Un 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, patrona de la música, nacía en la ciudad valenciana de Sagunto Joaquín Rodrigo Vidre, quien sería uno de los más grandes compositores del siglo XX, gran innovador en la música española y universal. Su hija, que lleva también el nombre de Cecilia, preside una fundación que tiene como objetivo preservar y difundir el valioso archivo musical que fuera iniciado por su madre, Victoria Kamhi, esposa e inseparable compañera del maestro Rodrigo.
Las múltiples dificultades que el compositor debió enfrentar en su vida comenzaron a la temprana edad de tres años, cuando la difteria le provocó una ceguera casi total. Ya de niño mostró una marcada inclinación por la música, e inició estudios de violín y piano, cursando años más tarde armonía y composición en el Conservatorio de Valencia.
Apenas pasados los 20 años, ya había compuesto varias obras de cámara y una para orquesta que fue premiada en Valencia, Madrid y también tiempo después en París, en donde solían recibir formación musical superior muchos músicos de renombre como Manuel de Falla, Enrique Granados y Joaquín Turina.
También Rodrigo logró su sueño de estudiar en la ciudad luz, en donde durante cinco años fue discípulo de Paul Dukas y tuvo la oportunidad de conocer famosos compositores como Igor Stravinsky, Maurice Ravel y Arthur Honegger. Pero sin duda alguna, la persona más importante que le fue presentada en su estadía parisina fue la pianista turca Victoria Kamhi, quien conocía algunas obras para piano de Rodrigo, en particular “Preludio al gallo mañanero”, pieza difícil y original que le había causado admiración.
Victoria relata en su libro “De la mano de Joaquín Rodrigo, historia de nuestra vida” las circunstancias de ese encuentro, así como la relación sentimental que tras un tiempo de separación tan dolorosa como inevitable los llevó a su boda, celebrada en Valencia en el año 1933, así como también las serias dificultades que pasaron en tiempos de penuria económica o de serios quebrantos de salud.
El maestro Rodrigo tenía, pese a todo, un carácter entusiasta y alegre y persistía en resolver como fuera sus limitaciones, tal como demuestra el arduo trabajo de escribir música con una máquina de sistema braille, que no admite enmiendas, dictar la partitura a copistas, nota por nota y proceder a revisar el resultado. Para esta última tarea, desde luego contaba con la ayuda de su esposa, en cuyo libro describe de forma minuciosa todos los acontecimientos significativos de su vida en común, las personas que frecuentaban, los viajes y los reconocimientos recibidos. También es dado observar cómo el sufrimiento, a veces muy intenso, como el de la pérdida de un bebé no nacido, circunstancias en que compuso su famoso “Concierto de Aranjuez”, no disminuían su impulso creador y casi que lo estimulaban.
Su creación musical
Joaquín Rodrigo fue innovador desde sus comienzos. El “Preludio al gallo mañanero”, la ya mencionada obra de piano que compuso a sus 25 años está escrita en dos tonalidades, una para cada mano, lo que da un resultado de sorprendente brillo.
Otro aspecto a destacar en la obra del maestro Rodrigo es que, a pesar de no ser guitarrista, logró como nadie expandir las posibilidades de la guitarra hasta convertirla en instrumento de concierto. Importantes y numerosas han sido las obras para guitarra por él compuestas. A la primera “Zarabanda”, que integraba el conjunto de obras iniciales que interpretó ante Dukas para que lo aceptara como alumno, siguieron varias obras para guitarra sola. En cuanto a los conciertos para guitarra y orquesta, fue en el “Concierto de Aranjuez”, compuesto en París en 1939, el primer gran desafío en que se pudo comprobar que el sonido de la guitarra no quedaba, como temían algunos, opacado por la orquesta. El concierto se estrena en Barcelona en 1940 y un año más tarde en Madrid, en ambos casos con el guitarrista Regino Sainz de la Maza.
El maestro Rodrigo reconocía que en sus obras juveniles estaba influido, como todos los de su generación, por autores como Debussy, Ravel, Stravinsky y Manuel de Falla, pero que poco a poco fue logrando su estilo propio y vaya si lo ha hecho, con una obra vasta y madura que incluye numerosos conciertos.
Por el “Concierto heroico para piano y orquesta” obtuvo en 1943 el Premio Nacional de Composición y a éste siguieron varios conciertos más, algunos con amplio protagonismo de la guitarra, como el “Madrigal” y el “Andaluz” en los que la orquesta dialoga con dos y cuatro guitarras respectivamente. Para el famoso guitarrista Andrés Segovia, el maestro compuso la “Fantasía para un gentilhombre”, cuyos cuatro movimientos están basados en danzas para guitarra del compositor del siglo XVII Gaspar Sanz.
Verdaderas joyas musicales son también los conciertos de Rodrigo en que la orquesta se acompaña respectivamente con arpa, flauta, violín y violoncelo. Grande es también su producción en cuanto a música de cámara, vocal y coral. Sin embargo, la enorme notoriedad obtenida por el bellísimo “Concierto de Aranjuez” puede que haya en cierto modo restado atención a las demás obras, por cuyo conjunto Joaquín Rodrigo ha sido galardonado con el Premio Nacional de Música, y el Príncipe de Asturias, por mencionar solo estos de los numerosísimos reconocimientos recibidos tanto en España como en el exterior.
La guardiana del tesoro
En una mañana de verano, entro con emoción a la misma sala del que era en ese entonces el hogar madrileño de los esposos Rodrigo Kamhi. Recuerdo la simpatía del maestro, la amable solicitud de su esposa Victoria, el almuerzo en que conversamos de su amistad con mis padres, a quienes habían conocido en un festival de música. Hablamos también de su hija Cecilia, que en ese entonces estaba estudiando ballet en Londres y que ahora, varias décadas más tarde, es quien me recibe en ese mismo lugar, hoy sede de la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo.
Cecilia Rodrigo Kamhi ha cumplido su destino de bailarina profesional y tuvo una renombrada academia de ballet en Bruselas, en donde vivía con su esposo, el violinista Agustín León Ara. Me cuenta, con la cálida sencillez heredada de sus padres, la importante labor de la Fundación, que cuenta con un calificado equipo técnico, pone a disposición de investigadores españoles y extranjeros uno de los archivos musicales más grandes de España, mantiene convenios con varias universidades y desarrolla una extensa labor cultural. Por otra parte, ya desde el año 1989 existe la Editorial Joaquín Rodrigo, destinada a editar, proteger y difundir los escritos del maestro y de su esposa, así como la edición de partituras perfectamente diseñadas y corregidas.
Recuerdo la anécdota de que el maestro Rodrigo, para saber por dónde correteaba la pequeña Cecilia, había pedido que le cosieran cascabeles a su ropa. Imagino que ahora, el solícito padre, ya no necesitará de cascabeles para percibir con beneplácito la diligente actividad de su hija en la preservación y difusión del rico legado que él nos ha dejado a todos.
Madrid, noviembre 2022
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