La coordinadora general del Centro de Exposiciones Subte, ubicado en Plaza del Entrevero, a partir del 1º de marzo será la nueva directora de Cultura del MEC. Para conocerla mejor, desde Cultura de La Mañana nos entrevistamos con María Eugenia Vidal.
El nuevo titular del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), José Carlos Mahía, presentó a la nueva directora de Cultura de la siguiente manera: “Especializada en gestión cultural y técnica en Museología por la Universidad de la República, Vidal se desempeña desde 2020 como coordinadora del Centro de Exposiciones Subte, el espacio dedicado al arte contemporáneo de la Intendencia de Montevideo situado en el subsuelo de la Plaza Fabini. Tiene más de 20 años de experiencia en instituciones públicas y privadas”.
El vínculo de María Eugenia Vidal con la gestión pública en el arte contemporáneo se remonta a los dos anteriores gobiernos del Frente Amplio (FA), ya que entre 2010 y 2020 fue coordinadora general del Espacio de Arte Contemporáneo, a cargo de la misma dependencia que Vidal dirigirá desde el 1º de marzo. En el primer período de gobierno del FA, fue asesora en la Dirección Nacional de Cultura, cuando esta estaba a cargo de Hugo Achugar. Como gestora cultural, ha estado al frente de múltiples proyectos artísticos, varios de ellos en el plano de la danza contemporánea, así como educativos y patrimoniales.
Al momento de salir esta nota, Vidal ya tiene su equipo de referentes armado: Valeria Tanco coordinará el Instituto de Letras; Martín Craciun, el de Artes Visuales; Gustavo Zidán, el de Artes Escénicas, y Gustavo Berriel, el de Música.
¿Qué sensación tuviste al enterarte de tu nombramiento al frente de la Dirección Nacional de Cultura? ¿Te gustan los desafíos? ¿Cómo ves este?
Nuestro camino será recuperar y profundizar el camino de los derechos culturales que impulsaron los gobiernos del FA. Eso significa entender el acceso a la cultura como un derecho para todas las personas, junto a quienes realizan prácticas artísticas y poniendo especial atención en quienes enfrentan mayores obstáculos para ejercerlo. Implica reconocer que cada persona no solo es consumidora, sino protagonista y productora de cultura. Estamos hablando de las infancias, las adolescencias, las juventudes, las personas mayores, las comunidades del Uruguay profundo, de las fronteras y de los márgenes, de la comunidad afro, migrantes. Enfrentar las formas en que las desigualdades operan en el campo de la cultura será una prioridad.
Estoy profundamente honrada de formar parte de este gobierno del Frente Amplio y, particularmente, muy agradecida por la confianza del futuro ministro, José Carlos Mahía. Asumir la Dirección Nacional de Cultura [DNC] es un desafío que abrazo con entusiasmo y compromiso. Cuando recibí la propuesta, sentí una mezcla de entusiasmo, responsabilidad y esperanza. La gestión cultural pública es mi vocación y liderar la DNC es una oportunidad enorme para construir una cultura en plural: abierta, diversa y comprometida con la equidad.
Tu formación en gestión y museística aplica muy bien para esta nueva función. ¿En qué aspectos especialmente? Por tu actuación en el Subte y el EAC se te vincula con artistas emergentes, espacios alternativos y una modalidad abierta. ¿Algo de esto sería aplicable a la Dirección de Cultura?
Como gestora cultural, mi rol es crear oportunidades, abrir horizontes y trabajar para construir atmósferas de confianza y de colaboración, solo así se puede imaginar, soñar, pensar lo imposible. Desde este nuevo rol, voy a seguir tejiendo redes y construyendo confianzas, con el objetivo de que la cultura ocupe un rol estratégico en el Uruguay.
Desde una mirada aún externa, ¿qué aspectos serían los más urgentes para abordar? ¿Qué sería lo que harías en primer lugar?
El primer paso es conversar y dialogar. Apostaremos a fortalecer a los equipos, a las personas que sostienen la gestión cultural pública. Tenemos que trabajar para asegurar condiciones laborales dignas que posibiliten la planificación a largo plazo y que permitan una estructura organizacional, una institucionalidad cultural sostenible en el tiempo. Sin esto, toda política cultural queda en el aire.
