Este cantante, autor y compositor de larguísima trayectoria fue, en su niñez, deslumbrado por la mágica voz de Carlos Gardel. Recorría remates, cambalaches y la feria de Tristán Narvaja en busca de discos del “Mago” y también de otros intérpretes de tango. En 1957, con 15 años y ya con el apodo de “El Ciruja”, había aprendido a cantar de memoria la mayor parte del repertorio de Gardel, particularmente los registros fonográficos que eran mucho más difundidos. Por entonces, se presentó a un concurso radial sobre “El Zorzal criollo” en donde asombró por sus conocimientos a César Zagnoli y a Alfredo Zitarrosa, que era quien enviaba algunas de las preguntas.
Pronto su voz fue requerida por los parroquianos del “Bar Tabaré”, y de una pulpería anterior al siglo XX que lindaba con el taller del escultor José Luis Zorrilla. Era invariablemente acompañado por su primo hermano, el poeta Enrique Estrázulas, a quien debe su apodo de “Ciruja”. A medida que fue creciendo se extendió su peregrinaje al centro y a otros barrios de la ciudad. Como buen gardeliano, nunca rechazaba la invitación a cantar de los presentes en los diferentes bares y almacenes a los que concurría; siempre ha ejercido con verdadera entrega y regocijo el arte de cantar “a capella” a lo largo de toda su vida y en todas las ciudades y lugares por donde ha pasado.
Más tarde realizó estudios de canto e ingresó como barítono en la escuela de ópera del Sodre. Siendo joven el viejo continente le abrió sus brazos para cantar en óperas junto a varios de los mejores intérpretes de la segunda mitad del siglo pasado. Podemos encontrar un gusto extremadamente lírico, romántico y refinado en su voz y sus composiciones, siendo estas tanto tangos como obras de música académica. Montero se refiere a veces a lo académico del tango, en especial en la obra de Gardel, diciendo que obras como “El día que me quieras” pudieron haber sido escritas por Puccini.
Durante 10 años, entre 1978 y 1988, no salió del viejo continente. En Alemania, donde pasó largos períodos, se produjo como un redescubrimiento del tango a partir de la radiante irrupción de Piazzolla, al que no fueron indiferentes grandes artistas del jazz, como era el caso del ya fallecido Toto Blanke. El famoso guitarrista y compositor germano fue un entrañable amigo de Montero, quien lo introdujo de lleno en el tango y especialmente Gardel.
Sus años en Europa no fueron un exilio ni mucho menos, pero demuestra una vez más cómo en este país no se valora la música o la cultura en general como es debido. Solo es necesario pensar en músicos como Luis Di Matteo, que es aclamado en Alemania desde hace décadas y está casi fuera de nuestro imaginario popular. Uruguay es un país donde las salas de concierto no suelen llenarse y los compositores no encuentran un medio que apoye su creación. Es extremadamente necesaria la “formación de públicos”, el oyente medio parece necesitar muletas en las que apoyarse para formar su opinión sobre nuestra propia música; las cosas son buenas o malas no por propia convicción sino por haber sido, o no, aprobada por alguien más. La música no es “asunto nacional” como en otros países.
Montero cantó varias veces en casa de Salvador Dalí, quien se confesó un gran admirador de Gardel al que conoció junto a Federico García Lorca, y solicitó a Raúl diversos temas que antaño interpretara Carlitos.
En 1976, el maestro Lamarque Pons compuso para Montero el pequeño ciclo La ciudad gris, sobre poesías de Enrique Estrázulas, que ambos, compositor y cantante, estrenaron en el teatro de la Alianza Francesa el mismo año.
La obra
Es autor del libreto y algunas secuencias instrumentales del musical “La perla negra”, compuesta por la excelente compositora Beatriz Lockhart, tomando elementos de lo ciudadano y la vanguardia latinoamericana. Esta obra es una fusión de tango, milonga y candombe, dedicado a Lágrima Ríos y a nuestros compatriotas negros; en sus episodios se relatan fuertemente las injusticias que ha vivido el negro oriental durante toda su historia.
Destacan también “Evocaciones”, disco de sus composiciones cantadas por él mismo junto a su fiel guitarrista, Anita Pierotti. Desde hace 25 años Raúl cuenta con la invalorable colaboración de esta guitarrista y compositora, siendo ella la que, según él, baja a tierra toda la música que él tiene en la cabeza para plasmarla en canción. Tiene unos 220 temas en su haber, habiendo entrado de lleno en la composición en 1996, y sigue trabajando intensamente. Además de muchos temas que le pertenecen enteramente, ha musicalizado poemas de Enrique Estrázulas y otros poetas de renombre.
Dice Montero: “A veces unas simples, pero generosas explicaciones valen más que cien clases. En ese sentido jamás he olvidado las que me dieran el propio Agustín, Jorge Botto, Eduardo Gilardoni, Rafael Quartino, Riccardo Bottino, el célebre tenor Alfredo Kraus en un curso especial y mucho después Néstor Marconi cuando hicimos María de Buenos Aires a fines del 93. En el canto y la música, como en todas las cosas, debemos vivir aprendiendo cada día”.
Tiene muy presente las evocaciones y referencias que su abuelo Raúl Montero Bustamante relataba sobre personajes y situaciones históricas del siglo XIX y principios del siglo XX. Se siente muy identificado con los conceptos espirituales de José Enrique Rodó y ha compuesto temas que están grabados y que ha cantado en diversas oportunidades para la Sociedad Rodoniana, fundada por su amigo Hugo Manini Ríos.
Gardeliano de fuste
Le tocó inaugurar, junto a Omar Giacosa, el primer programa de tango en la televisión uruguaya. Fue en el canal 4, dirigido por Miguel Angel Manzi, con la orquesta de Oldimar “Pocho” Cáceres y la participación de Horacio Loriente y de Erasmo Silva Cabrera, quien sacó a relucir la nacionalidad uruguaya de Gardel.
Montero estructuró en 2001, la primera y única colección completa de Gardel, con la colaboración de Horacio Loriente y Boris Puga, ambos grandes investigadores. Afirma Montero que sin duda Boris es el mayor conocedor de tango en el mundo y además el único que logró catalogar todos los registros de Gardel. Este trabajo es de los más importantes en materia de recopilación y difusión de la obra de Gardel. Este tipo de recopilaciones son de suma importancia en este país, donde muchas veces olvidamos a nuestros artistas. Destaco el reciente libro sobre Osiris Rodriguez Castillos De Oscar Redón Cabrera, el libro sobre Marcos Velázquez de Rodrigo Camaño y la recopilación de las obras de Alberto Soriano de Antonio Laviano. Todos estos trabajos son fundamentales para fortalecer nuestra identidad musical y no dejar que quede en el olvido.
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