Son muchas las personas inquietas, informadas y lectoras que creen que la obra y la personalidad de Rodó disfrutan sólo de un mortecino prestigio, herencia inerte de un pasado que irremisiblemente se aleja, generación a generación. Tienen esas personas distintas edades, diferentes profesiones y ocupaciones, son uruguayos o latinoamericanos o españoles o europeos de otras nacionalidades. Saben de algún monumento dedicado al escritor y pensador, de alguna calle o parque denominados en su honor, de algún lugar reducido que abren para su estudio los programas de la enseñanza formal. No faltan, en ese conjunto numeroso, quienes recuerdan con placer lecturas que han hecho de textos rodonianos. Todos ellos dirían, sin embargo, que con Rodó “ya no pasa nada, bueno, casi nada”.
Están equivocados, ciertamente. Lo rigurosamente comprobable es otra cosa. Rodó está vigente, es analizado e interpretado con profundidad siempre mayor y desde múltiples enfoques disciplinarios. Sin dejar de leérsele como artista y crítico literario, se le lee como pensador y propiamente como filósofo. Se lo aprecia cada vez más como político y hombre de acción, facetas que no se había sabido ver durante mucho tiempo. Son muchos los intelectuales y los artistas que coinciden en manifestar que les llega como un contemporáneo, más precisamente, como si viviera con nosotros, con nuestras preocupaciones y compromisos, con nuestras aspiraciones y confianzas.
No lo podemos acreditar plenamente en estas breves páginas. No podemos comprobar aquí que el flujo de reediciones de Rodó es constante, que sus archivos (el principal de ellos en la Biblioteca Nacional de nuestro país) reciben casi sin interrupción investigadores uruguayos y extranjeros, que son varias las tesis de grado y posgrado que recientemente, para no ir más atrás, abordan sus textos y la rica historia de la recepción de ellos.
Nos limitaremos a mencionar ahora un par de novedades de carácter editorial. Hace pocos años, se editó Ariel en su primera traducción completa al francés, acompañado por otros materiales de Rodó y precedido por un enjundioso análisis de dos especialistas en literatura hispanoamericana.
Se halla, por otra parte, en curso de publicación la primera traducción de Ariel al chino mandarín, tarea que cumple una joven docente e investigadora en letras españolas e hispanoamericanas.
Agregamos, con especial énfasis, la información básica acerca de un hecho todavía más significativo y trascendente. Que se vincula a la traducción y difusión de Rodó en el ámbito anglosajón, Gran Bretaña y Estados Unidos. Esa proyección no es nueva, se abre en la década de 1920 y encadena hasta hoy una serie de eventos editoriales y de recepción, de los que se ha desprendido una singular influencia cultural ejercida por el conjunto de la obra rodoniana. Un investigador uruguayo, radicado de tiempo atrás en Escocia, Gustavo San Román, ha documentado fehacientemente, en diversas publicaciones, el impacto de nuestro autor en los círculos académicos y aun en alguna figura política de primer plano en el Reino Unido.
Unos meses atrás, apareció en Londres A Companion to José Enrique Rodó, escrita en inglés por Gustavo San Román y publicada por la editorial Támesis. Se trata de una biografía de 510 páginas, que comprende un pormenorizado seguimiento de la estructuración y dinámica del pensamiento de Rodó e interpretaciones de cada una de sus publicaciones, además de una reseña de los escenarios históricos en que actuó. Fruto eminente de la prolongada dedicación rigurosa de San Román a Rodó, el Companion se apoya en un excepcional dominio de la caudalosa bibliografía que el segundo ha suscitado, así como en la frecuentación de su archivo en la que San Román o supera o se iguala a cualquier otro investigador. Es así que, en sus contenidos, el Companion está repleto de hallazgos de toda clase (salvo referencias netamente insignificantes), desde circunstancias hasta ahora desconocidas de su personalidad y su vida hasta relecturas medulares de sus textos y su acción intelectual, parlamentaria y partidaria.
A través de esta edición, que tanto dice sobre Rodó, sobre la cultura británica y sobre Gustavo San Román, recuperamos los aportes de los muchos estudiosos de aquél, al tiempo que quedamos en posesión de elementos hasta hoy desconocidos (o sólo en parte conocidos) de quién llegó a ser y cómo surgieron sus intuiciones, sus ideas, sus percepciones históricas, sus pautas de maestro y crítico, los lugares de belleza que no existían antes de su conciencia y de su modo de expresar. (*) Presidente de la Sociedad Rodoniana de Uruguay