Rasgos de la vida pública del Brig. General don Juan Manuel de Rosas. Homenaje de la Sala de Representantes. 1842. EDITORIAL FREELAND. ED. FACSIMILAR. 224 págs., Buenos Aires, 1975.
Openheimer, periodista estrella de la cadena CNN, es autor de una media docena de ensayos que han llegado a ser bestsellers. Uno, Basta de historias, sostiene que en la carrera por construir la sociedad del conocimiento, América Latina quedara ineludiblemente rezagada por nuestra peculiar manía de estar analizando obsesivamente el pasado. Ejemplifica con sociedades como la hindú o la china como exponentes de desarrollos sociales proyectados al porvenir en las cuales el pasado no será una variable clave.
Quizás sea bueno recurrir a una lectura complementaria: Henry Kissinger. En su monumental ensayo titulado China analiza una y otra vez cómo las élites de dicha potencia han tenido más que claro su rol en el escenario mundial y cómo han mantenido políticas de ya no larga duración, al decir de Braudel, sino de duración milenaria. Esto es, ya sea una dinastía imperial, o Mao Tse Tung o más recientemente Xi Jinping, recurrirán a su pasado en busca de las necesarias raíces para sostener proyectos para su pueblo. La arenga de Mao a sus generales en el conflicto con la India, apelando a las enseñanzas de su historia es un ejemplo más que elocuentes.
Pero algunos “profetas del odio” insisten en hacernos caer en las auténticas y trilladas “zonceras” de las que tanto nos advirtiera don Arturo Jauretche. Y una es quedarnos con la historia interesada redactada por los amanuenses del poder del momento. Por eso es necesario una y otra vez recuperar la historia de nuestros pueblos en la versión de la épica de los silenciados, los desterrados, los derrotados en esa coyuntura pero que no obstante forjaron el camino de una Patria Grande más allá del imperio de su tiempo. Y solo un estudio serio y mesurado abrirá caminos en los cuales no cometamos los mismos errores, acaecidos por desatinos propios o inducidos por los enemigos de siempre.
Y si hay una figura que sintetiza este proceso de ocultamiento de la verdad histórica bajo la estrategia múltiple de mentiras, distorsiones y medias verdades es Don Juan Manuel de Rosas. Dictador, mazorquero, caudillo brutal y sanguinario son parte de los adjetivos con los cuales hemos crecido escuchando en gran parte de hogares y aulas. ¿Qué hay de verdad en todo ello? Quizás debamos comenzar por el principio. Era un caudillo criollo con sus luces y sus sombras que buscó establecer un principio de orden básico en las provincias que hoy conocemos con el nombre de Argentina. Que la creciente injerencia de las potencias europeas fue el gran motor de los contantes estallidos y conatos de guerras civiles crecientemente internacionalizados que se sumaron a un oprobioso bloqueo económico. Y la Guerra Grande, como la conocemos los orientales, fue solo uno de los escenarios de estos enfrentamientos.
Rosas, con todo lo polémico que resulta hoy en día, fue el encargado de “pacificar” la frontera histórica con las poblaciones indígenas (y uno de los tantos aspectos bajo escrutinio pertinaz de su obra). Por eso es válido recuperar el testimonio de uno de los caciques emblemáticos, Catriel. “Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos”. Es a partir de su épica defensa de la soberanía nacional contra la flota anglo-francesa que se puede percibir lo sacro del instante en el que San Martín le lega su espada. Es la batalla de la “Vuelta del Obligado” la que clarifica para siempre los bandos: criollos y federales de un lado y del otro potencias extranjeras con cómplices que sueñan con medrar con el librecambio.
Y es por lo previo y muchas más razones que recomendamos ardorosamente la lectura de “Rasgos de la vida pública de Rosas”.
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