Un mundo hecho pelota. Felipe Fernández. EDICIONES B. Octubre 2022. 174 págs., $650.
Umberto Eco en su “Diario mínimo” plantea una peculiar escena en la cual asistimos a un insólito diálogo entre dos pasajeros en un tren. Uno está narrando con exasperantes detalles, algunos claramente inverosímiles, un concierto de música culta. El interlocutor sufre en silencio estoico el interminable y tedioso discurso. Obviamente una situación imposible: Eco nos advierte que es una situación fantástica. La situación real es otra: en cualquier espacio seremos atosigados sobre interminables peripecias futbolísticas, sea un deporte de nuestro agrado o no. Y esta situación es creciente en especial cuando se acerca una fecha tan significativa como el próximo Mundial.
Bueno, hay una excelente noticia. De la mano de Felipe Fernández, más allá de la devoción a dicho deporte, descubriremos un universo insospechado. El fútbol es quizás el gran idioma universal. En mayor o menor medida todos nos sentimos apelados, las identidades nacionales se reconstruyen a partir de épicas deportivas. Y Felipe, mirando más allá de lo deportivo en sí, logra construir una sutil amalgama de sociología, historia y geopolítica en clave de balón.
Y vaya si lo logra. Un impactante puzzle en el que se entrecruza la ominosa historia del Mundial de 1938, con el Tio Sepp dirigiendo durante décadas la escuadra germana (recién en el 2016 el Maestro Tabárez superó su marca de mayor cantidad de partidos al frente de una selección) con las claves detrás de los nombres de los equipos rusos. O redescubrir los Balcanes, tierra de héroes pero donde todo se discute, muchas veces no necesariamente de forma pacífica. “Tu nombre es el mío” es un capítulo deslumbrante para releer la historia a través de siglos de las tierras de Alejandro Magno, en el cual griegos y sucesores del proyecto titoísta buscan caminos a un mundo mejor.
“Una futbolista afgana hace lo imposible por salvar a sus colegas cuando vuelve el régimen talibán, Sudán del Sur jugó un partido menos de 24 horas después de independizarse, dos futbolistas iraníes de un equipo griego se negaron a jugar contra un equipo israelí, se funda un club en Suecia que lleva los colores y el nombre de la causa kurda…”.
El fútbol también puede ser una puerta para conocer el mundo.
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