En la edición pasada nos referíamos al imperialismo y, en particular, al europeo del siglo XIX, haciendo énfasis en África. El interior del continente africano era apenas conocido y esa información, imprescindible para los fines de los comerciantes, fue encargada a un grupo de valientes que se atrevieron a explorarlo y documentarlo.
De ese conjunto resalta la figura de David Livingstone, médico y misionero movido por su afán de promover la fe cristiana. Un hombre que generó no solo la admiración del mundo occidental, sino el afecto de los africanos por la afabilidad de su carácter y su lucha contra el comercio de esclavos. No en vano su corazón está enterrado en territorio africano.
Pero si Livingstone fue un individuo especial, no hay duda de que sir Richard Francis Burton tiene bien ganado su lugar en la historia. Desde explorador hasta traductor, antropólogo, militar, diplomático, escritor y hasta, dicen, espía. Dominaba veintinueve idiomas y más de cuarenta dialectos. Tradujo entre otras, obras tan dispares como Las Mil y una noches y Os Lusiadas de Camoens, el Ananga Ranga y el Kama Sutra. Se desempeñó como cónsul británico en Fernando Poo, Santos (Brasil), Damasco y Trieste.
Nacido en 1821, le tocó vivir la época victoriana. La longeva Victoria había nacido en 1819, ascendió al trono 1839 y reinó hasta su muerte en 1901. Desde 1877 agregó el título de Emperatriz de la India. La época de la moralidad estricta y de la Guerra del Opio, de Darwin y de Jack el Destripador, de Dickens, de Conan Doyle y de Burton.
El joven Burton comenzó su ajetreada vida enrolándose en la Compañía Británica de las Indias Orientales, una empresa privada que tenía un ejército propio que llegó a tener hasta 260.000 hombres, hasta que fue absorbida por el gobierno en 1858. En 1842 Burton se unió al 18º Regimiento de Infantería Nativa de Bombay.
Su experiencia de siete años de servicio en la India le permitió no solo nutrirse de las costumbres orientales, sino aprender diversas lenguas. Interesado en las culturas orientales, se compenetró de tal manera que decidió viajar a los sitios sagrados musulmanes. Así, en 1853 se convirtió en el primer súbdito británico en entrar en La Meca. Adoptó para ello las debidas medidas, dado que, de ser descubierto, como “infiel”, temía ser muerto por los islámicos. Para ello, además de ataviarse debidamente, se hizo circuncidar, tal como preceptúa la enseñanza de Mahoma. Pasó desapercibido. No era para menos, así lo describe su esposa: “Tiene el cabello muy oscuro, negras cejas sagaces y bien delineadas; semblante moreno y curtido, y auténticas facciones árabes…”. La experiencia la vertió en su obra Narrativa personal de una peregrinación a El-Medinah y La Meca, aunque según la Enciclopedia Británica (Ed. 1911): “El viaje en sí fue menos notable que el libro”. El pasaje de Burton por India produjo cuatro libros:Scinde, o el valle infeliz (1851), Sindh y las razas que habitan el valle del Indo (1851), Goa y las montañas azules (1851), y La cetrería en el valle del Indo (1852).
Hacia el Nilo
Sus primeras exploraciones africanas no fueron muy felices. En una de ellas, tanto él como el teniente Speke resultaron heridos de gravedad y escaparon a duras penas de ser muertos por los lugareños. El libro de BurtonPrimeros pasos en África Oriental(1856) recoge esas aventuras. Ese mismo año la Royal Geographical Society (una sociedad fundada en 1830, que tiene como presidente honorario al duque de Kent y, como tal, Gran Maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra) lo patrocinó con el no explicitado propósito de encontrar las fuentes del Nilo. De esta expedición daremos cuenta en una próxima nota.
Antes de partir a su accidentado viaje, Burton propuso matrimonio a una dama inglesa que había conocido en Franciaen 1851. Se trataba de Isabel Arundell (1831-1896), que heredaría el título de condesa. Isabel nació en el seno de una familia católica, y se educó en un convento en Chelmsford, ciudad donde años más tarde Marconi construiría la primera radio. Estaba completando sus estudios en Boulogne cuando conoció a Burton. Se casaron diez años después en la capilla Real Bávara en Londres, previo la consiguiente dispensa por disparidad de cultos, dado que Burton no era católico. Un matrimonio doblemente mal visto, por la familia y por una sociedad anticatólica.
Siete meses después del enlace, Burton tuvo que partir a su cargo consular en Fernando Poo. Isabel, contra su voluntad, debió quedarse en casa, porque se consideró que el clima de la isla era demasiado insalubre para ella. Nada conforme con la situación escribió en su diario: “No soy ni una doncella, ni una mujer casada, ni una viuda”. Se trataba de una mujer preparada, escritora y traductora, que no fue solo secretaria de su marido, sino que montaba, nadaba y practicaba esgrima con él.
Cuando Burton fue asignado a Damasco ella encontró su oportunidad. De su experiencia damasquina publicó La vida interior de Siria, Palestina y Tierra Santa (1875).Más adelante escribiría Arabia, Egypt, India, una biografía de Burton y una autobiografía.
Controversial
El personaje de Burton ha suscitado mucha polémica, no solo en su época, porque algunas de sus preocupaciones chocaban de frente con la moral victoriana, sino porque los biógrafos actuales relativizan algunos de sus relatos. Así, la página burtoniana.org, especializada en vida y obra del polifacético Sir Richard, advierte, por ejemplo, que, con relación a sus actividades como espía “nunca ha surgido una corroboración independiente de estas afirmaciones, pero aparecen en la mayoría de las menciones a Burton”. Y agrega que la base de las diversas biografías “es la venerable vida de dos volúmenes de su esposa Isabel Burton , que [… ] es nuevamente la única fuente de muchas de las historias que rodean a Burton”. La obra en cuestión: La vida del capitán Sir Richard F. Burton (1893) fue impugnada por los familiares de Lady Isabel- Al parecer, no coincidía con la opinión que estos tenían del biografiado. El romance de Isabel, Lady Burton, la historia de su vida (1897) donde cuenta su experiencia vital, también es calificado de edulcorado.
Algunas biografías presentan a Burton como un hombre promiscuo y la geógrafa, periodista y secretaria general de la Sociedad Geográfica Española Lola Escudero afirma desde la página de la Sociedad, que “probablemente era bisexual”. Otras fuentes señalan que tenía un carácter áspero y contestatario.
Con respecto a la traducción profusamente anotada de Las Mil y una noches (yo tengo la versión “para uso del Delfín” de Aguilar, Madrid, 1963) la Enciclopedia Británica dice que “las ‘notas antropológicas’ de Burton, […] abarcan un amplio campo de la pornografía”.
Más allá de los juicios, estuvo casado con una mujer que lo amaba hasta la idolatría y que luego de su muerte se dedicó a honrar su legado. La misma fuente que lo acusaba de pornógrafo, hace constar que la obra que escribió esta piadosa dama, siendo una “biografía romántica y exagerada de su marido, con todos sus defectos, es uno de los monumentos más patéticos que el amor desinteresado de una mujer haya levantado jamás a la memoria de su héroe”.
No puede haber monumento mejor.
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