¿Te acordás, hermano? Anécdotas de una vida inesperada. Ignacio de Posadas. PLANETA. Noviembre 2021. $990, 392 págs.
Bienvenidos a un periplo peculiar. ¿Cómo se ve el mundo desde el Olimpo? Ignacio de Posadas es integrante de una las familias tradicionales del Río de la Plata. Pero más importante, es un individuo dotado de una proverbial inteligencia que le ha permitido destacarse en cada uno de los múltiples campos en los cuales ha incursionado. Destacado abogado y político, hizo el noviciado en la Compañía de Jesús, realizó estudios de filosofía, teología y ciencias sociales en Canadá y Estados Unidos. Rugbier y jugador de polo, fue Senador de la República en dos períodos y Ministro de Economía. A sus profusas columnas periodísticas, filosas por demás, ahora se suma esta obra, en las que la memorabilia deviene en texto obligado de historia y política nacional.
Un docente en su período de formación jesuítico, Jake Wickham, decía que los autores escriben, bien para entretener, bien para enseñar y que los buenos, buenos, son aquellos que consiguen hacer las dos cosas. Y de Posadas vaya si lo logra.
Crecer en una señorial residencia en el Prado rodeada de diez hectáreas de parque, asistir al British y celebrar reuniones familiares presididas por el cuadro de Gervasio Antonio de Posadas, primer Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata pautan de un modo indeleble. Y con respecto a tan patricio ascendiente, es interesante recuperar el dato histórico de su confrontación con José Artigas. El 11 de febrero de 1814 Posadas declaró a Artigas traidor, haciendo una larga enumeración de los desmanes que le atribuían al Caudillo. Se puso precio a su cabeza, seis mil pesos, cuando se le habían otorgado solamente dos mil para organizar la revolución en la Banda Oriental. El Gobernador español Vigodet ofrece diversos cargos para que Artigas abandone la lucha, la respuesta sigue definiendo muchas cosas: “con los porteños tendré siempre tiempo de arreglarme, pero con los españoles nunca”. La historia luego continuó, hubo hipotéticas reconciliaciones y perdones muy coyunturales.
¿Te acordás, hermano? está estructurado en dos grandes secciones. Uno, con una mirada intimista, recuperando las vivencias de alguien que se forjó en un sitial excepcional desde el punto de vista socio-económico pero cuya tensión vital pasa por sus dudas vocacionales en el ámbito religioso y en el cual las búsquedas filosóficas pasaron a ser primordiales. Pensemos también que a nivel de la propia Iglesia, los 60 fueron un torbellino signados por Concilio Vaticano II, Teología de Liberación y un profundo testimonio de acercamiento al mundo temporal con obras sociales. Pero en esta mirada hacia los primeros años también hay una recuperación de todo lo que fue la “movida” de Punta del Este de aquella época. Su vida afectiva, su vida privada, pasan veladamente porque este texto no es una autobiografía detallada y cronológica. Es un conjunto de retazos que generan un friso no solo de un periplo vital sino de una sociedad.
Pero es la segunda sección la que atrapa por definición. El actor y testigo con una mirada más que ácida de la campaña de Por la Patria y Wilson Ferreira Aldunate, del derrumbe de la democracia, la lenta reconstrucción de la institucionalidad. Y sus testimonios sobre lo que fue el gobierno blanco, su labor luego como Senador en la oposición son piezas claves para, no leer historia, para comprenderla, como bien señala Martín Aguirre en el prólogo.
Una de las infinitas anécdotas: “Cuatro años después, siendo yo ministro de Economía, en una interpelación que me hizo Batalla, cuando Astori pidió la palabra para subirse al carro de las críticas a la política económica, le pedí una interrupción y le leí, en medio del Senado y con las barras repletas, su listado agorero de 1990, parando en cada uno de los anuncios y contrastándolos con las cifras actuales de la economía. Quedó muerto; le había errado en toda la línea. Cuando terminé, lo único que atinó a decir fue: “Eso no es cristiano”. Capaz que no, pero se lo merecía”.
Un testimonio ineludible que despierta las ansias de releer el Patriciado Uruguayo de Carlos Real de Azua.
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