El calor en el interior del país se siente distinto, aunque el sol agreda y las brisas sean calurosas, hay algo en la tierra purpúrea que hace que no sea tan agobiante, quizás sea lo reparador de la tierra, o aquello inefable que narra Federico Falco en “Los llanos”. En el sopor después de la tormenta, Grupos Sonantes Carmelo junto a la orquesta de cuerdas Raskolnikov y el dúo de balalaikas (instrumento de origen eslavo de forma triangular con tres cuerdas que se pulsan), Riechinka, dieron un concierto conmovedor en la iglesia del Carmen en la ciudad fundada por Artigas.
El concierto fue muy bien recibido, la iglesia literalmente desbordaba, al punto que la gente se reunía en el Nartex e incluso miraban desde la vereda. La tarde se encendió con folklore ruso a dos balalaikas, que luego dieron lugar a la serie de conciertos para violín “Las cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi. Para los últimos arreglos ya había más de 40 músicos en escena tocando arreglos de Gardel, Piazzola, Shostakovich, Kosma y Haendel que se extendieron hasta tocarse los talones con el servicio de misa.
Grupos Sonantes se vestía de gala para su concierto de fin de año, una ocasión agridulce pues también fue el concierto en el que este bastión de la música en el interior homenajeaba a su creador, Jorge Risi, a solo meses de su muerte. Yo soy un gurí de Montevideo, recién ahora puedo ver lo que hizo Risi por la música en el interior. Había algo conmovedor cuando veía las expresiones en las caras de mis colegas y alumnos y recordaba la figura y la acción de Jorge. Allí, en esa pequeña ciudad se estaba dando un concierto gratuito de música académica. Dirigía Martin Da Rosa, oriundo de Melo, que llegó con su orquesta constituida casi totalmente por exalumnos de Sonantes, jóvenes del interior, que al igual que él fueron hijos de Risi. En palabras de Jorge: “Somos hijos violinísticos de aquel que nos puso por primera vez un violín en las manos”.
Las filas de cuerdas constituidas por hombres y mujeres, niños y niñas tocando a la par, disfrutando y homenajeando al creador de Sonantes, era la mejor manera posible sino la única válida de mantener la llama de la música encendida para todos, pobres y ricos, de ciudades, pueblos o caseríos. Música para todos. Es curioso ver en la misma fila tocando dos personas tan disímiles, junto al integrante de mayor edad de la orquesta toca la de menor edad, los separan más de sesenta años, pero frente al atril son compañeros. El jubilado que gracias a este proyecto puede disfrutar de toda su vida de esfuerzos haciendo algo que ama y socializando y la niña, de un entorno rural, donde la aparición del violín en sus manos es una llama de esperanza y felicidad para su entorno y su familia, lejos de todo, pero siempre con la música al lado.
Un legado que debe continuar
El proyecto Grupos Sonantes fue impulsado y creado por Risi, pero desde hace ya algunos años ha sido desfinanciado. No puedo subrayar lo grave que es esto; Sonantes es un proyecto musical, cultural y social. Hoy en día, de las decenas de núcleos que había en decenas de ciudades y pueblos del país, solo queda una “sucursal” de este proyecto. Los vecinos de Carmelo se rehusaron a que les quitaran su alegría y pasión, y con incesante trabajo y esfuerzo han podido mantener este último núcleo abierto, un lugar donde decenas de niños, jóvenes y adultos de toda la zona, sea Carmelo, Ombúes, Conchillas, Palmira, pueden acceder a clases de violín, viola cello y contrabajo, que se les preste un instrumento y que puedan tocar en conjunto. Hoy en día hay una cuota social de 300 pesos por alumno; es verdad que la intendencia y la alcaldía hacen aportes, pero la situación es difícil, no solo lleva decenas de horas de trabajo, sino que mes a mes se esperan los aportes de empresas y ciudadanos de a pie para que el proyecto no se extinga, como sucedió en el resto del país.
Sonantes tiene futuro, pero hay que aprender de sus errores y, especialmente, hay que apoyarlo. La idea que pudo haber salvado esto fue lo que sucedió en la misma Ciudad de Carmelo; una estudiante comenzó desde niña a aprender violín, yendo desde Palmira todas las semanas a tomar clase. Esa gurisa creció y hoy es la profesora de violín Nadia Oleari. Ella no fue “adiestrada” por Risi. Aprendió a pensar en la educación musical y, como tantos otros, pudo sentarse muchas veces junto a su maestro y discutirle, creando así un método, incompleto, pero que hasta el día de hoy crece, pues crecen los aportes de los discípulos de Jorge, un violinista excelso que hasta su último minuto cuestionó todo, escribiendo y compartiendo sus dudas y su hambre de crecer y de que otros crezcan.
“Cada movimiento se apoya en el precedente, parte de él, y a la vez genera el siguiente.
Este concepto, atribuido a Jascha Heifetz, pero compartido por muchos otros, no solo músicos, nos llevaría a no estudiar los movimientos exclusivamente por separado; por ejemplo, la articulación muy lenta y concentrada de los dedos de la mano izquierda, el arco sumamente lento etc. Se trataría de estudiar sobre trozos, frases, más adelante estudios, tratando de armonizar e INTERDEPENDER todos los movimientos que se vean involucrados en un pasaje, sean sencillos o complicados, conectándolos y armonizándolos simultáneamente, con todo el cuerpo. Evitar toda interrupción, toda fractura, toda debilidad o desconexión en ese proceso.
Es muy difícil establecer si esta idea debería encararse como algo que corresponda al cuerpo o a la mente. De allí el mencionar algunas miradas ‘orientales’ que a los depositarios de la cultura occidental nos han sido ajenas mucho tiempo, llámense Tai Chi (meditación en movimiento) u otras artes”.
Jorge Risi, junio de 2021
El método de Jorge es quizás el más comprensivo. Hasta el día de hoy sigo aprendiendo de sus interpretaciones. No podemos abandonar este regalo, hay instrumentos y músicos por todo el interior del país, y especialmente hay miles de personas que quieren aprender a tocar. Por todo lo que nos dejó el Mtro. Jorge Risi y porque el interior necesita tener acceso de calidad a la música, no podemos dejar que la llama de Sonantes se apague nunca, y no podemos olvidar que lo que se construye en años puede desaparecer en minutos si no se lo cuida.
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