La artista y productora uruguaya de vasta trayectoria Polly Ferman fundó en 1984 la organización Pan American Musical Art Research para promover la música y el arte latino. Desde hace quince años ininterrumpidos celebra el festival que reúne a artistas latinoamericanos en la ciudad que nunca duerme, este año con las particularidades de la pandemia.
Actualmente Polly reside junto a su esposo el compositor y bandoneonista argentino Daniel Binelli en Valencia, pero estuvo viviendo más de 20 años en Nueva York. A raíz de la pandemia, estuvieron cinco meses en Uruguay, luego de la cancelación del estreno de su espectáculo Aires de Mujer en el mes de marzo. “La pandemia de alguna manera me protegió, porque era mucho mejor estar en Uruguay en esos meses, en España fue horrible, aseguró.
¿Cómo nació su vinculación con la música?
A los tres años yo iba a un jardín de infantes, y había una orquestita de instrumentos de percusión, y a mí me dieron el xilofón. Entonces, la directora de la escuela llamó a mi mama y le dijo que me tenían que mandar a estudiar música porque tenía muy buen oído, y ahí empezó toda la historia. A los cuatro años entré en un conservatorio, que tenía al director que fue mi maestro, una persona muy especial, con muchísima paciencia, porque a esa edad es muy difícil hacer que los niños se concentren en algo. Y a los 7 di mi primer concierto en la Sala Verdi.
¿Cuándo descubrió que quería dedicarse a eso?
Yo en ese momento no sabía si me gustaba o no me gustaba, me endulzaba mi mamá porque me decía que para los conciertos me iba a poner un vestido nuevo. Me fue bien de niña, a los nueve años gané concursos, a los once toque con la sinfónica del Sodre, y todo fue muy rápido en mi vida, hasta que a los dieciséis me casé, y la música pasó a no ser algo muy importante, digamos que había sido como un entretenimiento importante en mi vida, pero no lo había asumido como algo que después se despertó.
El amor por la música vino tiempo después, porque me casé a los dieciséis, me divorcio a los veintidós, tenía tres hijos, dejé el piano totalmente por ocho años. Después de muchas idas y vueltas, empiezo a asumirlo como la pasión de mi vida y a dedicarme como para vivir de eso, fue cuando conocí a Daniel que es mi esposo actual, hace veinte años.
Antes fui periodista, hacía otras cosas, porque mantener una familia con el piano solo era imposible. Produje televisión, escribí para periódicos, cosas freelance que me permitían tocar el piano.
Vivió en varios países, pero tiene bastante arraigada nuestra cultura uruguaya.
He vivido en Uruguay, Argentina, Estados Unidos, Japón y España. Me adapto fácil, yo me podría ir al África y me sentiría bien, porque hago de esos lugares como un proyecto, una aventura, algo para aprender. Estar en esos lugares lo veo como un desafío y no como un desarraigo, yo me arraigo a todos lados, hago que el lugar funcione para que yo sea feliz. Lo transformo a través de una condición de la cual me siento muy orgullosa que es el optimismo.
Soy una persona que necesito el cambio, si estoy mucho tiempo en mi casa con los muebles en el mismo lugar, empiezo a moverlos, necesito cambiar el escenario. Y por eso he cambiado de países, me he sentido bien en todos lados, y puedo volver a esos lugares como si fueran mi casa.
Pero mi casa es Uruguay, siempre lo va a ser. Solamente no me sentí ciudadana en Argentina, porque me resulta un poco fuerte la idiosincrasia, se habla mucho de política. Yo considero que cuando uno es artista debe sintonizar con la cultura, y no con la política, por lo menos yo lo siento de esa manera. Tenemos que tener la bandera de la música, no la de un partido. Por supuesto que tengo mis sentimientos sobre quién gana las elecciones, pero no utilizo la visibilidad que puedo llegar a tener como artista para promover a un partido.
Ese sentirse uruguaya ha influído en su actividad artística, la conexión con el arte uruguayo y americano.
Si, te voy a contar como. Cuando me fui a vivir a Nueva York en el año 82, era pianista de música clásica, tocaba el repertorio europeo. Cuando llego a Nueva york, me preguntan de dónde soy y digo Uruguay, mucha gente se quedaba mirándome como diciéndome y eso dónde queda, entonces decidí dejar la música clásica y dedicarme a promover la música de Uruguay, Argentina, Brasil, Cuba, y al mismo tiempo contarle a la gente donde quedan esos países, porque en esa época el concepto era que Latinoamérica era México, y para abajo era no había nada. Me dijeron que estaba tirando mi carrera por la borda, pero a mí no me importó, y lo hice.
Para mí tiene sentido la música para mostrar como fotografías de dónde venimos, de donde somos. La música tiene raíces en lo africano, lo indígena, lo español, lo criollo, y poca gente sabe eso, y me dediqué a mostrar ese otro lado, de compositores que estudiaron en Europa, pero captaron los ritmos y el folclore de nuestros países.
