El 26 de diciembre de 1991 la Unión Soviética implosionó. La Guerra Fría de un modo imprevisto para la mayoría había finalizado. Frente a las promesas de un fin de la historia, definido por la imposición del liberalismo por doquier en su doble acepción de régimen político y sistema económico, la realidad ha sido bastante rebelde. La historia ha continuado su marcha por derroteros inesperados. El mundo ha cambiado, ya no son operativos los paradigmas que explicaban la realidad política del siglo XX. Otros desafíos han aparecido en escena. Pero claro está, no olvidemos que la naturaleza humana, sus sueños y sus pesadillas son sustancialmente atemporales.
César Vidal plantea cómo la democracia y la libertad no solo no se imponen automáticamente sino que están amenazadas como nunca. “Dicha amenaza no solo es externa sino, en buena medida, también interna. Un mundo que cambia es un intento de explicar qué es la democracia y su fragilidad así como también qué es la agenda globalista, una colosal amenaza para la continuidad de la misma democracia”. La obra dedica sus primeros capítulos a evaluar el surgimiento de la democracia en la Atenas clásica y sus muy numerosos detractores. Luego de describir el proceso político europeo con especial énfasis en el derrotero anglosajón, pasa a desarrollar una visión sobre la excepcionalidad norteamericana en construir una democracia inédita en torno a los valores puritanos.
El autor, un historiador y novelista español, es una figura claramente polémica. Gran parte de su obra ha versado sobre temáticas de índole teológica, habiendo publicado por ejemplo en la BAC (editorial vaticana) trabajos sobre la Patrística y mantenido durante años un programa en la radio católica española. Pero en un proceso de ruptura religiosa, abjura del catolicismo y se convierte en un encendido defensor del protestantismo en la línea evangélica. Se nacionaliza norteamericano. Y si en algún momento parte de sus textos habían versado sobre la refutación de la llamada leyenda negra de la colonización española, ahora sus posiciones variaron sustancialmente. No solamente la herencia hispánica es una pesadilla, el núcleo de la maldad radicaría en la Iglesia católica a la que le adjudica perversas intenciones para con la sociedad norteamericana, que es presentada como la quintaesencia de los valores democráticos y cristianos.
Pero, asimismo, el texto desarrolla el proceso histórico de la conformación de la agenda globalista en forma exhaustiva. Su cuestionamiento a la ideología subyacente al llamado nuevo orden mundial es sistemático, así como el esfuerzo de denunciar los lazos difusos y discretos entre centros de poder que habitualmente la mayoría ven como contrapuestos.
Dichos capítulos generan una sensación de avidez en el lector. ¿Cómo George Soros pudo enriquecerse conspirando y especulando contra la libra esterlina? Las amables reuniones entre David Rockefeller y Fidel Castro, ¿cómo pueden leerse desde las perspectivas tradicionales?
La existencia de una agenda que tiene fijado, entre otros objetivos, el derrumbe en términos reales de los Estados nacionales es meridianamente claro. También que va acompañada de políticas específicas poblacionales y de manejos de los recursos naturales de los diversos países.
Pero evaluar, por ejemplo, que la inmigración latina a EE.UU., de la que él es parte, pone en riesgo la viabilidad de dicha democracia, es parte de las confusiones y tergiversaciones complejas presentes en la obra.
Devenir en vocero de alguna de las ideas sostenidas por los sectores evangélicos radicalizados norteamericanos es un camino no aconsejable.
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