Por una canción, cien canciones. Liao Yiwu. Prefacio de Herta Muller. SEXTO PISO. 2015, 530 págs.
China milenaria, la que se levantó de un siglo de humillaciones y expolio luego de la Guerra del Opio, la que redefinió el mundo luego de la revolución maoísta negociando con Kissinger y Nixon, la que hoy nos asombra con sus desarrollos tecnológicos y su peculiar doble sistema económico y político, donde conjuga capitalismo con partido único.
Esa China, infinita y multifacética, también es la patria de Liao Yiwu. Un poeta. ¿Qué nos puede decir un poeta en este mundo vertiginoso donde aparentemente lo único que importa es el desarrollo económico a tasas…chinas? Quizás demasiado.
A fines de los 80, Liao era un poeta cuya vida transcurría entre la literatura y la bohemia. Pero la sangrienta represión de las revueltas estudiantiles todo lo cambió. La Plaza de Tiananmén sería el punto de quiebre existencial. Compone dos textos poéticos emblemáticos: “Masacre” y “Réquiem”. El cruzar la frontera no tan invisible de lo permitido en dicha sociedad tenía costos concretos. Considerado un contrarrevolucionario, un enemigo de China, Yiwu pasaría años de prisión en prisión, remedando otros procesos carcelarios tan kafkianos como este.
“Por una canción, cien canciones. Vida de un poeta en las cárceles chinas” constituye un friso radicalmente humano donde se narra la lucha contra el derrumbe físico y mental, una lucha contra la desesperación, el hambre y la tortura; una lucha por la dignidad de los vivos y de los muertos.
Herta Muller escribe un prólogo en el que los paralelismos entre los diversos modelos de opresión se hermanan en las mismas perversas tecnologías de destrucción de la persona. Pero también rescata: “En este libro, tormento y gracia son compañeros constantes que marchan estrechamente unidos”. “Si bien son innegables el dolor y la amargura de los recuerdos y la pesadilla insomne de los mil horrores que el autor vio y padeció, no es menos cierto que Yiwu sabe imbuir el relato de sus vivencias de un humor y una poesía que no hacen sino ampliar el alcance y la resonancia de una lectura obligada”.
Como señala el propio Yiwu: “Los funcionarios de la policía china tienen una memoria asombrosa. El director podía memorizar muchos de mis poemas e imbuirles contenidos más complejos de lo que yo originalmente había pretendido”.
“Archipiélago Gulag” ahora tiene compañía.
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