Los homenajes son verdaderamente tales si, lejos de ser instancias puramente protocolares, nos invitan también a reflexionar sobre la actualidad, a articular el pasado con el presente. En ese sentido, y en ocasión de la celebración de los 150 años de su nacimiento, José Enrique Rodó tiene mucho para decirnos sobre aspectos centrales del campo educativo.
Rodó nos recuerda que el ser humano es siempre un todo integral y que con ese mismo enfoque de integralidad debe ser abordada la formación. Aun cuando metodológicamente deba establecerse varias divisiones conceptuales (disciplinas, competencias, niveles), el estudiante es siempre un ser completo que va mucho más allá de cualquier categoría técnica.
El maestro Próspero
En Ariel, Rodó habla a través del maestro Próspero, quien se dirige a sus alumnos el último día de clases. Próspero les recuerda que la educación no solo consiste en una formación puramente profesional sino fundamentalmente humana. “Hay una profesión universal, que es la de hombre”, dice Próspero y agrega, “aspirad, pues, a desarrollar en lo posible, no un solo aspecto, sino la plenitud de vuestro ser”.
Rodó reafirma la idea de que la educación no puede entenderse en torno a lo puramente utilitario. No niega que deba tener una utilidad ligada a las actividades que ejercerán los individuos en la sociedad, pero rechaza la idea de que pueda reducirse a ello. La educación debe estar compuesta también del saber general y desinteresado, aquél cuya única finalidad es enriquecer al propio ser humano. Frente a la valoración únicamente de lo útil y de lo especializado, vale la pena releer en Ariel:
“Cuando cierto falsísimo y vulgarizado concepto de la educación (…) subordinada exclusivamente al fin utilitario, se empeña en mutilar, por medio de ese utilitarismo y de una especialización prematura, la integridad natural de los espíritus, y anhela proscribir de la enseñanza todo elemento desinteresado e ideal, prepara para el porvenir espíritus estrechos, (…) incapaces de considerar más que el único aspecto de la realidad con que estén inmediatamente en contacto (…)”.
La educación integral es clave para cada individuo, pero también para la democracia. Al formar seres humanos, contribuye a mejorar la convivencia democrática entre ciudadanos con mayores capacidades y oportunidades de obrar y de elegir. Pero para que todos tengan la oportunidad de acceder a ese enriquecimiento individual y colectivo, Rodó subraya en el texto precitado que “la educación popular adquiere, considerada en relación a tal obra (…) un interés supremo. Es en la escuela, por cuyas manos procuramos que pase la dura arcilla de las muchedumbres, donde está la primera y más generosa manifestación de la equidad social, que consagra para todos la accesibilidad del saber y de los medios más eficaces de superioridad”.
En ese sentido, la educación es clave para lograr igualdad de oportunidades. Para Rodó “(…) la igualdad democrática puede significar una igual posibilidad, pero nunca una igual realidad, de influencia y de prestigio, entre los miembros de una sociedad organizada. (…) El deber del Estado consiste en colocar a todos los miembros de la sociedad en indistintas condiciones de tender a su perfeccionamiento”. La educación contribuye a que todos tengan la posibilidad de desarrollarse. Rodó destaca la necesidad de apostar por la educación pública, como herramienta niveladora en el punto de partida.
Homenajear a Rodó es continuar apostando por la educación pública. Es entender la educación en su dimensión profundamente humana, en su función social y como herramienta indispensable de la democracia.
*Dr. en Derecho y Ciencias Sociales, docente, tiene posgrados en Habilidades Gerenciales, Gestión Estratégica de RRHH y Administración de la Educación. Actualmente preside el Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública.
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