Bernarda Lima Menéndez 1er. Premio Alberto Manini Ríos Categoría Literatura Infantil
¡Llegó la primavera! Tras un matorral, el zorro Simón había salido de su guarida. Era un zorro valiente quehabitaba en la orilla de un río de gran relevancia, el río más largo de una pequeña nación. ¡Claro! Se trata del Río Uruguay.
El zorro Simón vivía junto a su familia, otros animales y bichos en una región, cerca del monte.
Cierto día, Simón se había puesto a dialogar con su mamá zorra.
–¿Es posible que un zorro explore el mundo? –preguntó el hijo a su madre, mientras observaba un mapa.
–¡Claro! Naturalmente, un zorro tiene la capacidad de viajar y conocer la cultura de otras naciones, las costumbres, los monumentos e historia.
–Deseo viajar y pasar un tiempo agradable –dijo el zorro Simón, moviendo su oreja.
–No obstante, debes ser cauteloso, ser astuto e inteligente –le recomendó su mamá zorra.
El zorro Simón se encontraba contento, pronto realizaría su anhelo de convertirse en turista, de viajar y viajar. Desearía explorar primero… hay tantos lugares que desearía visitar, primero exploraría su país.
–Debes usar esta camiseta con la letra “S” de Simón, la diseñé específicamente para tu viaje turístico –dijo su madre– dando las últimas puntadas en la costura. Simón se puso la camiseta con la letra “S”, luego, se dirigió al antiguo galpón desmantelado para ver si hallaba algún medio de transporte.
Ahí encontró una bicicleta pequeña, que los chicos, o sea, los zorros, no utilizaban ya que habían crecido. Y se fue el pequeño en la bicicleta, a ritmo acelerado, pedales tras pedales, ascendía colinas y sierras, alcanzando la cumbre agitado y con la lengua fuera. Se detuvo un momento para tomar un vaso de agua, pero empezó a experimentar hambre. Un ratón estaba atravesando el lugar y, zás, zás, con sus patas y cola intentaba capturarlo. No obstante, el ratón resultaba extremadamente ágil, y al intentar huir corría en forma de zigzag, al igual que la madre le cosió la camiseta en la máquina, utilizando el punto zigzag. El zorrito, dejó ir al ratón, y se alimentó de ricos frutos silvestres.
–Ah, este manjar está bien –comentó Simón -y me agrada.
–¿Y ahora? ¿Proseguiré pedaleando o no continuaré? ¡Qué hermosa flor es una margarita! Ella me asistirá para solucionar el problema -reflexionó Simón. Y al igual que todos, en algún momento lo hemos hecho, agarró la flor y en lugar de ir deshojándola y decir “Me quiere o no me quiere”, decía: “Sigo pedaleando o no sigo”, “Sigo pedaleando o no sigo”, y así sucesivamente hasta que la pobre flor quedó totalmente desvestida, sin ningún pétalo.
–¡No continuaré! ¡No sigo! –exclamaba el zorro, estaba muy cansado.
Como cualquier zorro, comenzó a sestear, sobre un pajonal que funcionó como colchón, los rayos solares le atravesaban el rostro, hasta que una sombra de una vaca lo resguardó. Dado que estaba extremadamente agotado, se quedó profundamente dormido.
Entre tanto, el sol se ocultó, la vaca se marchó, las estrellas emergieron para resplandecer en la penumbra y la luna se presentó en forma circular como un balón, preparado para atravesar el otro arco. Tenía tanto sueño, tanto sueño, que no se percató del transcurso del tiempo.
Al despertar, escuchó el sonido de las aves dando la bienvenida al nuevo día. La mañana era fresca, y el aroma de las flores se sentía aún más fuerte.
Era un día magnífico de primavera. Las especies de insectos salían de las cuevas, madrigueras, viviendas, panales, hormigueros, en otras palabras, de todo un poco.
–¡Ay, me quedé dormido! –exclamó Simón, el zorro. Por supuesto, había dormido, se encontraba en la cumbre de la colina y necesitaba descender.
–¡Ay! ¡Hola! ¡Chiss! -se escuchó desde la cumbre de un árbol que tenía una rama seca y desgastada.
–¡Vaya! ¿Quién eres? –preguntó con asombro Simón.
