¿Por qué filosofía de la historia en el Uruguay? Alberto Methol Ferré. ESTUDIOS DE CIENCIAS Y LETRAS. Montevideo, 1983.
En el presente artículo, Methol Ferré logra articular un esbozo de teoría de historia desde una perspectiva filosófica que permite recuperar conceptos claves plasmados en los cursos del padre Luis Muro. Es así que las polémicas de los fermentales años 60 pasan a ser leídas desde perspectivas latinoamericanistas profundamente imbuidas de la espiritualidad cristiana.
No es fácil pensar como actividad consciente, pero todos nuestros actos, por banales o intrascendentes que parezcan, implican una cosmovisión previa. Este marco conceptual, la mayor de las veces no explicitado, existe y nos define: nuestra visión de lo real puede ser heredada pasivamente como costumbre o reasumida con rigor intelectual. “La condición humana es muestra, aún bajo sus formas ingenuas y cotidianas, de ese filosofar implícito o explícito que pone toda la actividad histórica del hombre. Más aún, la actividad histórica del hombre se constituye solo porque se trata de un animal racional y por ende filosófico. Sin racionalidad –capaz de universalidad– no hay historia humana. Bajo múltiples modalidades y formas, sin la razón no hay historia”.
En suma, se trata de filosofía e historia. Sin filosofía no se comprende la historia. Pero la filosofía está definida por la realidad histórica. “Siempre hay filosofía, buena o mala. Cuando pensamos la historia, mostramos de algún modo nuestra filosofía buena o mala. Lo que no es cuestión ociosa, por cuanto la historia en una de sus dimensiones primordiales es política, lio que señala en nuestra acción política la implicancia de un cierto grado de determinación filosófica, así sea ésta hecha de retazos mal cosidos e incoherentes. Hacer buena historia, requiere una buena filosofía. Aquí, cuando decimos “buena”, se entiende la inteligencia adecuada de lo real, verdadera”.
Y es desde esa vertiente que se entienden los aportes del padre Luis Muro en su evaluación de las teorías del “desarrollismo”, en las que confluían las teorizaciones realizadas en la CEPAL y las corrientes católicas, cuyo iniciador más notorio había sido el P. Lebret. Problematizar las ideas subyacentes detrás de las ilusiones de un Progreso sin fin, debatir con Juan Luis Segundo que en esos momentos publicaba “La cristiandad, esa utopía”, son algunos de los tópicos que definen la trascendencia de un ensayo imprescindible para pensar en clave cristiana nuestro tiempo.
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