La Escolanía de la Abadía benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, única en su género, preserva un invalorable patrimonio cultural, a la vez que constituye un centro de formación integral para los escolanos. Su director, el padre Santiago Cantera Montenegro, OSB, recibe en exclusiva a La Mañana y nos acompaña en una visita que ayuda a comprender el porqué de la excelencia musical que caracteriza al coro.
Un soleado mediodía de agosto, después de la misa celebrada en la majestuosa Basílica excavada en las entrañas de granito del Cerro de la Nava, nos recibe el padre Santiago Cantera Montenegro, de quien sabemos es doctorado en Historia, teólogo, reconocido medievalista, con una profusa e importante obra ensayística. Con la simpatía y sencillez de alguien a quien no le pesan tantos títulos, nos guía en una larga recorrida por las instalaciones de la Escolanía. Lamenta que no hayamos podido escuchar cantar a los niños en la misa, porque todos están ausentes disfrutando de sus vacaciones de verano. Pero los hemos escuchado en otras ocasiones, conciertos de los que el público sale preguntándose si de verdad no han sido ángeles los que con sus vestiduras blancas acaban de cantar con tan absoluta perfección.
La recorrida por las instalaciones de la Escolanía nos permite constatar que los eximios cantores no son seres inmateriales sino chicos normales que comen, duermen, juegan al ping pong y al baloncesto, usan ordenadores, y asisten a clase. Por las ventanas de los dormitorios y de casi todas las salas, la belleza del exterior en cualquier momento puede sorprendernos con el filo de un risco recortado sobre el azul del cielo, o con la impresionante presencia de la cruz más grande del mundo, que parece surgir de la cumbre rocosa entre las potentes figuras de las virtudes cardinales y de los evangelistas, esculpidas en piedra negra por Juan de Ávalos.
Recorremos aulas, comedores, bibliotecas, capilla, salas para padres y de audiciones, y el piso superior, con salas individuales insonorizadas, en donde los chicos pueden ensayar distintos instrumentos en forma individual sin molestarse unos a otros. Afuera jardines, campo de juegos, y el monte empinado y boscoso.
Una formación completa y singular
Los escolanos, además de la esmerada educación musical, cursan los estudios académicos normales, desde tercero de Primaria hasta el Bachillerato. Todos los alumnos a su ingreso han superado una prueba de admisión que demuestra su voluntad de integrarse, además de las condiciones necesarias en cuanto a voz y oído. También es importante en su formación la dimensión espiritual, que no solo va a contribuir al crecimiento personal, sino que sin duda alguna incidirá en la calidad interpretativa, especialmente de la música sacra.
Existe además una ventaja adicional y es que los niños canten en un ambiente monástico y que lo hagan en forma regular en las celebraciones litúrgicas.
La enseñanza específica de música comprende el aprendizaje de uno o dos instrumentos a elección del alumno, el lenguaje musical, el canto coral polifónico y el gregoriano. En cuanto a este último, los escolanos del Valle de los Caídos adquieren una formación singular única en el mundo, ya que no solo se les enseña a cantar el gregoriano en tetragrama, sino que aprenden también a hacerlo con las antiguas notaciones musicales, que se escribían según la expresión italiana “in campo aperto”, en tiempos en que todavía no se había ideado cómo fijar las notas. Para ello los escolanos usan el Graduale Triplex, libro en que están comparadas la notación cuadrada o romana del tetragrama con otras dos notaciones musicales antiguas (paleografías neumáticas laonense y sangalense).
Este “Graduale” es fruto de trabajos de investigación acerca del canto gregoriano que fueron iniciados en el siglo XIX en la abadía benedictina de Solesmes, cuyos monjes se abocaron a la restauración del canto gregoriano en su pureza original. Gregorianistas posteriores fueron desarrollando ampliamente esos estudios valiéndose de los antiguos códices.
El conocimiento de esa paleografía antigua del gregoriano, es lo que permite en ocasiones corregir un texto escrito en tetragrama a partir de los originales escritos en la paleografía antigua, razón por la cual tal habilidad tiene un valor cultural universal y único.
La trayectoria
La Escolanía de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos fue creada en el año 1958 con el propósito de dar mayor solemnidad a las celebraciones litúrgicas de la Basílica. A partir de entonces, año tras año ha ido ampliando su área de acción cantando en distintos lugares de España. Casi una década más tarde comenzó una etapa de viajes internacionales que posibilitaron se les escuchara en varios países, de los que citamos Japón, Polonia, Croacia, Bosnia. Bélgica, Alemania, Portugal, Ucrania y Chile.
El trabajo callado y constante de profesores y niños mereció muchas distinciones, como la otorgada por las Escuelas Reales de Música del Reino Unido, que reconoció a La Escolanía como “Coro de categoría avanzada superior”. También muchos de los más de treinta discos que fueron editados con un muy variado repertorio, recibieron prestigiosos premios.
El padre Cantera se refiere a la Cruz que preside el Valle de los Caídos “y no solo monumentalmente sino también en espíritu y en verdad” y que “también preside nuestra comunidad benedictina, probada durante 63 años en la dificultad cotidiana y en la inseguridad del mañana, para que podamos santificarnos en la adversidad y en el sufrimiento”.
Inseguridad que se hace más intensa en estos tiempos, cuando la reciente ley de “Memoria Democrática” pretende “resignificar” el complejo concebido y realizado después de la Guerra Civil como lugar de reconciliación entre españoles, de la que actualmente muchos reniegan.
Esperamos que en el futuro la gran labor cultural, artística y social de la Escolanía sea protegida y difundida. Que el coro sea cada vez más escuchado por los muchos que no lo conocen y que no se acercan a hacerlo por desconocimiento o por prejuicios. En el arte la belleza no tiene fecha de caducidad ni color político y puede hasta ser capaz de ablandar los corazones más pétreos.
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