El Ayuntamiento de Cádiz retira la placa en homenaje al ilustre poeta José María Pemán en la fachada de su casa natal. Uno más de los tantos errores cometidos en España con el uso abusivo y tendencioso de la llamada Ley de Memoria Histórica. Pero la ignorancia de los políticos solo puede afectar lo material. La obra literaria de Pemán permanecerá, como toda expresión artística, que debe ser valorada por sí misma, prescindiendo de luchas ideológicas.
Los “pecados” del poeta
Nació José María Pemán y Pemartín en una familia de clase alta y recibió educación inicial en el colegio católico de San Felipe Neri. Desde muy joven vivió su fe de un modo muy comprometido participando en un grupo liderado por jesuitas. En la Universidad de Sevilla se doctoró en derecho con excelentes calificaciones. Poco tiempo ejerció la abogacía, prevaleciendo su vocación literaria, manifestada ya en sus tiempos de estudiante.
Fue un estudioso y admirador de los clásicos, españoles, griegos y latinos. Participó en las tertulias poéticas celebradas en Cádiz, coincidiendo allí con el poeta Eduardo de Ory, y a través de ellas conoció y comenzó a valorar autores modernistas, como Rubén Darío y el uruguayo Julio Herrera y Reissig. Los nuevos contactos influyeron en su expresión poética que se hizo más libre, pese a que mantenía sus reservas frente a corrientes más innovadoras. Sus primeros libros publicados fueron “De la vida sencilla” (1923) y “Nuevas poesías” (1925).
Muy pronto se sintió atraído por la actividad política, en que afirmaba sus convicciones de monárquico y conservador, militando en las filas de la Unión Patriótica por invitación de Miguel Primo de Rivera. Su compromiso político no le impidió proseguir con una sostenida creación literaria, en la que aparecen dos vertientes: una poesía pasional y comprometida, cuyo más recordado ejemplo es “El poema de la bestia y el ángel” y otra puramente lírica a la que pertenecen entre muchas otras, sus obras “El barrio de Santa Cruz” (1931) “Señorita del mar” (1934) y “Las flores del Bien” (1946).
Aunque José María Pemán también cosechó éxitos como dramaturgo, ensayista y narrador, fue sin duda en la poesía donde encontró su mejor modo de expresión.
La sinrazón de la desmemoria
El retiro de la placa conmemorativa en la casa natal de José María Pemán se cumplió pese a que la pieza, obra del escultor Luis Vassallo, no incluye símbolos que pudieran aludir al franquismo. Ya hace meses se había procedido al retiro de un busto del poeta que estuvo durante décadas en el patio de la misma casa. Tanto el busto como la placa figuraban en el “Catálogo para la retirada de simbología franquista” de la Concejalía de Memoria Histórica. También, en un intento de borrar totalmente el recuerdo del que fuera considerado uno de las más destacados y queridos intelectuales gaditanos, se había quitado el nombre al Teatro Pemán, sustituyéndolo por “Teatro del Parque”.
Resulta claro que el motivo de estas medidas está en la ideología de Pemán, que nunca ocultó su condición de católico, de derechas y monárquico, lo que condujo naturalmente a su adhesión al bando nacional durante la Guerra Civil, si bien nunca empuño las armas ni participó en hechos violentos y también, años después, llegó a tener una visión muy crítica de la dictadura de Franco.
Es posible que su espíritu religioso, tan fundamental en su obra, sea el factor decisivo que desató la furia de los sectores más radicales de la izquierda, que hace pocos días, en el Parlamento nacional, tuvieron una lamentable y extensa intervención ridiculizando a los católicos.
La España a garrotazos
Varias décadas después de lograda la Transición hacia la democracia, y ya desaparecidos los actores directos de la contienda civil, España vuelve a parecerse al cuadro de Goya “Duelo a garrotazos”, y surgen odios absurdos de efecto retroactivo.
El poeta contemporáneo gaditano Luis García Gil, cuyo padre, el también poeta José Manuel García Gómez, recibió muy buen trato de José María Pemán, como también les ocurrió a muchas personas de izquierdas, escribió algo que ya tiene cierto tono de cuento de hadas:
“Queridos niños, hubo un tiempo en España en el que gente políticamente en las antípodas (Pemán era monárquico de derechas y Paco Rabal comunista) podían quererse, admirarse y colaborar en proyectos comunes. Sí, eso era posible en España no hace muchos años. Pero ya no, por lo visto. (…) Por mucho que los políticos quieran dejar su impronta, ellos pasan y se les olvida. La posteridad es solo para los artistas”.
*Columnista especial para La Mañana desde Madrid
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