Los montevideanos de hoy podrían tener justificados motivos para recordar mal, y aún maldecir, a los hermanos Rivas por la falta de visión demostrada allá por 1837 y 1838, cuando la ciudad quería dejar la cáscara amurallada y empezar a crecer como correspondía a una capital de país joven y lleno de pujanza.
Fueron los intereses económicos y las trabas burocráticas, las que generalmente acompañan las buenas iniciativas, las que terminaron por dejar a Montevideo sin una plaza central al estilo de la Plaza Mayor de Madrid y de otras ciudades europeas que permiten dar vida a caracterizar un lugar de reunión en medio de su centro cívico.
Ante todo debemos aclarar que los hermanos Rivas no fueron los únicos sino que también intervinieron los Vázquez, los Fernández y los Fernández Echenique, todos ellos propietarios frentistas de la futura Plaza de la Independencia, que por entonces era conocida simplemente como “la plaza al este de la Ciudadela”.Esta, corazón fortificado al extremo de la Ciudad Vieja, llegaba hasta la mitad de la plaza, aproximadamente hasta donde hoy se levanta la estatua en homenaje a Artigas. La fortificación terminaba en una capilla sin salida a la plaza y su única puerta era la que daba de frente a la actual calle Sarandí.
La galería de Zucchi
La Ciudadela había sido desafectada de su uso militar y convertida en mercado público. En junio de 1836 llegó a Montevideo un arquitecto italiano de avanzada llamado Carlo Zucchi, nacido en Reggio Emilia el 25 de enero de 1789, casualmente el mismo año de la Revolución Francesa, que completó su formación técnica en París. Por problemas políticos hubo de emigrar y llegó a Buenos Aires en el correr del año 1826. Allí encaró varios proyectos que no tuvieron andamiento dada la difícil situación política y sus desavenencias con el gobierno de Rosas. Y ni lerdo ni perezoso decidió mudarse a la margen oriental del Plata.
Bajo el amparo de la administración de Oribe fue nombrado ingeniero Miembro de la Comisión Topográfica, recibiendo el apoyo del Ministro Llambí que llegó a valorar sus dotes de urbanista. Fue entonces que Zucchi elaboró un proyecto que, de haberse concretado, hubiera sido una gran novedad para el área central de Montevideo. Y que seguramente hubiera despertado la envidia de otras ciudades americanas de mayor antigüedad y tradición.
El proyecto consistía en unir ambas ciudades, la Vieja y la Nueva a través de una galería cerrada de grandes dimensiones, la que consistiría en unirlas a través de una plaza techada para el pasaje de los peatones. Algo así y salvando las distancias como lo fue la Rue de Rivoli en París, modelo en el que Zucchi seguramente se inspiró. Y la Ciudadela, que ya se había convertido en Mercado Central pasaría a ser un espacio enjardinado para solaz de la población en medio de la ciudad.
Dentro de tal proyecto diseñó la casa de Elías Gil, edificio de columnatas que luego se volvió famoso y es reproducido en las fotografías por albergar el Café Británico. Edificio hoy demolido que dio lugar al Palacio de Justicia que fue concluido para Casa de Gobierno. Otras de las obras realizadas en nuestro país son el cuerpo central Teatro Solís, el Cementerio Central de Montevideo y parte del Hospital Maciel.
Las oportunidades perdidas
El proyecto de la Plaza de Zucchi no solo atendía a soluciones arquitectónicas sino que preveía la debida indemnización a los propietarios de los predios frentistas sobre la plaza, a quien se le pagaría por los terrenos pero también se los ponía el cargo de realizar las construcciones dentro de un plazo determinado.
Pero los propietarios de dichos predios, los Vázquez y Fernández y en especial los hermanos Rivas, fueron dando largas al asunto presentando sucesivos recursos y reiterados prórrogas y dilaciones.
Tantas demoras y trabas más la burocracia y la lentitud en los trámites terminaron por aburrir al incansable italiano, que entró en polémica con ellos. Y en 1840 cansado de luchar con la inoperancia oficial y contra la mala voluntad de los particulares que anteponían sus intereses personales antes que el desarrollo de la ciudad, Zucchi renunció a la Comisión Topográfica dirigiendo una encendida carta a las autoridades donde tildaba a los “hermanos Rivas” con epítetos escritos en italiano y los apodaba como “espíritus de mezquindad” y de tener maliciosos fines.
En 1842 se alejó definitivamente del país para dirigirse a Río de Janeiro donde desarrolló varios proyectos y de allí regresar a su Italia natal donde falleció en Regio Emilia el 9 de setiembre de 1849. Fue lamentable que Montevideo se quedara sin su pasaje cerrado y su amplia plaza con frentes aporticados. Claro que su proyecto fue modificado por intervención de Bernardo Poncini, bajo cuya dirección se concretó. Pero no era lo mismo ni tuvo la altura ni la calidad del de Zucchi.
Pero lo más lamentable fue que la ciudad se quedó sin ver realizado este proyecto, que ya tendría 180 años de realizado, por los intereses de unos pocos propietarios frentistas.
Pero aprendamos la lección. Como también a que criticamos la demolición de edificios antiguos de carácter patrimonial, peor que las demoliciones del pasado lo son las del presente, las que tenemos ante nuestros propios ojos y pasamos por alto por ciertos intereses. Porque las cosas tienen su momento. Todo tiene su plazo en este mundo. Debemos aprender del pasado. Muchos proyectos de hoy en día se pasan a comisiones que les dan largas. Todo el mundo opina y finalmente no se hace nada, ayer fue por culpa de los hermanos Rivas, hoy podrá serlo por culpa de tales o cuales…
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