Algunos artistas desconfían de los gestores culturales, asociándolos más al área comercial. ¿Qué respondes a eso?
La gestión cultural pública es una profesión que, al igual que muchas otras, demanda cercanía con las comunidades y el uso estratégico de herramientas de gerencia para su desarrollo. Más que a una simple administración de recursos y actividades, está profundamente vinculada con la garantía y promoción de los derechos culturales, asegurando el acceso equitativo a la cultura y el fortalecimiento de nuestro patrimonio. No acepté esta responsabilidad para ser una tecnócrata de la cultura, estoy para construir políticas que transformen, que pongan el cuerpo para acompañar a las personas en los territorios.
¿Crees que hay centralismo en materia cultural?
Hay una matriz centralista en el Uruguay que hay que romper. Programas como los Centros MEC, que creó el FA, demostraron que la descentralización es posible. Hay que recuperar ese espíritu, pero también revisarlo y mejorarlo para adaptarlo a los tiempos actuales. Tenemos que cambiar esa idea de que se trabaja para “hacer llegar la cultura”. Los territorios no se gestionan como simples recursos o espacios físicos: se viven, se sienten y se significan. No se puede tener una mirada instrumental, se necesita una visión comprensiva, que tenga presente que el territorio es un entramado de relaciones culturales y sociales que no puede ser gestionado. Se requiere comprender profundamente su complejidad y diversidad.
Para esta administración será vital recuperar la perspectiva de derechos culturales. Es el camino para ser más solidarios, más respetuosos de las diversidades y el que nos permitirá reconocer nuestra multiculturalidad: las culturas afro, indígenas, inmigrantes, los valores locales y regionales de nuestro país, y nuestro patrimonio material e inmaterial, tal como se expresa en las bases programáticas del FA.
¿Qué implica apoyar al artista nacional?
Para esta próxima gestión de la DNC, implica tener como una de las prioridades el fomento del talento nacional, tanto dentro como fuera del país, ya que entendemos que ese es el camino para cualquier política cultural pública comprometida con el desarrollo y la proyección de sus identidades. Impulsar a creadores y artistas no solo fortalece el ecosistema cultural local, sino que también posiciona al país en el escenario internacional. Para esto, entre otras cosas, hay que revisar los estímulos actuales, así como implementar otros. Apostar por la cultura y la creatividad es una de las decisiones más estratégicas que puede tomar Uruguay. Por la dimensión del país, la inversión en cultura tiene impacto a corto plazo: es un sector que tiene la capacidad de generar resultados tangibles que se viven y sienten casi de inmediato, especialmente entre las personas más jóvenes.
Por último, ¿qué cualidades personales, además de tu formación y experiencia, crees que te fortalecerán en tu nueva etapa? ¿Qué te gustaría marcar como tu impronta?
Soy una persona apasionada, cercana y con una gran capacidad de escucha. Creo en el diálogo, en la colaboración y en el poder de la cultura para transformar la vida de las personas. Mi impronta será la de una gestión que inspire, que convoque y que construya confianza. Quiero que la cultura sea una herramienta de esperanza, alegría y cambio, y que todas las personas en Uruguay se sientan parte de este proceso. Porque, al final del día, la cultura nos une y nos mueve hacia adelante. Mi expectativa es poder entregar en cinco años una DNC fortalecida, que la cultura sea un motor potente de equidad y creatividad. Una cultura en plural: accesible, descentralizada y vibrante. Voy a trabajar para que el talento nacional brille dentro y fuera del país y para que la economía creativa genere desarrollo. Vamos a darlo todo para que la cultura forme parte de la matriz de bienestar del país. Un país en el que las personas puedan imaginarse y soñarse con esperanza. Y esto lo afirmo sin ingenuidades… tengo plena conciencia de que vivimos tiempos de grandes incertidumbres, desigualdades y polarizaciones, creo que experimentar la alteridad es quizás uno de los caminos más revolucionarios y radicales que tenemos para recuperar la empatía, la solidaridad y la convivencia.
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