolos.
En Uruguay, el gran desarrollo empezó a partir del siglo XIX, antes de ese período prácticamente no habíamos tenido clavecines. Consta que desde las misiones en Bolivia enviaron algunos a Montevideo, “pero lamentablemente no llegaron hasta nuestros días y, justamente, son los instrumentos ideales para tocar todo el reportorio barroco, que, sin embargo, siempre lo hemos estado abarcando desde el piano”, dijo Mario D’Amico en entrevista con La Mañana.
En esa oleada llegó el primer clave de la época moderna a Uruguay, lo trajo Wanda Landowska, que es la gran personalidad del mundo de clavecines del siglo XX. El Sodre compró el primer calve –el que se tiene constancia que todavía existe en el país– y se empezó a copiar instrumentos de época. Hoy la producción de clavecines se realiza recreando instrumentos de los siglos XVI, XVII y XVIII.
A partir de los años 2000 llegaron varios instrumentos como estos a Montevideo, hay alrededor de 10. Sin embargo, en el interior se tiene constancia de que hay uno privado en el departamento de Colonia y en la región norte de Uruguay no había ninguno. Debido al interés del Obispado de Salto y de ciudadanos particulares se pudieron poner dos instrumentos al servicio de la pedagogía y los conciertos. Uno, el de Paysandú, es un instrumento franco-flamenco de dos teclados; el otro, de Salto, es un instrumento de estética alemana de un solo teclado.
Para festejar la llegada de estos dos instrumentos y que están disponibles para el uso público, se hará una celebración en la que las dos grandes damas del clave en Uruguay, que son las hermanas Nives y Laura Dearmas, los inaugurarán en un concierto a dúo el jueves 21 de noviembre en la Basílica de Paysandú a las 20 horas, y el viernes 22 en la Catedral de Salto, también a las 20 horas.
Interés creciente
Antiguamente, quien tocaba teclado tocaba clave, sin embargo, este tiene una estética diferente, entonces es necesario capacitarse para saber abarcar el repertorio de una buena manera. Además, es un instrumento que, como el órgano, tiene diferentes registros, no como el piano que solo suena como tal, el clave tiene el sonido de laúd, sonidos de diferentes tonalidades y registros que suenan en octavas agudas o graves, “esa es la particularidad que hay que saber cómo trabajar, y luego cuestiones estilísticas para interpretar la música de diferentes épocas”, explicó D’Amico.
Aseguró que en Uruguay existen varias personas que saben tocar el clave, pero las dos grandes especialistas son las hermanas Dearmas. “Ha habido clavecinistas como Mercedes Olivera, la maestra Teresa Chenlo, Renée Pietrafesa y más, pero hoy hay un interés muy creciente por el mundo del órgano y el clave, tenemos más organistas y clavecinistas de los que nunca ha habido en Uruguay, por eso surgió el interés de traer estos instrumentos y ponerlos al servicio de la ciudadanía”, agregó.
Aporte cultural de importancia
“Los claves de Salto y Paysandú son recibidos con mucha alegría, por suerte ha habido un gran interés por la población en general y de las asociaciones que están en ambos departamentos”, expuso el entrevistado. Comentó que a Colonia se llevó un órgano francés del siglo XIX para que fuera instalado en la Basílica de Colonia, y un grupo de vecinos creó una fundación que se llama J. Merklin, tienen una especie de clavecín que se llama spinetta y ya está puesto al servicio público. Incluso, desde hace unos meses se encuentra de gira por el departamento haciendo música barroca en pueblitos.
La idea de este proyecto, aprovechando que es recibido con entusiasmo, es dotar de clavecines y de órganos a las 19 capitales uruguayas y que haya, al menos, un órgano tubular que permita abarcar el gran repertorio en cada una de las capitales. “Sería muy bueno poder contar con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura para la difusión de la música de tecla, porque si bien la música que tenemos de piano se reduce solo a 250 años de historia, el mundo del órgano y el calve tiene 700 años de repertorio, y por más que gran parte es litúrgico, es como las obras de arte que están en la Capilla Sixtina, son obras religiosas, pero que forman parte del patrimonio artístico universal”, detalló.
D’Amico añadió que “como pueblo europeo que somos los uruguayos, estos instrumentos forman parte de nuestras raíces y tenemos que valorarlos y apreciarlos tanto como otras tradiciones que son más de nuestro país en concreto. Todo esto forma parte de nuestra cultura y no es algo que nos viene desde afuera”.
Órgano de Salto: un granito de arena para grandes resultados
En setiembre de este año, La Mañana publicó un artículo sobre la noticia de que la Catedral Basílica San Juan Bautista de Salto recibiría un órgano que llegaba desde Suiza como donación de la Parroquia de Lenzburg, lo que significaría contar con el órgano más grande del Uruguay. Efectivamente sucedió. Pero aún no se ha logrado instalar, ya que se están recolectando fondos para poder hacerlo, los que implican unos 15 mil dólares.
Para completar el ensamblaje se necesitan 5 mil dólares, ya que es necesario construir el mueble del instrumento. En una segunda etapa se realizarán las conexiones electrónicas, con un costo estimado de 6700 dólares. Los técnicos que se encargarían de eso son argentinos, aunque posiblemente participen salteños. En lo que respecta a la armonización, estará a cargo de D’Amico como una donación personal. Debido al surgimiento de alguna eventualidad que implique mayores gastos, se apuesta a recolectar 15 mil dólares.
Actualmente se han cubierto los gastos de transporte, “pero hace falta que la ciudadanía apoye este proyecto cultural que es para todos. Es importante remarcarlo porque, en general, no se tiene la costumbre. No se trata de que unos pocos pongan mucho, se trata de muchos pongan muy poquito. Si un tercio de la ciudadanía de Salto aportara 100 pesos al año, se podría hacer un proyecto similar anualmente”, expresó D’Amico.
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