Séneca o el poder de la cultura. Julio Mangas Manjarrés. EDITORIAL DEBATE.2001, 172 pags.
Pocos personajes de la antigüedad fueron tan complejos y trascendentes como el filósofo estoico Séneca. De origen ibérico, fue militar, político, escritor y preceptor de monarcas. Su extensa vida estuvo signada por los contrastes: llegó a poseer una de las mayores fortunas de Roma mientras hacía alabanzas de la honesta pobreza, sufrió un largo y penoso destierro con la consiguiente expropiación de la mitad de su fortuna para luego alcanzar las más altas cotas del poder; su desarrollo filosófico fue recuperado por el primer cristianismo, mantuvo vigencia durante la Edad Media, resurgió en el Renacimiento y el interés por él se ha mantenido hasta nuestros días. Su comprometida lucha contra la ignorancia, los excesos y los sinsentidos de la tiranía no han perdido vigencia: “Puedes matar tantos hombres como quieras, pero no podrás matar nunca a tu sucesor”, dictaminó a Nerón.
Pero esta espléndida biografía tiene un acierto complementario: explora un terreno clave, el rol de la cultura del Imperio romano, el cual ha trascendido por sus proezas militares, organizacionales y jurídicas pero que habitualmente no es estudiado desde ese ángulo. Y fue por la puerta de la cultura que Séneca, en última instancia un provinciano, que logró construir una carrera en la Roma de los Césares.
Fue uno de los pocos romanos que comprendió que la doctrina de Epicuro sobre el placer –el fin de la vida es el placer, había dicho– iba más allá de la interpretación vulgar. Epicuro hablaba realmente del placer que dura toda la vida, del placer de la serenidad del alma y del placer intelectual, lo que distaba mucho de una defensa de los placeres momentáneos.
En la búsqueda de un sistema filosófico, Séneca descubre el estoicismo por su maestro Atalo. Séneca nos recuerda: “Epicuro había dicho: No participará en política el sabio a no ser que suceda algo”. Y que Zenón el estoico, por su parte, “participará en política a no ser que algo se lo impida”. Séneca expresaba que se podía optar por tres tipos de vida: por la entregada al placer, por la entregada a la contemplación y por la entregada a la acción. Al abrazar el estoicismo, él mismo había optado por las dos últimas a la vez.
Un texto más que recomendable.
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