–Soy la lechuza. Sara, la lechuza mágica, la más antigua residente de este sitio, inclino mi cabeza para observar todo lo que me rodea –dijo la lechuza con sus grandes ojos ampliamente desplegados, casi hipnotizadores.
–¡Hola! Me llamo Simón, soy turista. Gracias, doña lechuza Sara –expresó el zorro Simón, quitándose el casco con respeto.
–¡Vaya! ¿Quién eres? –preguntó la lechuza. ¡Turista! ¡Turista! ¡Qué término inusual! ¿Qué significa? –La lechuza, moviendo sus alas, formuló la pregunta.
–Un turista es una figura que se desplaza de su lugar de residencia habitual a otra región geográfica, estando ausente de su sitio de origen –agregó el zorro– cambiando de ubicación.
–¡Qué fascinante! –Dijo reflexiva la lechuza Sara y prosiguió, – deseo convertirme en una turista, realizar viajes y viajes y no vivir constantemente en la rama desierta del árbol.
–De acuerdo, desde ahora seremos dos turistas –afirmó el zorro.
Ambos subieron a la bicicleta, la lechuza se encontraba acomodada en el manillar. El descenso era muy marcado, las ruedas de la bicicleta se movían con rapidez, alcanzando los 40, 50, 60 o 70 kilómetros por hora. Se asemejaba a una moto, algunas plumas de la lechuza podían volar, la cola del zorro se asemejaba al péndulo de un reloj que se movía a la izquierda y derecha.
Al poco tiempo, al concluir la bajada, escucharon un grito: ¡Ohhhh! Los habitantes del lugar permitieron el paso del bólido que se desplazaba a cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta kilómetros por hora. Sin lugar a dudas, estarán pensado… no podían detener esa velocidad aterradora, si lo hacían, ¡patatún plín plaf! Y así fue que cayeron los dos.
–¡Ohhh! ¡Ohhh! –Exclamó la lechuza un poco desplumada –¡Ohhh! ¡Ohhh! –exclamó el zorro Simón, con la cola entre sus patas. A los pocos segundos, se escuchó un gran ruido: ¡Plaf! ¡Pum! ¡Cataplum! Y agua dispersa en todas partes. –¡Auxi…auxi… auxilioooo! –gritaba la lechuza, cuyo cuerpo estaba medio inmerso en la piscina de agua caliente de las Termas del Arapey.
–¡Ya voy! –exclamó el zorro Simón, orientándose hacia la ubicación de la lechuza, apenas se podía apreciar su cabeza. Con su gigantesca cola la envolvió y la rescató del agua.
–¡Gracias, mi amigo zorro, ¡me has salvado! –exclamó Sara. De esta forma, nuestros amigos turistas arribaron a las Termas del Arapey. Todos aspiraban a descubrir al conocido zorro que manejaba la bicicleta, prácticamente sin freno, y al héroe que había rescatado a una lechuza.
Los animales de la zona lo rodeaban, los insectos buscaban su contacto, las aves solicitaban autógrafos, las flores sonreían y las mariposas lanzaban brillantinas con sus alas. Se llegó a un punto en el que las Termas del Arapey, estaban completamente colmadas, hasta arriba del techo del hotel había visitantes y en los árboles. Cada vez llegaban más turistas y tenían que hacer filas para acceder a las piscinas.
Con tanto tumulto, Simón optó por continuar su viaje.
–¿Te marchas ahora que está repleto de turistas? –preguntó la lechuza Sara.
–Claro que sí, soy un turista que no deja de explorar sitios –agregó el zorro.
Simón, se encontraba algo agotado por tantas emociones y de firmar autógrafos, por lo que tomó la bicicleta y continuó: pedalea que te pedalea, por senderos de piedras; arenas y pastizales, llegó a su casa. Otro día, será otra aventura.
Bernarda Lima Menéndez está radicada en Bella Unión. Escritora, ha incursionado en escultura, artes plásticas y fotografía. Ha editado libros. En el Arte: Exposiciones individuales y colectivas a nivel nacional e internacional. Premios varios. Realiza lectura de cuentos de su autoría, en escuelas de su ciudad. Bibliografía: “Clarice la lanchera”- “Cuando salga la luna”- “Plumas y tinta china”- “Ventanas” y el libro didáctico infantil “Una fórmula mágica”. Ha obtenido diversos premios en Uruguay y en el exterior.
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