Entonces surgió la posibilidad de institucionalizarlo en Nueva York…
Ahí fue cuando en Nueva York veía que a la gente le gustaba lo que hacía, pero sola no podía, tenía que abrir el campo para que se conociera nuestra cultura. Alguien me sugirió crear una ONG, pero no tenía plata ni sabía hacerlo, pero me acerqué a gente que estaba vinculada a la cultura de Nueva York, y le dije que no les iba a pedir dinero, pero necesitaría sus nombres para ponerlos en el directorio de la ONG que se dedicaría a promover la cultura latinoamericana en Nueva york, y dijeron que sí. Una de esas personas, una señora colombiana, se lo dijo a Placido Domingo, y yo lo invite a ser el presidente honorario de mi organización que se llama PAMAR (Pan American Musical Art Research) y desde ese entonces es el presidente honorario.
Yo daba conciertos, me pagaban (poco), pero me pagaban, guardaba parte de eso que me pagaban y ayudaba a presentarse en Nueva York a artistas, con ese dinero por ejemplo les contrataba un teatro, les daba promoción, y los artistas tenían la posibilidad de tener un debut. Eso fue desde el 84, y fue lento, pero hubo varios de esos artistas que tuvieron su debut a través de PAMAR, que se convirtieron en famosos, no porque tuvieron la oportunidad en PAMAR, sino porque eran buenos.
¿Cómo se inció la Semana de la Cultura?
Me fui a vivir a Japón, luego de casarme nuevamente, y durante esos quince años en Japón, quedó la organización en manos de un bailarín, que hizo de director ejecutivo. Un día consiguió un trabajo que le pagaban y dejó, yo me divorcié y volví a Nueva York. Entonces pensé en abandonar PAMAR, porque la manejaba sola con mucho sacrificio, pero como no soy de dejar los proyectos dije no, tengo que inventar algo. Y cerca del 2000 empecé a observar que había festivales, el ucraniano, el chino, y los latinos seguimos separados, cada uno haciendo lo suyo. Entonces repito la historia que había hecho con la gente que me prestó los nombres, fui a organizaciones, instituciones, varios lugares que en distintos momentos del año hacen algo referido y les dije que quería hacer una Semana de la Cultura, y todos me dijeron que sí.
Les doy promoción, hago un folleto, lo promociono en internet, y a partir del año 2006 creé la Semana de la Cultura Latinoamericana en Nueva York, todos los años en el mes de noviembre. Con el paso del tiempo la ciudad de Nueva York reconoce lo que estoy haciendo y algo económico ayuda, sigue creciendo el proyecto, y aunque el defasaje económico es cada vez más grande, lo maravilloso es que muchos artistas cada años que digo que no lo hago más, me dicen que ya están pensando la presentación del año siguiente, y no les puedo decir que no. Este año que no daba para más, viene la pandemia, no se puede hacer nada presencial, lo que quiere decir que no tengo plata pero no importa porque no tengo nada para alquilar. Entonces este año surgió la posibilidad de hacerlo virtual, en una plataforma a través de la cual los artistas van a poder vender entradas.
Empezaron a llamarme una cantidad de grupos musicales de distintas partes del mundo queriendo participar, y lo están haciendo. Cada uno puede vender entradas, que representa un ingreso económico en este momento en que no hay nada en ningún lado, y los artistas están entusiasmados. Cuando uno promueve, está ayudando a promover a todos, y eso me da una enorme satisfacción, porque eso que yo comencé sola, hizo que los artistas hoy estén mancomunados en un proyecto de solidaridad.
La pandemia, también puede generó oportunidades.
Claro, a mí la pandemia me ayudó a reinventarme como a mucha gente, pero también para ver que nada termina, todo se transforma. El artista si no se transforma, caduca. Al principio con esto de que había que dar conciertos virtuales no lo quise hacer. Porque nunca fue parte de mi sentir hacerlo, yo me nutro del calor del público, es como tocar en el living de tu casa para nadie, aunque estén escuchando del otro lado. Pero la virtualidad de la Semana de la Cultura, siento que es diferente, y con mi esposo grabamos un video especial para estar en el evento, que es lo primero que hago desde que empezó la pandemia al concepto de la virtualidad, porque siento que es diferente.
Comentaba que en marzo estaba por estrenar su obra en el Solís, con la reapertura gradual de las salas, ¿pudo volver a tocar en vivo?
Yo todavía tengo un contrato firmado para hacer este proyecto en Uruguay, esperando que me adjudiquen una fecha, porque están programando más que nada artistas que están en Uruguay en este momento, así que espero que pronto se dé la posibilidad de actuar en Montevideo nuevamente…
También tenía que hacerlo en España el 3 de noviembre, y lo voy a hacer el 3 de abril, ya tengo fecha. Pero al mismo tiempo acá estamos actuando, estoy haciendo cosas. Hoy vengo del primer día de filmar una película, donde hay texto y música, y en enero hay conciertos, el aforo es menor, pero se están haciendo cosas. Hice el primer concierto pago del año el 1° de octubre en Granada, abrimos el Festival de Tango.
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