Nacionales
11 de julio de 1923
Esta misma expresión que solemos decir en días de inclemencias climáticas aparecía en la página 2 de aquella edición. Hacía más de 48 horas que el viento, “huésped ingrato que pasa y pasa sin irse, al parecer, nunca, azota a la ciudad con una violencia exagerada y tenaz, circulando con una rapidez y fuerza inusitadas, mientras que una fina llovizna, fría, impertinente, constante, a la que aquel da caprichosas orientaciones, transforma en objeto inútil y susceptible de vergonzosas inversiones al más sólido y avezado paraguas”. También hacía que “las británicas telas impermeables se sometan al húmedo traspaso, cual vulgares e irrisorias gabardinas”.
Las aguas del río crecían. Solo los teléfonos mantenían “la imperturbable normalidad de su funcionamiento: como todos los días, resulta imposible entenderse a través de ellos”. Incluso sobre las once de la noche anterior periodistas de La Mañana realizaron una extensa recorrida por la zona portuaria. De acuerdo con el testimonio recogido, pudieron apreciar la magnitud del desastre que significaba “la nunca igualada creciente de las aguas del estuario”. A esa hora el agua se hallaba a unos 40 centímetros sobre el pavimento de los muelles y de las explanadas, hallándose semi-inundado el Depósito Maciel, entre otros sitios.
El Capitán General de Puertos, el coronel Lyons, había llamado al jefe de servicio del quiosco Maciel de la Avenida del Puerto, ordenándole que tuviera listos el mayor número de vapores para concurrir al primer llamado, orden que se cumplió de inmediato. Los colaboradores del periódico tuvieron la oportunidad de hablar “con el digno funcionario”, quien los impuso de las disposiciones adoptadas, agregando que, en lo que le corresponde, no había podido hacer nada más, ya que nunca pudo preverse una creciente igual y menos que esa se produjera en forma tan súbita.
Se registraron efectos en el interior y en la región. Desde Juan Lacaze, un telegrama informaba que el Río de la Plata se había desbordado, inundando varios puntos de la población, cuyos habitantes huían despavoridos hacia la campaña, abandonando sus hogares y sus pertenencias. La fábrica de papel fue perjudicada seriamente, habiéndose derrumbado gran parte del grande edificio que ocupa. Mientras tanto, en Buenos Aires las aguas se enseñorearon de la parte noreste de la ciudad, casi por completo, e invadieron el Hipódromo de Palermo, en la pista chica; el field de Gimnasia y Esgrima, las avenidas Alvear y Vertiz. De hecho, en esta última era necesario valerse de botes para efectuar el salvamento y aprovisionamiento de los vecinos, situados en sus domicilios. Una comunicación radiotelefónica anunciaba que, hasta el momento, no había necesidad de lamentar ninguna desgracia personal y que la fuerza del viento disminuía. El frío se hacía más intenso y, para dicha jornada, se pronosticaba “buen tiempo”.
14 de julio de 1954
Murió en Madrid Jacinto Benavente y Martínez, “un famoso hombre de letras español y ganador del premio Nobel en 1922, tras sufrir las alternativas de una larga enfermedad”, subraya la cobertura informativa de La Mañana. En 1923 vino a Montevideo con Lola Membrives y Ricardo Puga, estrenando para nuestro público un monólogo titulado “Por qué se quitó Juan de la bebida”, e interpretando en la escena el papel de Crispín de “Los intereses creados”.
11 de julio de 1963
En el naufragio del barco “Ciudad de la Asunción”, conocido como “El vapor de la carrera”, “sano y salvo, aunque mojado de la cabeza a los pies y con escalofríos, el Abate Pierre descendió a tierra en la Base Nala de Río Santiago, por la escalerilla del patrullero ‘King’”, se lee en aquella edición. Los directivos del movimiento E.M.A.U.S. argentino, que se habían sumado a la multitud angustiada que mantenía penosa espera en el apostadero, se adelantaron, alborozados, a abrazar a su líder. El sacerdote francés se mostraba exhausto. El clérigo dijo que se sentía bien de salud, pero que estimaba no era ese “el momento adecuado para hacer declaraciones”.
15 de julio de 1979
Falleció en Montevideo Juana de Ibarbourou, “la máxima figura de las letras nacionales”, destacaba La Mañana. La “exquisita poetisa” había sufrido un paro cardíaco diez minutos antes de la medianoche que puso fin a su fructífera vida. Fue la primera persona que recibió la condecoración “Protector de los Pueblos Libres, General José Artigas”, el mayor galardón que otorgaba el gobierno a las figuras relevantes.