Pocas danzas son tan reconocidas y están tan íntimamente en la memoria y el corazón de los uruguayos como el “Pericón Nacional”. Esta danza de figuras que casi todos bailamos o vimos bailar en el egreso de los chiquilines de las escuelas de todo el país. Esta danza, con los pañuelos celestes blancos y amarillos que simbolizan nuestro pabellón en los hombros de los que egresarán de la escuela primaria, quizás sea una suerte de ritual de pasaje, casi una ceremonia de egreso y de iniciación al liceo y la adolescencia. El pericón se ha convertido en un ritual muy especial para todos nosotros y a pesar de eso la mayoría ignora bastante sobre esta obra o género. No va a ser muy posible ahondar todo lo que quisiera en este artículo, pero hay algunas cosas que me gustaría compartir con el lector sobre este fenómeno musical.
Primero que nada, quiero aclarar algo, como profesional de la música no creo en la existencia del “folclore”; puede sonar chocante, pero es solo una distinción metodológica. De todas maneras, para este articulo usaré la palabra folclore y me basaré en la definición del musicólogo argentino Raúl Cortazar, la cual puede ser encontrada en su libro “Esquema del Folklore” para hablar del “fenómeno folclore”.
Aunque los orígenes folclóricos del pericón se debaten, habiendo autores como Carlos Vega o Lauro Ayestaran que lo sitúan como una danza originada en base al cielito y la contradanza con “registros” datando del siglo XVIII, la realidad es bastante distinta. El pericón es un género urbano del segundo nacionalismo musical, compuesto en base a un movimiento de una ópera de autores argentinos, el italo-uruguayo Gerardo Grasso compuso esta obra en 1887, la cual fue tomada por el gobierno militarista de ese entonces y consignada como danza nacional. De nuevo hay que tener en cuenta el estado de nuestra nación en ese momento, la necesidad de religar a la población y de crear la idea del Uruguay y los uruguayos. A pesar de que muchos musicólogos afirman que el pericón es un derivado del cielito y es en realidad una danza gaucha, descarto esta noción como propaganda. Es verdad que en el interior de la época había danzas similares, pero no hay ningún tipo de evidencia de correlación, y lo escrito por Grasso es una rendición del espíritu “gauchesco”, en este caso creado para la gestación de este Estado-nación.
Dada esta historia podemos ver que no sostiene la prueba del folclore de R. Cortazar. Está institucionalizado, sus raíces no son puramente folklóricas y tiene un autor. Esto no le quita valor, pero sí demuestra lo que puede lograr una obra de folclore artificial. No es tan importante el origen de esta danza y su música como su significado para todos los uruguayos y argentinos. También es importante tener en cuenta que “El Pericón” es un género compuesto por una sola obra, aunque puedan venir personas a decirme que existen otros pericones creo que es imposible clasificar a otra obra así, quizás sean cielitos apericonados o contradanzas tradicionales que muestran contacto, pero otra de las magias que tiene esta obra es que se contiene a sí misma, es su propio género y su propia expresión, y eso, mezclado con nuestra conexión, hacen que nos olvidemos del concepto robusto de folclore que mencione anteriormente; se convierte en algo nuestro, casi como lo que algunos dirían “folclórico”.
La preparación de la danza del pericón en sexto de escuela es para mí una de las memorias escolares que más marca a muchas generaciones de uruguayos, les haya gustado o no. El trabajo coreográfico en equipo, las coplas humorísticas que en muchos casos los maestros nos dejaban inventar, el sentido de comunión vestidos de nuestra propia bandera, en el último acto en que usaríamos nuestro delantal blanco y dejaríamos de ver a varios de nuestros amigos. El rito de pasaje del pericón es mucho más que una música y danza para analizar, es un rito que nos une como uruguayos.
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